[Bagdad, Iraq] [En Iraq el caso de Haditha es un recordatorio de una denegación de justicia. La admisión de negligencia en el cumplimiento del deber de un marine estadounidense archiva el expediente sobre el asesinato de veinticuatro iraquíes. Pero también subraya lo que los iraquíes ven como impunidad norteamericana.]
[Raheem Salman y Patrick J. McDonnell] El maestro todavía guarda fotos de familia de los muertos, recuerdos de vidas cercenadas en un implacable lluvia de tiros.“Los estadounidenses mataron a niños que se habían escondido dentro de aparadores o debajo de la cama”, dijo Rafid Abdul Majeed Hadithi, 43, maestro en la ciudad de Haditha, que dice que, en 205, presenció el asalto de los marines estadounidenses que se cobró la vida de veinticuatro civiles iraquíes desarmados. “¿Este es el marine acusado de negligencia porque no mató más? ¿Es así de barata la sangre iraquí?”
En Estados Unidos la brutal saga de Haditha –entre los muertos había siete niños, incluyendo un infante de Marina, tres mujeres y un hombre de 76 años en una silla de ruedas- puede haber concluido el lunes con la declaración de culpabilidad ante de los cargos de negligencia en el cumplimiento del deber del sargento de infantería Frank Wuterich. Un juez militar declaró el martes que Wuterich, según los términos de un acuerdo judicial, no será encarcelado.
Previamente se habían retirado los cargos contra otros seis implicados en el incidente en el Valle de Éufrates; un séptimo soldado fue absuelto. El convenio archivó un caso políticamente sensible que encendió un debate sobre la manera en que tropas estadounidenses reaccionan en medio de la “niebla de la guerra” y la tensión del combate.
Sin embargo, para muchos iraquíes Haditha sigue siendo un visceral recordatorio de los aspectos más inquietantes de la invasión estadounidense de 2003 y la subsecuente ocupación de su patria.
Junto con la cárcel de Abu Ghraib donde los prisioneros iraquíes eran torturados por la policía militar estadounidense, y la Plaza Nisour, de Bagdad, donde se dice que diecisiete iraquíes fueron asesinados a tiros en 2007 por empleados del contratista privado estadounidense Blackwater, Haditha sobresale como símbolo de la infamia.
El legado, la revelación de una persistente sensación de denegación de justicia, probablemente aceleró la retirada de las tropas estadounidenses después de una presencia de más de ocho años. Los nuevos líderes iraquíes, que deben su poder en parte a la invasión dirigida por Estados Unidos que derrocó a Saddam Hussein, finalmente optaron por rechazar el acuerdo de inmunidad para las fuerzas estadounidenses en el país. Entonces la Casa Blanca ordenó la retirada.
En Iraq la reacción general ante el convenio de Wuterich pareció mitigarse el martes, lo que según algunos iraquíes refleja un escepticismo profundamente enraizado sobre el poder judicial de Estados Unidos. Los iraquíes también están distraídos por una crisis política que algunos temen que pudiera resultar en nuevos enfrentamientos sectarios: el martes al menos diez personas murieron en atentados con bomba en el barrio Ciudad Sáder en Bagdad, un bastión chií.
Sin embargo, el desenlace legal de esta semana ha removido amargos recuerdos en algunos y despertado una nueva sensación de indignación por lo que muchos iraquíes ven como la impunidad de Estados Unidos.
“Ese es el mensaje equivocado”, dijo Yaseen Mehdi, ingeniero y activista de derechos humanos. “No andamos buscando reparaciones económicas. Queremos una compensación ética”.
Otros han lamentado lo vieron como una falta de contrición.
“Con ese tipo de crímenes, el hombre que es responsable debe al menos ofrecer disculpas a las familias de los mártires”, dijo Ashwaq Jaff, miembro de la comisión de derechos humanos del Parlamento iraquí. No tiene ninguna duda de que casos como el de Haditha, que refuerzan la percepción de que las fuerzas estadounidenses no son castigadas por la muerte o tortura de iraquíes, han contribuido a empañar la imagen de Estados Unidos.
“Como resultado de estos incidentes hubo una reacción muy negativa”, dijo Jaff, un kurdo, un grupo étnico iraquí que en gran parte acogió la invasión estadounidense. “Esto hizo que calle iraquí rechazara la [continuidad] de la presencia [estadounidense] en Iraq”.
El martes, Wuterich dijo que aceptaba responsabilidad por esas muertes. “Las palabras no pueden expresar mi pesar por la pérdida de sus seres queridos”, dijo en unas disculpas a las familias de los veinticuatro iraquíes asesinados. “Sé que no hay nada que pueda decir, que pueda aliviar su dolor”.
Muchos ven una fuerte contradicción entre el resultado jurídico de la causa Haditha y la preocupación de Washington proferida públicamente por los derechos humanos, especialmente mientras el mundo árabe vive persistentes trastornos políticos y la palabra justicia es un llamado a las armas de Damasco a Túnez.
“Estados Unidos debe reformar el lado ético de su poder judicial y culturizar con ello al mundo”, dijo Mehdi, el activista de Bagdad.
Activistas de derechos humanos dicen que la noticia sobre el acuerdo judicial de Haditha y otros casos de la percibida insensibilidad estadounidense en zonas de guerra puede fortalecer la desconfianza sobre la presencia de Estados Unidos en otros países en guerra como Afganistán.
Algunos observadores estadounidenses han atacado lo que llamaron un proceso torcido, pero otros ven a los asesinos principalmente como un estudio de caso de lo que pueden salir mal cuando se lucha contra un enemigo invisible en un “ambiente moralmente difícil”, como dijo un oficial de la infantería de Marina.
Incluso después de los asesinatos, los marines dicen que se ganaron el respeto de los funcionarios y jeques de Haditha. Eso es así, dicen los marines, porque ellos arriesgaban sus vidas todos los días para limpiar la zona de insurgentes que atacaban y ejecutaban frecuentemente a civiles.
“Los marines saben que ellos son los hombres y mujeres militares mejor adiestrados y dirigidos del mundo, pero la caldera de la guerra es la cosa más intensa que pueden vivir los humanos y este caso cae en el extremo de ese espectro”, dijo el coronel Willy Buhl, veterano de Iraq. “Me alivia que el caso terminó con una resolución de la justicia militar”.
Sin embargo, no ha terminado para iraquíes como Thair Thabit Hadithi, 41, fotógrafo que dice que llegó al lugar poco después de los asesinatos.
El martes, record el incesante crepitar de las balas, una víctima herida desangrándose hasta la muerte frente a su casa, las bolsas de plástico negro que usan los marines para los cuerpos.
El Cuerpo de Marines dijo inicialmente que quince iraquíes habían muerto en un atentado con bomba en una calle y que los otros habían muerto en la subsecuente balacera. Nada de esto era verdad. Hadithi dijo que tenía espeluznantes fotos del sitio que mostraban la devastación y la carnicería en un barrio residencial pobre. El fotógrafo dijo que huyó a Siria por temor a ser detenido una vez que los marines se enteraran de que él tenía imágenes que contradecían la versión oficial de los hechos.
“El crimen cambió la opinión de los iraquíes sobre los estadounidenses”, dijo Hadithi. “Pensábamos que respetaban los derechos humanos y la humanidad. Pero parece que no es así”.
[Salman informó desde Bagdad y McDonnell desde Beirut. Tony Perry en San Diego y Scott Gold en Los Ángeles contribuyeron a este reportaje.]
20 de febrero de 2012
25 de enero de 2010
©los angeles times
cc traducción c. lísperguer