[Libia] [Aunque la atención del mundo se concentre en el recrudecimiento de la carnicería en Siria, Libia se tambalea peligrosamente al borde del abismo.]
[Frederic Wehrey] Un día después de que empezara la rebelión libia, un débil gobierno de transición se enfrenta a milicias armadas y una creciente frustración pública. Desafiantes jóvenes con armas de grueso calibre controlan los aeropuertos, puertos e instalaciones petrolíferas de Libia y los contrabandistas controlan las zonas desérticas al sur de la capital. Los enfrentamientos entre las varias milicias por el territorio y el poder político se han exacerbado.
El gobierno libio ha tomado lugar en la galería, evitando enfrentarse a las milicias que no puede controlar. Recientes intentos de dominar los bastiones de Gadafi en la ciudad de Bani Walid terminaron en humillantes episodios; las fuerzas del gobierno fueron superadas y derrotadas. Su debilidad es el producto de la falta de una institución crucial para la construcción de un estado: un ejército nacional.
Hace poco funcionarios de gobierno anunciaron planes para desarmar a las milicias e integrar a los ex rebeldes en el ejército. Pero no hay ejército para absorber a estos jóvenes combatientes –y aumentar la confianza de la opinión pública en la capacidad del gobierno para, si no resultara, desarmarlos. Mientras los países de la OTAN y aliados como Jordania y Qatar han empezado a adiestrar y equipar a las fuerzas de seguridad, hay muchas más cosas que pueden hacer los extranjeros para ayudar.
Washington tiene la oportunidad de dar forma de las relaciones cívico-militares y promover la democracia y el crecimiento económico así como ayudar a estabilizar el norte de África. Estados Unidos encontrará que los militares libios son una hoja en blanco.
A diferencia de Egipto, Libia no tiene una junta de generales que puedan obstruir una transición a la democracia. Moamar al-Gadafi, temeroso de los golpes, invistió de muy poca autoridad a los altos rangos de las fuerzas armadas. Puso a su hijo Khamis, capitán, a cargo de la unidad más capacitada del ejército, la Brigada Khamis. Esa unidad, junto con la estructura organizacional del ejército, se desintegró durante la guerra.
Las tiendas de equipamientos están en ruinas. Hay una grave escasez de oficiales jóvenes, un legado de la decisión de Gadafi de adiestrar a oficiales jóvenes solamente para las unidades de elite del gobierno. Las prioridades claves son el adiestramiento y la educación. Se deben concentrar esfuerzos en el adiestramiento de los soldados, y en educar a la nueva generación de oficiales libios en áreas como las relaciones cívico-militares, el estado de derecho y los derechos humanos.
Estados Unidos ha destinado 350 mil dólares para el adiestramiento y educación de las fuerzas armadas libias, una pequeña suma en comparación con la ayuda que prestan las fuerzas armadas de Estados Unidos a los vecinos de Libia y difícilmente suficientes para ayudar a reconstruir las instituciones de defensa libias. La mayoría de estos fondos pueden ser un residuo de la ayuda estadounidense apropiadamente reducida en los últimos meses de la era de Gadafi, pero la lógica de estos límites ya no se sostienen.
Además del adiestramiento, las fuerzas armadas libias necesitan urgentemente artículos relativamente baratos y no letales: repuestos para vehículos, aviones y barcos; uniformes y equipos de protección personal para soldados, y tecnología para el control de fronteras. Especialmente urgentes son los sistemas básicos de comunicación. Durante el gobierno de Gadafi, la tecnología de comunicación se destinaba fundamentalmente al servicio de inteligencia, antes que al ejército o las fuerzas policiales. Equipos más grandes se pueden comprar a tiempo por el gobierno libio cuando se reanuden los ingresos por el petróleo. Lo que es fundamental ahora es asesoría para crear una estructura institucional para las fuerzas armadas y su planificación estratégica.
El Líbano es un ejemplo de cómo este tipo de ayuda de baja intensidad puede reportar enormes dividendos. Según numerosas versiones, el ejército libanés es ampliamente considerado como la institución más fiable en ese fragmentado país. En 2007, cosechó el elogio de todos los sectores de la sociedad libanesa durante su lucha contra los militantes suníes en el campo de refugiados de Nahr al-Bared. Las transferencias de equipos y adiestramiento estadounidenses fueron cruciales para ganar la guerra. Hoy, a la sombra de la guerra civil en Siria, el ejército libanés podría ser la única institución que puede mantener unido al país.
Un ejército no es la única cura para las enfermedades de Libia. El desarrollo económico, un robusto sector privado, un poder judicial independiente, una sociedad civil y un Parlamento empoderado son todas partes de la ecuación. Antes de que estas instituciones puedan echar raíces, debe haber seguridad.
[Frederic Wehrey es analista de políticas públicas para la RAND Corporation, un centro de investigación sin fines de lucro].
1 de abril de 2012
9 de marzo de 2012
25 de febrero de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer