[Ruidoso, Nuevo México, Estados Unidos] [La nueva economía de la hípica está haciendo más peligroso un juego que ya lo era, debido a que controles poco exigentes hacen correr enormes riesgos al animal y al jinete.]
[Walt Bogdanich, Joe Drape, Dara L. Miles Y Griffin Palmer] A las 2:11 p.m., mientras dos ambulancias esperaban con los motores encendidos, diez caballos arrancaron a gran velocidad desde el cajón de salida del hipódromo Ruidoso Downs Race Track, a dos mil metros sobre el nivel del mar en las Montañas de Sacramento, Nuevo México.
Diecinueve segundos después, bajo un brillante cielo azul, un jinete y campeón nacional, Jacky Martin, yacía a todo lo largo en el surcado suelo justo al otro lado de la meta, con su cuello roto en tres lugares. En el suelo a su lado yacía su asustado caballo, con las piernas rotas y respirando dificultosamente. En unos minutos sería sacrificado en la pista.
Por llegar cuarto este día de septiembre el año pasado, Jacky Martin ganó sesenta dólares y posiblemente toda una vida conectado a un respirador.
Al día siguiente, casi volvió a pasar lo mismo. En prácticamente el mismo lugar, otro caballo se rompió una pata delantera, lanzando a su jinete de cabeza contra el suelo. El jinete salvó de la muerte con graves lesiones, pero no su caballo de dos años, Teller All Gone. Fue sacrificado y luego arrojado cerca de un viejo inodoro en una chatarrería a corta distancia de donde había sido vendido en una subasta el año pasado.
En las siguientes veinticuatro horas, dos temerosos jinetes rechazaron las monturas asignadas. El público rindió homenaje a otros dos jinetes que habían muerto en la pista. Mientras los doctores luchaban por salvar la vida de Martin, un letrero apareció junto al tablero totalizador del hipódromo: “Aguanta, Jacky. Te queremos”.
En promedio, en Estados Unidos mueren a la semana veinticuatro caballos en hipódromos en todo el país. Muchos son caballos de carrera baratos, con pocas protecciones regulativas, para ganar premios cada vez más grandes. Estas muertes quedan a menudo sin investigar, los cuerpos son enviados a plantas de procesamiento de subproductos animales y vertederos antes que a patólogos que podrían descubrir por qué murieron esos caballos.
En 2008, después de que un caballo del Kentucky Derby, Eight Belles, se rompiera los dos tobillos en una carrera transmitida por televisión nacional y fuera sacrificado, el Congreso extrajo promesas del rubro de la hípica de que haría más segura la actividad. Aunque se han implementado medidas de seguridad -como la prohibición de los esteroides anabólicos-, es difícil evaluar su impacto debido a que muchos hipódromos no llevan cifras fiables de los accidentes o no quieren divulgarlas.
Pero una investigación del New York Times ha constatado que las prácticas del rubro continúan poniendo en peligro tanto al animal como al jinete. Un análisis por ordenador de datos de más de ciento cincuenta mil carreras, junto con partes de lesiones, resultados del test de drogas y entrevistas, muestra una industria todavía atascada en la cultura de los fármacos y drogas y de regulaciones poco estrictas y una tasa de colapsos fatales que sigue siendo mucho peor que en la mayor parte del resto del mundo.
La nueva economía de la hípica está empeorando lo que siempre fue un juego peligroso. Enfrentados a una aguda pérdida de clientes, los hipódromos han agregado crecientemente casinos de apuestas a sus operaciones, lo que ha resultado en premios más altos que también han servido de incentivo para que los entrenadores hagan correr a caballos en malas condiciones. En el Aqueduct Racetrack en Queens, la cantidad de caballos muertos y lesionados ha aumentado fuertemente desde que en el lugar abriera un casino, a fines del año pasado, sus puertas.
Las lesiones de Martin ocurrieron en un estado con el peor historial de seguridad en los hipódromos, un lugar donde la mayoría de los entrenadores que, ilegalmente, inflan a caballos enfermos con analgésicos para ocultar la lesión –y hacerlos correr- no son ni multados ni suspendidos y los dueños de esos caballos drogados normalmente conservan sus ganancias.
La incapacidad de los inspectores para poner fin al engaño se refleja en las cifras. Según los archivos, desde 2009 los entrenadores en hipódromos en Estados Unidos han sido sorprendidos drogando ilegalmente a caballos tres mil ochocientas veces, una cifra que minimiza enormemente el problema debido a que sólo un pequeño porcentaje de los caballos son efectivamente controlados.
En el mismo periodo, de acuerdo al análisis del Times, seis mil seiscientos caballos colapsaron o mostraron síntomas de lesiones. Desde 2009, la tasa de incidentes no sólo no ha descendido, sino que ha aumentado ligeramente.
La más grande cantidad de incidentes en un solo día –veintitrés- ocurrió el año pasado en el día de carreras más famoso de Estados Unidos, el Kentucky Derby. Un caballo del Derby se fracturó una pata, así como un caballo en una carrera previa en Churchill Downs. En total, siete jinetes fueron lanzados contra el suelo después de que sus caballos colapsaran.
Un estudio de estado por estado del Times muestra que murieron cerca de tres mil seiscientos caballos en pistas de carrera o adiestramiento reguladas por los estados en los últimos tres años.
En un periodo de trece días de carreras en 2010 en el Hipódromo y Casino Sunland Park de Nuevo México, nueve caballos murieron durante una carrera, cinco fueron sacados en ambulancia y dos jinetes fueron hospitalizados, uno en estado crítico.
“Es difícil justificar que ocurra esto con tantos caballos”, dijo el doctor Rick Arthur, director médico equino de la Junta Hípica de California. “En los humanos no se ve nunca que alguien se rompa las piernas mientras participa como corredor en las Olimpíadas. Pero sí se ve en las carreras de caballos”.
Incluso algunos de los hipódromos más prestigiosos de Estados Unidos, entre ellos el Belmont Park, el Santa Anita Park y el Saratoga Race Course, tuvieron el año pasado tasas de incidentes más altas que el promedio nacional, según muestran los archivos.
Por qué colapsan los caballos de carrera a tasas tan altas es un tema que ha sido debatido durante años, pero la discusión vuelve inevitablemente a lo fármacos y las drogas.
Los laboratorios todavía no pueden detectar las drogas que aumentan el rendimiento más nuevas, mientras que los entrenadores experimentan con cualquier cosa que les dé una ventaja, incluyendo químicos que hacen ganar músculo al ganado y a los cerdos antes de llevarlos al matadero, veneno de cobra, Viagra, dopaje, estimulantes y fármacos cancerígenos.
El dopaje ilegal, dicen funcionarios de hipódromos, ocurre a menudo en granjas privadas antes de que los caballos sean transportados al hipódromo. Pocos estados permiten la fiscalización de caballos en granjas privadas.
“Son farmacias”, dijo el doctor George Maylin, durante largo tiempo director del laboratorio de pruebas del estado de Nueva York. “Nadie tiene control de lo que está haciendo”.
Incluso así, los fármacos terapéuticos legales –los analgésicos en particular- representan el riesgo más alto tanto para el caballo como para el jinete. En Inglaterra, donde las tasas de colapso son la mitad de las de Estados Unidos, los caballos no pueden competir bajo el influjo de drogas.
En niveles más altos, los analgésicos pueden enmascarar la lesión, haciendo menos efectivos los exámenes previos a las carreras. Si un caballo no puede sentir una lesión existente, puede correr más rápido de lo que lo haría de otro modo, ejerciendo más presión sobre la lesión. Casi el noventa por ciento de los caballos que colapsan tenían lesiones prexistentes, constataron investigadores de California.
“Esta es simplemente una receta para el desastre”, dijo el doctor Tom David, que hasta este año fue veterinario jefe para la Comisión Hípica de Luisiana. “Articulaciones y músculos inflamados, y una ligera cojera son enmascarados con medicamentos y por eso no es posible detectarlas”.
Aunque las carreras más publicitadas como las Triple Crown reciben la mayor parte de la atención, el principal pilar del mundo de las carreras en Estados Unidos es el escalón más bajo, las llamadas carreras de reclamación. Los caballos de estas carreras son los más vulnerables, debido en parte a que los inspectores a menudo les conceden menos protecciones contra fármacos potencialmente peligrosos.
El análisis del Times determinó que los caballos en las carreras de reclamación tienen un 22 por ciento más de probabilidades de colapsar o de mostrar síntomas de lesiones que los caballos en carreras de más jerarquía. Ese nivel más bajo de carreras se ha visto particularmente afectado por la llegada de los casinos.
En Aqueduct, la mayoría de los dieciséis caballos que han muerto en lo que va de año, eran de rango más bajo, donde los premios han subido más rápidamente debido al nuevo dinero de los casinos.
“Es difícil mirar correr a estos pobres animales para beneficio de personas a las que poco interesa si acaso sobreviven”, dijo la doctora Margaret Ohlinger, veterinaria de caballos de carrera en el Casino e Hipódromo Finger Lakes al norte de Nueva York. Es la encargada de las inspecciones previas a las carreras, y trata a los caballos lesionados en carreras, aunque no es responsable de su cuidado general.
En el hipódromo el año pasado, Ohlinger contó 63 caballos muertos. Eso, dijo, es más del doble de las muertes de hace cinco años.
Fiscalización Socavada
Los funcionarios de los hipódromos han siempre hecho todo lo posible para ocultar los colapsos fatales, desplegando biombos alrededor de caballos caídos y luego negándose siempre a revelar las tasas de accidente de los hipódromos.
Pero en medio de críticas de que las comisiones hípicas individuales de los estados carecían de la voluntad para hacer más segura la actividad, y la amenaza de una fiscalización federal, la industria prometió cambios, incluyendo nuevas restricciones al uso de fármacos, un programa para acreditar hipódromos y laboratorios para controlar fármacos y drogas y uniformar las normas para el castigo de los infractores del reglamento sobre drogas.
El rubro también inició una base de datos nacional donde se pide a los hipódromos, voluntariamente, que informen sobre las lesiones [ocurridas en sus carreras] con la garantía de confidencialidad.
De momento, la respuesta a estas medidas reformistas no ha sido suficiente.
Cincuenta y cinco hipódromos prometieron que tratarían de acreditarse, permitiendo entre otras cosas las inspecciones previas a las carreras y exámenes post-mortem, o necropsias. Menos de la mitad han guardado su promesa.
“Algunos hipódromos no tienen el dinero que se necesita para cumplir con nuestras normas; otros creen que es cosmética y para qué molestarse”, dijo Michael Ziegler, director ejecutivo de la Alianza de Seguridad e Integridad de la Asociación Nacional de Caballos de Carrera Purasangre. “El seguimiento en los hipódromos no ha sido respondido”.
El programa de acreditación de laboratorio, introducido en julio de 2009, ha funcionado mucho peor. Después de definir el programa como un paso “sin precedentes” que “finalmente cambiará la cara del control de fármacos en este país”, el consorcio de grupos industriales que lo maneja dijo que ningún laboratorio ha sido acreditado.
Una asociación de inspectores de carreras escribió al Congreso el 14 de mayo de 2010, fanfarroneándose de que con la excepción medicamentos antihemorrágicos, “el día de carrera se prohíben las medicaciones”. Sin embargo, los archivos muestran que en Florida, un importante estado en el mundo hípico, los entrenadores siguen usando corticosteroides, un antinflamatorio, el día de las carreras.
El archivo nacional de partes de lesiones, mantenido por el Jockey Club, el más poderoso grupo de la industria hípica, ha sido más exitoso, llegando a reunir datos del 92 por ciento de los días de carreras.
“Los metemos a una base de datos, y proporcionamos herramientas a los hipódromos para que puedan analizar y desmenuzar la información ellos mismos”, dijo James L. Gagliano, presidente del Jockey Club, que dice que la organización ha estimulado a los hipódromos para hacer públicas las estadísticas. De momento, veinticuatro de las 86 pistas de carrera han hecho lo mismo.
Para evaluar la frecuencia de las lesiones de caballos, el Times compró datos de cerca de 150 mil carreras desde 2009 a 2011, luego buscó los términos que indican que un caballo tuvo problemas físicos, como “colapso”, “cojera” o “trasladado”.
Aunque la gente que hace la crónica de las carreras (los anunciadores) pueden ser estilísticamente diferentes, les enseñan a usar los términos habituales del rubro, y sus descripciones son el archivo oficial utilizado por los apostadores para evaluar a los caballos.
El análisis mostró que durante esos tres años la tasa de incidentes para caballos en Estados Unidos era de 5.2 por cada mil salidas.
En contraste, el Hipódromo Woodbine de Toronto, que tiene año tras año una de las tasas de colapsos más bajas de Norteamérica, tuvo una tasa de incidentes de sólo 1.4, de acuerdo al análisis del Times. “Una de las diferencias aquí es que la medicación no es tan permisiva como en Estados Unidos”, dijo Jamie Martin, vicepresidente ejecutivo de Woodbine.
De acuerdo al análisis, cinco de los seis hipódromos con las tasas de incidentes más altas del año pasado, eran de Nuevo México. Todos tienen casinos de pistas, llamados comúnmente “racinos”. Ruidoso, donde se lesionó Jacky Martin, estuvo en lo más alto de la lista de 2011 con 14.1 incidentes por cada mil salidas. Ruidoso atribuye su tasa de incidentes en parte a la incapacidad de los caballos de aclimatarse rápidamente a la elevación de la pista. Algunos caballos que parecían estar lesionados, dijeron funcionarios de la hípica, simplemente pueden haber necesitado más tiempo “para recuperar el aliento”.
Sin embargo, ningún accidente de los últimos tres años se puede comparar con lo que ocurrió en una sola carrera el 29 de febrero en el Hollywood Casino en las Charles Town Races en West Virginia. Salieron ocho caballos. Cayeron siete. Uno llegó a la meta. En el camino quedaron desparramados en la pista, siete jinetes.
La carrera siguiente, y la última, fue cancelada, no sólo por el tiempo que tomaba limpiar la pista, sino también porque había muy pocos jinetes disponibles o dispuestos a correr.
Infracciones al Test de Drogas
Era la primera Carrera del día en Hobbs, Nuevo México. La pista era rápida y el tiempo, despejado. Poco después del mediodía del 16 de octubre de 2010, nueve potros fueron dejados en el arrancadero del Casino Zia Park.
Con la meta apenas a cuatrocientos metros, esta sería un arrancón total, en caballos de carrera el equivalente de una carrera de un cuarto de milla. Aunque estas carreras, corridas por una raza llamada caballos de cuarto de milla, carecen del suspense de una carrera más larga de purasangres, lo remplazan con un arrancón de adrenalina pura. Los mejores caballos de cuarto de milla pueden alcanzar casi ochenta kilómetros por hora.
Tres semanas antes en el Zia Park, Mark Anthony Villa estaba arriba de un cuarto de milla cuando la montura colapsó justo pasando la meta, arrojándolo al suelo. Con la manada de animales de más de media tonelada acercándose a él, Villa trató de arrastrarse hacia la seguridad.
No lo logró. Los cascos de un caballo lo golpearon en la cabeza con tal fuerza que su casco sonó como una bala en la pista. Murió al instante, dejando una esposa e hijos mellizos.
Durante años los veteranos de las pistas de carrera sólo podían especular sobre si los caballos de carrera cuarto de milla eran más peligrosos que los purasangres de carrera. De hecho, el estudio del Times muestra que los caballos cuarto de milla tienen casi un veintinueve por ciento más de posibilidades de colapsar y mostrar síntomas de lesiones.
Con la muerte de Villa todavía en la mente de jinetes y espectadores, un potro pardo de dos años llamado I Glinced at Chicks entró al sexto cajón a esperar el disparo de salida. Para los apostadores, era un animal a observar. El caballo había ganado una sola carrera y era entrenado por Andrés González, el que, de acuerdo a los archivos de la comisión hípica, permitía que sus caballos corrieran con ayuda extra. Ayuda ilegal.
Una semana antes, otro caballo entrenado por González había corrido en el Zia Park con doce veces el límite legal de un fármaco que imita a los esteroides. Hacia fines de 2011, González habría acumulado una docena de infracciones al test de drogas en apenas cuatro años. Su tío, Ramón O. González Sr., para el que había trabajado a menudo, tenía su propia y larga lista de infracciones, incluyendo acusaciones de que había drogado a diez caballos en apenas dos meses.
No se sabe si I Glance at Chicks sintió dolor mientras corría, pero nunca trató a avanzar al primer lugar. Poco después de cruzar la meta en quinto lugar, colapsó. El diagnóstico: una fractura de hueso en su pierna delantera izquierda y desgarro de ligamento, lesiones de las que no podía recuperarse.
Un veterinario, el doctor Clayton McCook, sacrificó al potro con una inyección de pentobarbital. Después. McCook escribió una nota “a quien pueda concernir”, expresando su consternación a las autoridades sobre este fatal colapso y otros semejantes.
“He tenido que aplicar eutanasia a varios caballos debido a lesiones catastróficas y creo que están ocurriendo más frecuentemente de lo que deberíamos esperar”, escribió McCook. “No pretendo ser un experto en pistas de carrera, ni en el adiestramiento de caballos de carrera, pero sí sé que está pasando algo raro en el Zia Park”.
De acuerdo a un análisis de los archivos de las carreras, el Zia Park tuvo en 2010 la segunda tasa de incidentes más alta del país: 13.3. El año pasado, estuvo en el cuarto lugar, con una tasa de 11.9. Después de que los dueños de caballos se quejaran sobre la superficie de la pista, funcionarios del Zia Park dijeron que habían gastado ochenta mil dólares en una nueva superficie antes de la temporada de carreras de 2011.
Durante los tres días que duró la visita de un periodista del Times al Zia Park en noviembre pasado, ocho caballos colapsaron, murieron o fueron retirados de la pista. En el momento, funcionarios del hipódromo dijeron que la política de la compañía no permitía el acceso de periodistas a la parte de atrás donde los entrenadores guardan a sus caballos.
Christopher McErlean, vicepresidente hípica del Penn National Gaming, que es propietaria del Zia Park, declaró que el análisis del Times utilizó cifras “producidas por profesionales no médicos con el propósito de perjudicar carreras futuras”.
McErlean también dijo que algunos caballos son retirados como precaución y en realidad pueden no tener lesiones.
Pero funcionarios del Zia Park dijeron que el año pasado “un número importante” de caballos habían sido retirados de la pista debido a que presentaban síntomas de agotamiento posiblemente provocados por el abuso de un fármaco que imita los esteroides anabólicos así como “otros problemas de medicación”.
McErlean dijo que Penn Gaming aprueba penas más severas para los que violen las reglas sobre el uso de fármacos.
Sin un examen post-mortem de I Glance at Chicks, no se pudo determinar si una enfermedad prexistente o algún otro factor desconocido pueda haber jugado un papel en su deceso. Pero las pruebas revelaron que el caballo había sido medicado con una enorme dosis de un poderoso analgésico llamado Flunixin.
En al menos dos estados, los potros de dos años no pueden correr con Flunixin. Pero sí se permite en Nuevo México, donde pueden recibir hasta cincuenta nanogramos del fármaco, más que el doble de la cantidad permitida en competencias de mayor categoría llamadas carreras de grado.
Pero incluso esa cantidad mayor no fue suficiente para González. I Glance at Chicks recibió 282 nanogramos de Flunixin.
Para poner esa cifra en perspectiva, la doctora Mary Scollay, veterinaria jefe de la Comisión Hípica de Kentucky, dijo que nunca antes vio niveles tan altos en su estado.
“Cuando revisas la historia de las infracciones a la medicación –Flunixin-, la mayoría no supera los cincuenta o treinta y cinco nanogramos, o cifras similares”, dijo Scollay. De hecho, dijo que en Kentucky no había visto nunca una infracción superior a 104.
En Nuevo México es una práctica habitual.
Caballos sometidos a pruebas en Nuevo México mostraron resultados superiores a 104 nanogramos en 68 ocasiones desde 2009, registrando algunos hasta mil e incluso 2.400 nanogramos, según consta en los archivos. Los niveles son tan altos que las autoridades veterinarias en otros estados dicen que el día de la carrera los caballos deben haber estado drogados, una práctica que está prohibida.
Antes de que la Comisión Hípica de Nuevo México pudiera fallar sobre la sobredosis de I Glance at Chicks, otro caballo entrenado por González dio positivo para niveles todavía más altos de Flunixin. Las dosis adicionales no perjudicaron el rendimiento. El caballo terminó primero, y su dueño, el primo de González, Ramón González Jr., pudo mantener sus ganancias.
Si Andrés González se preocupaba sobre cómo veía la comisión hípica el trato que dio a I Glance at Chicks, no tenía motivos para hacerlo. Los archivos muestran que recibió una notificación, y nada más.
Penas Bajas
La industria hípica en Nuevo México –los hipódromos y sus inspectores- se ha mostrado inusualmente lenta en responder a las notificaciones sobre seguridad.
Cuatro de los cinco hipódromos del estado, incluyendo el Zia Park y Ruidoso, no están acreditados, y la pista donde se lesionó Martin no informa sobre accidentes ni sobre los resultados positivos del test de drogas a organizaciones que monitorean esos eventos.
En 2010 y 2011 Nuevo México tampoco registró los resultados positivos del uso de analgésicos frecuentemente utilizados en exceso en las carreras, como el fenilbutazona, un antinflamatorio no esteroides conocido comúnmente como “bute”. Después de que el Times preguntara por qué no se había encontrado ninguno, el nuevo director ejecutivo de la comisión hípica del estado, Vince Mares, dijo que después de investigar el asunto, descubrió que el directorio anterior “había cancelado el test” por motivos económicos.
Sin una ley nacional que regule el uso de fármacos y drogas en las carreras, los inspectores de Nuevo México pueden ser tan permisivos como quieran a la hora de disciplinar a los infractores del reglamento sobre drogas.
Los entrenadores en Nuevo México que medican abusivamente con Flunixin a los caballos reciben una amonestación a la primera infracción, una multa de doscientos dólares a la segunda y una de cuatrocientos dólares a la tercera, según muestran los archivos.
En Indiana, en contraste, se pierden las ganancias después de la primera infracción. “Si alguien viola las regla pensando que el castigo va a ser blando o nada, entonces violar las reglas es simplemente el coste que se paga por hacer negocios”, dijo Joe Gorajec, director ejecutivo de la Comisión Hípica de Indiana.
Nuevo México da a los infractores otro respiro: borra las infracciones por Flunixin cada doce meses, permitiendo que los entrenadores vuelvan a dar sobredosis a sus caballos sin ningún obstáculo. Docenas de sobredosis por Flunixin sólo han resultado en avisos.
A veces el mismo caballo es drogado dos veces ilegalmente. El 9 de mayo de 2009, Runawayslew, un caballo entrenado por Andrés Gonzáez, corrió con dos fármacos antinflamatorios. Diecinueve días después, con otro entrenador, Runawayslew corrió con cocaína.
A nivel nacional la situación es similar. Los entrenadores a menudo no reciben castigo alguno por las infracciones al test de drogas, y en las raras ocasiones en que son suspendidos, se les permite entregar sus caballerizas a un asistente. Desde enero de 2005, 116 entrenadores violaron cinco o más veces el test de drogas, y diez entrenadores lo violaron diez veces o más, según muestran los archivos.
En Nuevo México, Cody Kelley, un abogado de Albuquerque que representa a personas acusadas de violar las reglas de la comisión hípica, incluyendo a Andrés González, dijo que los castigos eran demasiado arbitrarios.
“¿Hay gente que hace trampa en las carreras de caballo de Nuevo México? Sí, pasa en todas partes”, dijo Kelley. “Pero creo que en estos momentos nuestra comisión no está equipada para hacerle frente. Lo que necesitamos son reglas nacionales”.
Mares, de Nuevo México, concuerda en que su agencia necesita más penas uniformes para evitar la acusación de favoritismo. “Hay un problema con la consistencia –me puede citar si quiere”, dijo Mares. “Está siendo estudiado”.
Hace poco Nuevo México se convirtió en el primer estado en prohibir temporalmente que los caballos de carrera puedan correr con clenbuterol, un fármaco que ayuda a respirar, pero que ha sido ampliamente utilizado porque ayuda a hacer músculos.
En los últimos años, la comisión del estado ha pasado por situaciones embarazosas.
Un ex investigador está siendo procesado por cargos de robo de caballos mientras trabajaba en la comisión. La infracción por dopaje de otro entrenador fue desechada porque el fiscal que llevaba el caso no se apareció por el tribunal. Y la comisión tuvo que desechar cargos contra Ramón O. González Sr. por drogar a diez caballos porque olvidó presentar la documentación adecuada, de acuerdo a la fiscalía del estado.
Sin embargo, hay pocas posibilidades de que alguno de los González –Andrés, Ramón Sr., o Ramón Jr.- se deje ver pronto en un hipódromo de Nuevo México. A fines de enero, un gran jurado federal en Albuquerque los imputó por cargos relacionados con su participación en una organización dedicada al tráfico de drogas vinculada a uno de los más notorios carteles de la droga mexicanos. Todos se han declarado inocentes.
Andrés González fue detenido en el Hipódromo y Casino Sunland Park de Nuevo México. Su tío, Ramón Sr., fue detenido cuando conducía un remolque para caballos que las autoridades dijeron que transportaba más de veintiséis kilos de cocaína y doscientos gramos de marihuana.
Ocultando el Dolor, o Curándolo
Los colapsos pueden ser causados por una variedad de factores, incluyendo pistas en mal estado y errores de los jinetes. Pero los fármacos, usados a menudo para ocultar lesiones existentes, son el principal sospechoso.
“No es que los medicamentos causen estas lesiones, sino que los entrenadores sabían que los caballos estaban lesionados y les dieron fármacos para hacerlos correr”, dijo Arthur, el veterinario de la Comisión Hípica de California.
Las necropsias son consideradas esenciales para determinar si una lesión existente contribuyó a un colapso fatal. Sin embargo, sólo once estados las exigen, según constató el Times.
En California, donde la necropsia es obligatoria, los investigadores encontraron que la “gran mayoría” de los caballos tenían problemas prexistentes en el sitio de sus lesiones fatales.
“Para ser honesto, algunas lesiones pueden ser microscópicas y pueden no ser evidentes”, dijo Arthur. “Estamos tratando de saber por qué veterinarios y entrenadores no son capaces de identificar lesiones previamente a las lesiones catastróficas”.
Pero muchos achaques previos son en realidad graves. El Times consiguió cientos de informes de necropsia de caballos de carrera que murieron corriendo en Pensilvania y constataron problemas que incluían “una severa enfermedad degenerativa de las articulaciones”, “osteoartritis crónica severa” y neumonía con una “severa y extensa” inflamación de los pulmones. Un caballo tenía cincuenta úlceras estomacales. Otro sólo tenía un ojo. Patólogos también encontraron tornillos en dos caballos que se habían roto los huesos en accidentes anteriores.
En Estados Unidos se permite que los caballos corran con alguna dosis de medicación analgésica, usualmente bute. La pregunta, debatida furiosamente en la comunidad hípica, es a qué nivel los fármacos terapéuticos hacen poco seguras las carreras.
La tasa de mortalidad de Virginia aumentó después de que, en 2005, los inspectores elevaran el nivel de bute permitido a cinco microgramos, de dos. “Nuestros incidentes catastróficos aumentaron significativamente”, dijo el doctor Richard Harden, director médico equino de la comisión hípica del estado.
Virginia volvió al nivel más bajo de 2009, aunque la tasa de mortalidad no se ha reducido.
La tasa de mortalidad de Iowa se elevó en más del cincuenta por ciento después de que el estado, en 2007, permitiera niveles más altos de bute.
Las autoridades veterinarias dicen que los niveles más altos permitidos hacen más difícil la detección de cojera y otras lesiones durante los exámenes previos a las carreras. En un estudio, los investigadores de la Universidad de Oklahoma dijeron que habían encontrado bute en la mayoría de los caballos que murieron durante una carrera o en adiestramiento en los hipódromos de Oklahoma en 2010. Seis tenían tanto bute como Flunixin, una peligrosa práctica llamada “stacking” [apilamiento], se lee en el informe.
Los investigadores también expresaron preocupación de que pese a que hay menos carreras, murió un número nunca visto antes de caballos, lo que requiere una “meticulosa evaluación de la superficie de la pista, la medicación y los exámenes previos a las carreras”.
Pero prominentes propietarios y entrenadores, e incluso algunos veterinarios, dicen que las evidencias que vinculan a los fármacos con los colapsos no son convincentes.
Kent H. Stirling, presidente de la comisión nacional de medicación de la Horsemen’s Benevolent and Protective Association, dijo que no había “ninguna evidencia científica” de que cinco microgramos de bute en un día de carreras fueran peligrosos.
Stirling y otros dicen que a los caballos adoloridos no se les debe negar ningún fármaco si lo necesitan. “Si eres jinete y tratas de mantener bien a tu caballo y ponerlo tan bien y sano como puedas, entonces la medicación terapéutica es muy útil”, dijo.
Normalmente los inspectores consideran las infracciones por fármacos o drogas como más benignas que el uso en caballos de substancias prohibidas. Y conforman el grueso de las 3.800 infracciones que el Times contabilizó al sondear los estados hípicos.
Pero otros, entre ellos los reguladores hípicos en el exterior, dicen que los caballos no deberían competir con drogas o fármacos, independientemente del tipo que sean. “Los fármacos terapéuticos son, por definición, usados para sanar y curar”, dijo Arthur B. Hancock III, cuyo rancho ha entregado tres ganadores del Derby. “Los fármacos que pueden enmascarar el dolor y mejorar el rendimiento no son terapéuticos. Son lo que son: drogas que mejoran el rendimiento”.
El grupo industrial que gestiona las carreras de grado había prometido prohibir todos los fármacos terapéuticos en potros de dos años, pero a fines de febrero se retractó, diciendo que no tenían tiempo para incorporar reguladores en la junta.
George W. Strawbridge Jr., prominente criador y propietario, renunció al grupo por esa decisión, calificándola como “uno de los actos más cobardes” que había visto en su vida.
“¿Cómo es posible que nos encontremos en esta penosa situación?”, dijo Strawbridge. “La primera razón es que en este país por drogar a caballos no se deriva ninguna consecuencia”.
Respetando al Caballo
Chris Zamora conoce la sensación de montar un caballo enfermo. Pero recuerda a uno en particular.
El 25 de noviembre de 2008, Zamora guiaba a su caballo, Sinful Heart, por la primera vuelta en el Zia Park cuando sintió que algo andaba mal. “No quería dar la vuelta”, dijo. “Le dolía”.
Sinful Heart se desvió, chocó con otro caballo y cayó. Otro caballo tropezó con ellos.
Zamora, ganador de más de mil carreras, casi murió en el accidente, fracturándose el cráneo, la pelvis, las costillas y cuatro vértebras. Sus pulmones colapsaron, su hígado fue lacerado y su corazón, comprimido. “Tuvieron que insertar una aguja para sacar la presión de mi corazón”, dijo.
Sinful Heart sobrevivió para correr tres veces más, en carreras sucesivamente más baratas, sin ganar nunca hasta que colapsó y murió en el hipódromo de Ruidoso.
Durante cuatro meses después de su accidente, en marzo de 2009, Zamora volvió al hipódromo. Pero había cambiado. Nada de caballos baratos. “He dado preferencia a la calidad sobre la cantidad”, dijo. “No he montado caballos de los que se haya dicho que estaban lesionados. Rechacé más caballos en ese periodo que en toda mi vida”.
Los mejores entrenadores pueden haber estado descontentos, dijo, pero confiaron en su juicio y arreglaron el problema. “Eran grandes jinetes”, dijo Zamora, ofreciéndoles un cumplido.
Pero no todos lo eran. Ahora, dijo, algunos entrenadores simplemente buscan a otro jinete. “Estos tipos harán correr a un caballo hasta que se desplome totalmente, y cuando hay un hombre encima, bueno, mala suerte”, dijo.
Otros jinetes lesionados cuentan historias similares. “Creo que debería hacerse más para dejar que el caballo sane naturalmente en lugar de prepararlo para la siguiente carrera de modo que podamos sacarle una carrera más”, dijo Randy Meier, ganador de más de cuatro mil carreras, muchas de ellas en el área de Chicago.
Entretanto, Meier se ha roto el cuello, la clavícula, las costillas, los hombros, las piernas, los brazos, las muñecas y el esternón y sufrió una hemorragia cerebral.
Jinetes de Nuevo México han sido particularmente afectados. No solo murió Villa y quedaron Zamora y Martin gravemente lesionados, Juan Campos murió en un accidente automovilístico en agosto de 2008; Jimmy Ray Coates cayó el mismo año, su corazón dejó de trabajar dos veces después de romperse el fémur, un hombro y la clavícula; Carlos Rivas no tenía pulso cuando fue trasladado al hospital después de romperse la aorta en 2010; y el mismo año Kelsi Purcell se fracturó varias vértebras en un volcamiento.
También hubo otras lesiones.
“Hemos pasado tantas veces por esto”, dijo Terry Meyocks, gerente nacional del Jockeys’ Guild. Más de cincuenta jinetes permanentemente discapacitados reciben ayuda del Gremio de Jinetes, dijo.
Después del accidente de Zamora, Martin, un amigo y compañero de caza, le había dicho que no abandonara las esperanzas. “Volverás”, le dijo. “Estás estupendamente en forma, así que no te tomará demasiado tiempo. No has terminado todavía. No vas a necesitar un andador”.
Como todos los jinetes, Zamora estaba al tanto de los riesgos de montar caballos de carrera. “Cada vez que lo haces, corres el riesgo de caerte. Incluso con los caballos más sanos”.
Los buenos jinetes pueden alterar la ruta si el caballo está adolorido o a punto de colapsar. En algunos casos, sin embargo, no hay señales previas, no hay avisos. Y es entonces que los jinetes corren el mayor peligro”.
Jacky Martin no tuvo ningún aviso.
“Pensé que iba a morir”, dijo Adrián A. Ramos, que corría en la misma carrera. “Caí mal, muy mal. Estaba detrás de él y vi todo”.
Segunda Oportunidad
La pregunta que quería preguntar casi todo el mundo en el hipódromo era por qué. ¿Por qué accedió Martin, en la cima de su carrera, ganador de un récord de siete All American Futurities, a montar un caballo barato sin ninguna victoria apenas tres días antes de correr la Futurity de 2.4 millones de dólares favorita?
Finalmente la favorita ganó y debería haber ganado 120 mil dólares, la parte habitual que se llevan los jinetes. Por montar un caballo que le rompió la nuca, Martin no recibió más que lo que vale un tanque de gasolina.
Hasta ese desgarrador momento en la pista de Ruidoso, Martin, a los 56, había estado en un viaje redentor para enderezar los entuertos de su vida, ayudar a jinetes más jóvenes a evitar los errores que había cometido y recuperar lo que había perdido: la oportunidad de estar montado en un caballo de carrera y extraer de él todo el poder que estuviera dispuesto a brindarle, y nada más.
Durante cuatro años en 2006 a Martin le prohibieron el acceso al hipódromo después de ser sentenciado a una pena condicional por caza ilegal de un ciervo y por poseer menos de un gramo de metanfetamina. Él y su esposa Tracey, que es también su agente, se mudaron a Luisiana. “Trabajé con caballos todos los días durante tres años y medio, como mozo de cuadra, dijo Martin. “Eso era lo que yo era: un aprendiz de diez dólares”.
En la tarde, Martin ayudó a construir vallas e incluso un granero, contó su esposa. “En realidad nosotros recogíamos estiércol de caballo y lo vendíamos para sobrevivir”, dijo.
Fue una brusca caída para un hombre que gozaba de tanto prestigio en el deporte que empresarios mexicanos enviaban guardias armados para escoltarlo a carreras de apuestas al sur de la frontera.
“Después de un tiempo, reclamó responsabilidad por las cosas malas que hizo y logró superarse”, dijo la señora Martin. Igual de importante, dicen sus amigos, es que desarrolló un aprecio todavía más profundo por el papel que jugaban otros en la hípica, desde mozo de cuadra y dueños que luchaban por seguir en el juego.
En el verano de 2010, Martin fue finalmente autorizado para correr y volvió a Ruidoso sintiéndose inseguro porque no sabía cómo sería recibido. Cuando corrió el rumor de que “Jacky había vuelto”, los propietarios estaban felices de poder ofrecerle ayuda, pero estaban sobre todo ansiosos por ganar.
Y ganó. Con la temporada de carreras a medio camino, Martin arremetió para ubicarse en primer lugar y convertirse en el mejor jinete de 2010.
“Estaba tan agradecido de tener una segunda chance”, dijo la señora Martin en diciembre. “Estaba en la radio, diciendo: ‘Aquí la gente debe saber que pueden ser perdonados y tener éxito. Si yo puedo enderezar mi vida torcida, tú también puedes’”.
En el proyecto de Martin de ganar una octava Futurity en 2010, su caballo perdió por una nariz en uno de las más grandes sorpresas en la historia de esa carrera. Pero la pérdida no redujo la alegría por estar compitiendo de nuevo.
“Que resultara como resultó, es un cuento de hadas”, dijo Martin a una revista hípica en 2010.
Martin se cayó un año después, el viernes antes del Día del Trabajo, al principio del último y más grande fin de semana de carreras en Ruidoso. Las decenas de miles de espectadores, que más tarde llenarían las graderías y marcarían la lejana autopista con coches estacionados, todavía tenían que llegar.
Solo un pequeño grupo, compuesto por familiares de jinetes, entrenadores y dueños, estaba a la mano para ver caer a Martin. Una mujer gritó porque pensó equivocadamente que su marido estaba lesionado.
Las autoridades no hicieron demasiado para determinar por qué colapsó Phire Power, el caballo de Martin. La comisión dijo que el test de drogas no encontró ninguna substancia prohibida, pero el alcance del test no está claro, incluyendo si el caballo fue controlado por bute. El estado también dijo que el cuerpo del caballo no fue sometido a ningún examen post-mortem antes de ser destruido.
Dentro de minutos la señora Martin fue escoltada hacia la pista para que acompañara a su marido caído. En los siguientes seis meses, rara vez dejaría de estar a su lado.
En dos días, Martin debía firmar autógrafos en Ruidoso para reunir dinero para los jinetes lesionados. En lugar de eso, otros jinetes firmaron autógrafos para reunir dinero para él.
Desde el accidente, Martin ha estado y saliendo de hospitales en tres ciudades. Ha sufrido infecciones, neumonía, náuseas, pérdida de peso, úlceras y otros problemas. Sigue paralizado, incapaz de mover sus brazos o piernas. Respira con un respirador.
Entretanto, la comunidad hípica se ha agrupado en torno suyo, enviando no solo palabras de apoyo sino también dinero para ayudar a sufragar los crecientes costes de su seguro médico. El dueño de Ruidoso, R.D. Hubbard, prometió cien mil dólares. Ha habido subastas silenciosas y otras recaudaciones de dinero. Su esposa teme que no sea suficiente.
A través de todo esto, Martin se niega a sentir lástima de sí mismo.
En diciembre, mientras luchaba por respirar en un hospital de Houston, le dijo a un periodista, suavemente, que no se arrepentía de nada.
“Es un mal negocio”, dijo. “Pero si pudiera hacerlo nuevamente, estaría ahí mismo haciéndolo otra vez. Yo monto caballos. Es un riesgo que aceptamos todos los jinetes”.
De regreso a casa en El Paso, la señora Martin dice que su marido obtiene uno de sus pequeños placeres de sentarse en su silla de ruedas junto a una ventana para mirar los caballos que entrenan en silencio en la distancia.
La lesión de Martin afectó profundamente a Zamora. No solo estaba perdiendo a un amigo jinete, sino además el deporte estaba perdiendo a un jinete, a un caballero, que había llegado a representar lo mejor que este podía ofrecer.
“Montaba los mejores caballos del mundo, pero merecía los mejores”, dijo Zamora. “Tenía manos grandes. Dejaba que un corredor fuera un corredor en lugar de coger el látigo demasiado pronto. Sus animales lo querían y corrían por él y lo entendían. Cuando uno de ellos no quería correr, no lo hacía correr. No cogía el látigo. Tienes que entenderlos, eso es lo que hace a un gran jinete. Él lo era. Era especial”.
En el otoño pasado, semanas después del revolcón de Martin, Zamora salió por última vez del camarín de jinetes.
“Sabía que estuve muy cerca [de la muerte] y no podía superar eso”.
Dolor
Era la tercera Carrera en Ruidoso, el 11 de Julio de 2009.
En las graderías se encontraban Laura y Armando Alvarado con sus dos nietos, de once y catorce.
Los Alvarado no eran amantes de la hípica, pero ahora estaban de vacaciones –habían conducido hasta el balneario El Paso en la montaña- y pensaron que sus nietos podrían disfrutar con su primera carrera de caballos.
Alvarado llevó a los niños a la pista para que miraran más de cerca. Diez caballos emergieron del cajón, incluyendo un cuarto de milla pardo criado en Texas llamado Sinful Heart, el mismo caballo que se había caído hace algunos meses, en un accidente que casi le costó la vida a Chris Zamora.
Justo al superar la meta, Sinful Heart, con otro jinete, colapsó en la pista. “¡El caballo está sangrando!”, gritó uno de los niños.
Los niños no estaban visiblemente conmocionados, pero Alvarado dijo que lamentaba que hubieran tenido que presenciar la muerte desde tan cerca. Después de unas carreras más, se fueron de compras.
Cinco días después, un familiar apasionado de las carreras visitó a los Alvarado y decidieron ir al hipódromo.
“Iba a ser una experiencia de todo el día, y pensé que sería simpático que este hombre les hablará de historia y otros detalles”, dijo la señora Alvarado.
Una vez más, Alvarado llevó a los niños a la pista a mirar la llegada de la primera carrera del día.
Esta vez, un caballo se rompió una pata, lanzando a su jinete –que casualmente era Chris Zamora- al suelo, donde el jinete y el animal cruzaron la meta rodando como arbustos.
“Fue terrible”, dijo Alvarado. Aunque Zamora no presentaba lesiones serias, el caballo estaba herido. “Se le veía el hueso a través de la piel”, dijo Alvarado.
Los dos niños se echaron a llorar. “Nunca he visto tan de cerca una cosa tan horrible”, dijo Alvarado. “Los niños estaban aterrorizados”.
El caballo fue sacrificado en la pista. La familia salió rápidamente del hipódromo. Alvarado dijo: “Le dije a Armando, simplemente aléjate. Queríamos salir de ahí cuanto antes”.
Después, su nieta dijo: “No quiero ir nunca más a un hipódromo”.
La señora Alvarado escribió una carta al editor del diario local.
“Por los animales y los niños nos sentimos obligados a dar a conocer a los funcionarios del ayuntamiento, a las agencias y a otros esta horrible experiencia e instarle a investigar”, escribió.
Dijo que había enviado copias de la carta al alcalde, al hipódromo, a su veterinario jefe, a la Sociedad Protectora de Animales y a la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales.
La señora Alvarado esperaba una respuesta.
Pero nunca le respondió nadie.
[Rebecca R. Ruiz y Matthew Orr contribuyeron al reportaje desde Nueva York.]
12 de abril de 2012
24 de marzo de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer
El Problema verdadero es la actitud humana. La «pureza perpetuitiva»(pensada por el hombre, creando el concepto de Raza Pura) genera debilidad en la especie en menor variedad de adaptación al medio «Tobillo fino, caballo de carrera» el problema en todas las áreas de lo que conocemos está en tratar de parchar un hueco más grande que el parche, quiten la raíz y ahí estará la solución. La ambición desmedida aleja al amor