[Berkeley, California, Estados Unidos] [Una nueva colección de Lego hace reflexionar sobre su intento de neutralizar las figurinas masculinas y femeninas. Ya se habla de la rebelión contra el apartheid por género.]
[Peggy Orenstein] Ahora que el papel de envolver y los infernales paquetes bivalvos han sido relegados al bordillo y ha empezado el periodo en que se pagan las deudas de vacaciones, la industria del juguete se está preparando –para las Navidades de 2012. Y sus tempranas ofertas han encendido un nuevo debate sobre la naturaleza, la alimentación, los juguetes y el sexo.Hamleys, que es la versión londinense de 251 años de F.A.O. Schwarz, desmanteló hace poco sus secciones rosada “para niñas” y azul “para niños” a favor de una tienda neutral en cuanto al género con una señalización rojiblanco. Antes que pisos dedicados a muñecas Barbie y figurines de acción, ahora los productos se organizan por tipos (Soft Toys) e intereses (Outdoor).
Ese gesto fue superado por Lego, cuya colección Friends, dirigida a las niñas, llegará a las tiendas este mes con el objetivo de convertirse en el regalo de las vacaciones de otoño. Ambientada en la imaginaria Heartlake City (y respaldada por una campaña de márketing de cuarenta millones de dólares), la línea presenta nuevos bloques color pastel que permiten a una incipiente Kardasian, entre otras cosas, construir ella misma una cafetería o un salón de belleza. Sus personajes femeninos tienen nombres elegantes y son también más altas y curvilíneas que el típico morador de Legoland.
¿Quién tiene razón? ¿Debería ser el género expurgado sistemáticamente de la juguetería? ¿O está Lego simplemente siendo realista, satisfaciendo a las chicas a mitad de camino en un intento de incentivar su interés en la ingeniería?
Entre las “10 características de Lego” descritas en 1963 por un hijo del fundador estaba la de que era “para chicas y chicos”, como informó Bloomberg Businessweek. Pero la nueva colección Friends, dice Lego, se basa en meses de investigación antropológica que reveló que –vaya- los sexos juegan de manera diferente.
Mientras que como niños menores de tres, interactúan de manera similar con los bloques Duplo de la compañía, para el prescolar las niñas ya prefieren juguetes que sean bonitos, exhalen “armonía” y les permitan contar una historia. Les puede gustar construir, pero prefieren el juego de roles. Así que adiós Bionicles, hola princesas. Para ser justo con los géneros, insisten los ejecutivos de hoy, tienen que producir específicamente por género.
Como nos dirá cualquier psicólogo del desarrollo, esas observaciones son, hasta cierto punto, correctas. La elección de juguetes entre niños es el Gran Kahuna de la diferencia sexual, uno de los más grandes en toda la vida. Transciende no solamente la cultura, sino también la especie: en dos estudios diferentes de primates en 2002 y 2008, los investigadores concluyeron que los machos gravitaban hacia juguetes estereotípicamente masculinos (como coches y bolas) mientras que las hembras se vuelven locas con las muñecas. Ambos sexos, incidentalmente, apreciaron los animales embalsamados y los libros.
Los niños y niñas humanos no sólo tienden a jugar de manera diferente unos y otros –las chicas normalmente forman pares o tríos, conversan más ente ellas y juegan de modo más cooperativo- pero, cuando se les da la opción, normalmente prefieren pasar el tiempo con su propio género.
¿Un punto para Lego? Los prescolares pueden ser los jefes autodesignados de la policía de género, ansiosos por implementar y adoptar las visiones más rígidas. Sin embargo, de acuerdo a Lise Eliot, neuróloga y autora de ‘Pink Brain, Blue Brain’, esa es también la edad en que sus cerebros son más maleables, más abiertos a la influencia de las capacidades y roles que son más tradicionalmente femeninos.
Toda experiencia, toda interacción, toda actividad –cuando ríen, lloran, aprenden, juegan- fortalece unos circuitos neurales a expensas de otros, y mientras más menor el niño, mayor es el impacto. Pensemos: niños de hogares más igualitarios cuidan más a los bebés. Entretanto, en un estudio de más de cinco mil niños de tres años, las niñas con hermanos mayores tenían habilidades espaciales más desarrolladas que niñas y niños con hermanas mayores.
El problema, entonces, no es naturaleza o cultura, sino cómo se convierte la cultura en naturaleza: el ambiente en que los niños juegan y crecen pueda estimular todo un rango de aptitudes o descartarlas. Así que permitir tan despreocupadamente –para no decir nada de la explotación- los esquemas de juegos estereotipados según el género puede tener a largo plazo un impacto más negativo sobre el potencial del niño de lo que imaginan los padres. Y fomentar, sin obligar, a tener amistades cruzadas, así como una amplitud de estilos de juego puede ser más beneficiosa. Existe incluso evidencia de que los niños que tienen amistades con niñas durante sus primeros años tienen relaciones románticas más sanas de adolescentes.
Tradicionalmente, se suponía que los juguetes debían transmitir valores y expectativas parentales, para formar a los chicos en sus futuros roles adultos. Los niños y niñas de hoy serán eventualmente sus colegas profesionales, empleadores, empleados, parejas románticas, co-padres. ¿Cómo pueden desarrollar habilidades para esas colaboraciones con juguetes que enfatizan cada vez más, o refuerzan, o incluso crean, diferencias de género? ¿Qué aprenden las chicas sobre cómo deberían ser con piezas de Lego con salones de belleza y el diluvio de maletines de ciencias “amistosos para chicas” que producen en toda la gama, desde “laboratorios de belleza” hasta “fábricas de perfume”?
La rebelión contra ese apartheid de género puede haber empezado. Consideremos el último video en circular ampliamente en YouTube: “Riley on Marketing” muestra a una niña frente a una muralla de envoltorio rosado, preguntando: “¿Por qué tienen las chicas que comprar cosas rosadas y los chicos cosas de otro color?” Ha tenido más de 2.4 millones de visitas.
Quizás, entonces, Hamleys está haciendo algo, aunque sin duda encontrará resistencia –incluso rechazo- entre sus clientes de tamaño pequeño y sus vendedores multinacionales. En cuanto a mí, estoy tratando de encontrar un cartel de 1981 para un conjunto de construcción “universal” de Lego como regalo para mi hija. En este, una niña pecosa con trenzas color cobre, pantalones sueltos, camiseta y zapatillas tiene en sus manos orgullosamente una creación de Lego. Debajo, una leyenda dice: “Lo que es, es bello”.
[Peggy Orenstein es la autora de ‘Cinderella Ate My Daughter: Dispatches From the Front Lines of the New Girlie-Girl Culture’.]
17 de enero de 2012
30 de diciembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer