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[Según varias encuestas, seis de cada diez estadounidenses se consideran ricos, pese a que la mitad de la población vive en la pobreza.]

[Charles M. Blow] ¿Está la desigualdad de los ingresos convirtiéndose en el nuevo calentamiento global? En otras palabras, ¿es este otro caso donde las evidencias de una amenaza existencial pierden tracción entre una opinión pública cansada mientras algunos intentan reducirla a una diferencia de opinión?
Pareciera que así es.
Una reciente encuesta de Gallup dada a conocer el jueves constató que, después de subir más bien firmemente durante las dos últimas décadas, el porcentaje de estadounidenses que dicen que el país está dividido entre “ricos” y “pobres” sufrió el mayor descenso desde que se hiciera la pregunta.
Esto ocurrió incluso cuando el porcentaje de estadounidenses que se definieron a sí mismos en una de estas categorías permaneció relativamente constante. Casi seis de diez estadounidenses todavía se consideran a sí mismos “ricos”, mientras que sólo un tercio se percibe como “pobre”. Las cifras han permanecido en ese rango durante una década.
Esta es el nuevo autoengaño estadounidense. Los hechos apuntan a una realidad muy diferente.
Un informe de la Associated Press esta semana sobre los datos del censo constató que “una cifra récord de estadounidenses –casi uno de dos- han caído en la pobreza o están apañándoselas con salarios que los clasifican como de bajos ingresos”. El informe dice que los datos “describen a una clase media que se está achicando”.
Un informe de octubre de la Oficina de Presupuesto del Congreso constató que, de 1979 a 2007, el ingreso promedio familiar real después de pagados los impuestos del uno por ciento de la población con los ingresos más alto subió en 275 por ciento. Para el resto del 20 por ciento más alto, aumentó en un 65 por ciento. Pero para el 20 por ciento más bajo, sólo aumentó en un 18 por ciento.
Y un informe dado a conocer en mayo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico concluyó que “la brecha entre ricos y pobres en países de la OCDE alcanzó su nivel más alto de los últimos treinta años”. En Estados Unidos, el ingreso promedio del 10 por ciento más rico de la población ha subido cerca de 14 veces más que el del 10 por ciento más pobre.
Nuestra creciente desigualdad en los ingresos es un hecho. También la posibilidad de que demuestre ser un desastre económicamente.
En abril, un informe del Fondo Monetario Internacional concluyó que la creciente desigualdad en los ingresos tiene un efecto negativo sobre la expansión económica. El informe dice que era “mucho más probable que” los largos periodos de alto crecimiento, que fueron llamados “periodos de crecimiento”, “terminara en países con distribuciones del ingreso más desiguales”. El efecto es importante. Sigue: “La desigualdad pareció hacer una gran diferencia, casi sin importar las otras variables en el modelo o qué definimos exactamente con ‘periodo de crecimiento’”.
Nuestra desigualdad en los ingresos puede poner en peligro nuestra recuperación.
Sin embargo, otro informe de Gallup emitido el viernes concluyó que la mayoría de los estadounidenses dice que el hecho de que algunas personas en Estados Unidos sean ricas y otras pobres no representa un problema sino que es una parte aceptable de nuestro sistema económico.
Si la negación es un río, es uno que fluye por sociedades condenadas al fracaso.
31 de diciembre de 2011
16 de diciembre de 2011
©new york times

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