[Claudio Lísperguer] Ayer publicaba Página 12 una entrevista con el historiador argentino Miguel di Fino, que escribe la historia de represión ilegal en la ciudad de Campana durante la dictadura. Uno de sus hallazgos más impresionantes es que algunos secuestrados por las fuerzas de seguridad fueron quemados vivos.
“[…] En un barrio de Campana que se llama Las Praderas”, cuenta, “hay un lugar que hemos denominado ‘la hoguera de las praderas’. En la bajada hacia los bañados llegaban los camiones del Ejército cargados de cuerpos y los quemaban en cubiertas. Y muchos de ellos llegaban vivos y los quemaban vivos”. El historiador se basa en declaraciones de un testigo ocular.Pese a su horripilante violencia, esta masacre de los años ochenta en Argentina no es la primera en la que ciudadanos secuestrados por agentes de seguridad durante dictaduras o campañas represivas de extrema derecha sean quemados vivos. Se sabe que algunas milicias paramilitares colombianas llegaron a construir hornos crematorios para deshacerse de sus víctimas, algunas de las cuales fueron quemadas vivas. Los hornos crematorios fuero utilizados en Norte de Santander. Alias el Iguano confesó “que en áreas rurales del corregimiento Juan Frío, de Villa del Rosario, y Puerto Santander, se construyeron hornos crematorios para incinerar a sus víctimas”. “Hay muchos muertos que no se han encontrado”, declaró, “porque aquí en Medellín, a las afueras, a una hora, se encontraban unos hornos crematorios. Hubo mucha gente quemada. Yo presencié esos hechos”. El objetivo era hacer desaparecer a las víctimas. La primera víctima que fue quemada viva fue uno de sus propios hombres, “porque se había robado una plata”. El paramilitar prosigue: “El horno lo manejaba un señor que le decían ‘Funeraria’, creo que se llama Ricardo; dos señores le hacían mantenimiento a las parrillas y a las chimeneas, porque se tapaban con grasa humana». El Iguano mismo, según propia confesión, echó vivas al horno a cerca de quince personas; y muertas, a cerca de cincuenta. Alias Danielito, uno de los proponentes del horno crematorio, fue igualmente quemado vivo cuando se disputó con uno de los cabecillas.
En Chile la dictadura usó, en algunos casos, hornos para deshacerse de los cadáveres. En sesiones de tortura, Manuel Contreras, jefe de la policía política de Pinochet y agente de la CIA, solía quemar a los prisioneros con un soplete. Algunas de las víctimas eran luego envenenadas con cianuro y sus ojos extraídos de las cuencas. Un agente de Contreras les sacaba las tapaduras y dientes de oro, que eran posteriormente reducidos en el mercado. Es escalofriante pensar que puede haber personas en Chile que compraron al general esas piezas de oro y que ahora las llevan en sus bocas, como antes las víctimas del pinochetista.
[La foto muestra un horno crematorio nazi. Viene de Fotos de Auschwitz.]
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