[Bagdad, Iraq] [Situación empeora desde que primer ministro acusara de dirigir un escuadrón de la muerte a su vicepresidente suní.]
[Michael S. Schmidt] La violencia y la inestabilidad política han escalado en todo Iraq desde la retirada de las tropas estadounidenses, a medida que facciones políticas y religiosas luchan por poder e influencia en una lucha que, en cuestión de semanas, ha amenazado con hacer trizas la estabilidad que ha permitido –en primer lugar- la retirada misma.La turbulencia más reciente ocurrió durante el fin de semana cuando un gobernador chií amenazó con bloquear una importante arteria comercial de Bagdad hacia la región semi-autónoma kurda en el norte del país si los funcionarios kurdos no entregaban al vicepresidente Tariq al-Hashimi a las autoridades de gobierno. El gobierno nacional chií ha acusado a Hashimi, que es suní, de dirigir un escuadrón de la muerte de su secta.
El domingo, la organización Human Rights Watch declaró que los estadounidenses habían dejado atrás un “estado policial incipiente”, en el que el gobierno chií del país gobierna cada vez más recurriendo a la fuerza y al temor. Los ataque insurgentes se han multiplicado en todo el país, mientras las fuerzas de seguridad leales al primer ministro Nuri Kamal al-Maliki, chií, han iniciado una campaña contra políticos suníes, arrestando a varios la semana pasada.
La agitación se produce en momentos en que los iraquíes habían esperado que sus dirigentes estarían envalentonados por su nueva independencia para hacer frente a los numerosos problemas del país –enfrentándose finalmente a las divisiones sociales, económicas y religiosas que estuvieron tapadas por la presencia de las tropas estadounidenses.
Pero aunque todavía hay esperanzas de que los iraquíes se puedan unir, el país está lejos de ser el país “soberano, estable y auto-suficiente” que describió el presidente Obama el mes pasado.
“Antes de la retirada de Estados Unidos, nuestros políticos estaban diciendo que somos un gobierno de unidad nacional, y que somos una democracia, y eso es todo lo que hablaron”, dijo el doctor Basam Edis, 45, médico de la norteña ciudad de Mosul. “Ahora la gente se está preguntando si las milicias volverán a controlar las ciudades. Todo esto está ocurriendo porque nuestros políticos ahora están luchando por un trozo más grande de la tarta”.
Agregó: “Nuestros políticos se han convertido en vampiros”.
El peor rompimiento ocurrió cuando Maliki ordenó el mes pasado la detención de Hashimi. En respuesta, los políticos suníes boicotearon el Parlamento y las sesiones del gabinete, paralizando un proceso político en gran parte improductivo. Las provincias de mayoría suní empezaron a hablar de mayor autonomía o incluso de secesión del gobierno central.
En medio de la parálisis, Maliki amenazó públicamente con publicar información secreta que dijo que implicaba a políticos en atentados terroristas. Luego, la semana pasada, Maliki cesó a los ministros suníes que lo estaban boicoteando. Políticos suníes respondieron llamándolo dictador.
La disfunción política se ha hecho tan aguda que se considera un signo positivo que líderes chiíes y suníes estén al menos discutiendo sobre quién asistirá a las sesiones para decidir dónde se realizará la siguiente ronda de sesiones. En esas sesiones se tratará de resolver la crisis política.
“Todos estos años, Estados Unidos se quedó aquí tratando de refinar el proceso político de modo tal que tendrían una excusa para marcharse victoriosos de Iraq”, dijo William Warda, analista en Bagdad. “Pero el hecho es que dejaron una estructura política endeble con fundamentos muy frágiles. Es como un edificio parado en una cerilla. Lo que ha pasado después de la retirada lo demuestra todavía más”.
Las críticas de Human Rights Watch fueron incorporadas en su informe anual sobre derechos humanos en varios países. La organización declaró que el gobierno iraquí había restringido de modo importante la libertad de expresión en el país durante el año pasado y que las fuerzas de seguridad habían intimidado, golpeado y detenido a activistas, manifestantes y periodistas.
“Después de la retirada formal el mes pasado, la represión política se ha intensificado y Maliki ha amenazado con cárcel a sus opositores políticos”, dijo la directora de Oriente Medio de la organización, Sarah Leah Whitson, en una entrevista.
Al mismo tiempo, al Qaeda ha aumentado sus ataques mientras desvía su interés la influencia de Irán en Iraq. En tres días diferentes el mes pasado, el número de víctimas mortales superó las sesenta, y en más de una docena de días las bajas fueron más de diez. Sin la ayuda de las fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses, las fuerzas militares y policiales iraquíes se han mostrado incapaces de reducir los ataques contra peregrinos religiosos, civiles y agentes de seguridad.
“Estados Unidos se retiró rápidamente después de ser atacado repetidas veces por nuestros muyahedines para salvar a sus militares de un atolladero”, declaró en una actualización reciente al Qaeda en Iraq en su página web. “La retirada de las fuerzas militares estadounidenses es una derrota en todo el sentido de la palabra, pero la guerra no ha terminado porque Irán está tratando de establecer una zona buffer chií y extender su revolución islámica a Medina y Meca”, declaró, refiriéndose a sitios musulmanes sagrados en Arabia Saudí.
Al Qaeda dijo que el gobierno iraní, que adiestró y financió a milicias en Iraq implicadas en actos de violencia religiosa y ataques contra tropas estadounidenses, había ayudado a destruir Iraq “matando a las mejores familias, a la elite, a los educados”.
Mientras persisten los problemas dentro de Iraq, sus líderes han tratado de entenderse con sus vecinos, incluyendo a Turquía, uno de los más grandes inversores extranjeros.
De acuerdo a miembros del bloque de Maliki, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, llamó hace unos diez días a políticos iraquíes diciéndoles que deberían entenderse pacíficamente para tratar de superar sus diferencias.
Casi al mismo tiempo, Erdogan llamó al vicepresidente Joseph R. Biden Jr. para expresarle su preocupación por las tensiones entre chiíes y suníes en Iraq, advirtiéndole que la crisis podría desembocar en una guerra religiosa.
Las llamadas enfadaron a Maliki porque pensaba que Erdogan, un suní, lo estaba criticando por el modo en que estaba llevando los asuntos de su país. En una entrevista en la televisión, Maliki dijo que Erdogan estaba actuando como si él gobernara Iraq, y dijo que Erdogan debería dejar de entrometerse.
El tema ha persistido. La semana pasada, se informó que el director de la Fuerza Quds de Iraq había dicho que Iraq y el sur del Líbano estaban bajo control iraní. En respuesta, importantes políticos kurdos, suníes y chiíes en Iraq llamaron a Maliki a reprender a los iraníes como había hecho con los turcos.
“Esperaba sabiduría y tranquilidad entre los funcionarios iraquíes, especialmente después de la retirada de las tropas estadounidenses”, dijo Abdul Baqi Abboud, 59, un maestro de Basra. “Pero pasó lo contrario, y se han comportado de manera imprudente y sin ningún sentido de responsabilidad. Han demostrado ser adolescentes. Ahora probablemente tendremos más problemas”.
[Yasir Ghazi, Duraid Adnan y Omar al-Jawoshy contribuyeron desde Bagdad, y un empleado iraquí del NYT en Mosul.]
28 de enero de 2012
23 de enero de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer