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[Bagram, Afganistán] [Personal de la OTAN queman ejemplares del Corán y provocan graves grietas en la ya deteriorada relación entre las fuerzas occidentales y Afganistán.]

[Sangar Rahimi y Alissa J. Rubin] La noticia de que personal de la OTAN habían quemado un número no determinado de ejemplares del Corán y se estaban preparando para deshacerse de muchos más mediante su incineración provocó airadas protestas aquí el martes. Funcionarios de la OTAN se apresuraron a pedir disculpas pública y profusamente, tratando de evitar lo que temían que pudiera iniciar un estallido nacional de violencia a medida que las noticias de la quema de los libros se transmitían poco a poco al resto del país.
Pese al intenso frío, cerca de dos mil afganos avanzaron hacia la base aérea estadounidense más grande en su país para protestar contra lo que se considera generalmente como uno de los actos más ofensivos en el mundo musulmán.
“Ofrezco mis más sinceras excusas por cualquier ofensa que se pueda haber ocasionado al presidente de Afganistán, al gobierno de la República Islámica de Afganistán y, todavía más importante, al noble pueblo de Afganistán”, dijo el general en jefe de la OTAN, John R. Allen, en una declaración que fue grabada y enviada a la televisión y redes de emisoras locales aquí, explicando que la quema no había sido intencionada. A horas de enterarse del episodio, el general Allen ordenó una investigación, y hacia el final del día emitió una orden a todos los soldados de la coalición en Afganistán de que debían completar, en los próximos diez días, su adiestramiento en “el manejo adecuado de materiales religiosos”.
Pero después de diez años de guerra afgana, funcionarios extranjeros y afganos por igual se mostraron sorprendidos de que algún miembro de las fuerzas extranjeras no supiera lo ofensivo que puede ser la profanación del libro sacro musulmán, o reconocer el potencial de violencia que podía desatar en un país donde las noticias de la quema de un solo ejemplar del Corán –por un predicador en Florida- provocó turbas que saquearon una oficina de Naciones Unidas y asesinaron a doce personas en abril.
Debido a que los afganos protegen virulentamente su fe islámica, las autoridades afganas reaccionaron rápidamente para tratar de controlar la protesta a las puertas de la Base Aérea de Bagram. Funcionarios de policía y del gobierno local persuadieron a la multitud en una enorme manifestación cerca de la provincia de Kapisa de que se dispersara.
De acuerdo a trabajadores afganos que presenciaron los acontecimientos, a eso de las diez u once de la noche el lunes un volquete escoltado por un vehículo militar llegó al vertedero de la Base Aérea de Bagram, donde trabajan unos veinte afganos. Dos funcionarios uniformados de la OTAN, un hombre y una mujer, empezaron a descargar bolsas con libros del camión y a arrojarlos en el hoyo para la incineración. Funcionarios de la OTAN dijeron que todavía no estaba claro si las dos personas eran tropas o civiles. Algunos civiles también llevan uniforme militar y pueden ser fácilmente confundidos por soldados. Los trabajadores afganos describieron a la pareja como estadounidenses.
Versiones de algunos de los trabajadores del vertedero sugirieron que las dos personas eran inconscientes del significado de lo que estaban haciendo. No intentaron ocultar los libros, y parecían estar simplemente cumpliendo una orden de rutina.
“Cuando vimos a esos soldados quemando los libros, nos acercamos para ver qué estaban haciendo, y uno de los trabajadores, Zabiullah, 22, dijo: ‘¡Es el Corán!’ “Y los atacamos con nuestros cascos amarillos, y tratamos de pararlos. Corrimos hacia ellos, y lanzamos nuestros cascos contra su vehículo”.
Abdul Wahid, 25, otro de los trabajadores dijo que él y dos amigos le gritaron a esas dos personas: “¡No quemen nuestro libro sacrado! ¡Se los daremos a nuestros mulás!”
Los dos funcionarios de la OTAN se retiraron, pero las dos bolsas de libros que ya habían arrojado al pozo ya habían empezado a arder.
“Tratamos de apagar el fuego con nuestras botellas de agua, y luego sacamos las bolsas, y los chicos también rescataron los libros semi-quemados”, dijo Zabiullah, refiriéndose a sus colegas.
Las protestas empezaron horas después: Cuando los trabajadores afganos que habían presenciado la quema salieron de la base, uno o dos de ellos llevaron escondidos en la ropa algunos libros dañados. Las protestas estallaron en la mañana y se tornaron violentas a medida que cientos de enfurecidos afganos quemaban llantas de vehículos y prendían fuego a un puesto de control externo en una de las entradas de la base aérea.
Gritando “¡Muerte a Estados Unidos!” y “¡Ya no los queremos aquí!”, cerraron el edificio del gobierno del distrito e impidieron que la gente llegara al centro de la ciudad, dijeron testigos. Algunos en la multitud cantaron canciones talibanes y varios oradores urdu, descritos como paquistaníes, hicieron discursos.
El miércoles a primeras horas de la mañana, varios cientos de manifestantes armados con piedras bloquearon la ruta hacia el centro de Kabul en la carretera hacia Jalalabad. Se dirigieron hacia Camp Phoenix, un campamento de la OTAN y trataron de irrumpir por los portones. Los soldados de la OTAN miraron desde las torres y apuntaron con sus armas a la multitud, pero aparentemente no trataron de disparar.
Los libros y textos sagrados eran de la biblioteca del centro de detención en Parwan, donde los estadounidenses encierran a sospechosos de ser insurgentes, entre ellos muchos de los individuos detenidos durante allanamientos nocturnos. Un oficial dijo que los detenidos habían estado usando los libros para comunicarse unos con otros para, potencialmente, incitar a actividades extremistas.
En sus disculpas, el general Allen confirmó la quema de libros, pero dijo que no había sido deliberado. “Cuando nos enteramos de estas acciones, intervinimos inmediatamente y las interrumpimos”, se lee en su declaración escrita. “Los materiales recuperados serán tratados adecuadamente por las autoridades religiosas pertinentes”.
“Estamos investigando meticulosamente este incidente, y estamos tomando medidas para asegurarnos de que esto no vuelva a ocurrir… Lo prometo… En esto no hubo mala intención”.
Mientras el general Allen y sus recientes predecesores han tratado de mejorar la formación cultural de los soldados y, de acuerdo a muchos afganos, han tenido algún grado de éxito, incidentes como este del lunes amenazan seriamente con minar esos avances. Quejas anteriores sobre la conducta de algunas fuerzas extranjeras se han referido a sus allanamientos nocturnos, en centros de detención y en las relaciones del día a día con afganos.
“Han quemado nuestro Corán”, dijo Mohammed Asif, 30, manifestándose frente a la entrada de la Base Aérea de Bagram. “Somos musulmanes y somos creados por Dios y el Corán es el libro de Dios; tenemos que defenderlo. Esto significa que quemaron nuestra fe, nuestro honor y nuestra vida. La persona que hizo esto debe ser juzgada”.
El número de ejemplares quemados parece rondar en los diez o quince, dijo Farid Ahad Shafaq, miembro del consejo provincial en Parwan que visitó la Base Aérea de Bagram para reunirse con funcionarios de la OTAN. “Vimos los ejemplares quemados”, dijo. “Algunos se quemaron completamente; otros, solo un poco; y otros solo estuvieron expuestos al calor”.
Todavía no está claro cuántos ejemplares del Corán pensaban quemar, dijo Shafaq, agregando que él y otros no sabían cuántos ejemplares había en la biblioteca del centro de detención ni de dónde provenían. Dijo que los oficiales dijeron que “hemos reunidos todos los ejemplares del Corán y otros libros sagrados durante nuestras operaciones y redadas nocturnas y allanamientos y algunos fueron dados al personal militar como regalos de afganos que trabajan con los estadounidenses en la base”.
Sin embargo, eso no tenía sentido para Shafaq porque todos los ejemplares del Corán que le mostraron los oficiales eran nuevos, dijo.
El Talibán definió la acción estadounidense como un “acto salvaje” de falta de respeto a los musulmanes de Afganistán.
[Sharifullah Sahak y Jawad Sukhanyar contribuyeron al reportaje.]
29 de marzo de 2012
9 de marzo de 2012
22 de febrero de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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