[Bogotá, Colombia] [Países latinoamericanos buscan alternativas a la guerra contra las drogas de Estados Unidos.]
[Juan Forero] Cuando el presidente Obama llegue a Colombia parar la cumbre hemisférica este fin de semana, oirá a presidentes latinoamericanos decir que la guerra de Estados Unidos contra las drogas, la que criminaliza el consumo de drogas y utiliza métodos militares para luchar contra las bandas, es un fracaso y que se deben considerar cambios profundos.
Los presidentes latinoamericanos dicen que no han desarrollado un modelo alternativo al enfoque favorecido por sucesivos gobiernos estadounidenses desde que asumiera Richard Nixon. Pero el gobierno colombiano dice que una gama de opciones –incluyendo la despenalización de la tenencia de drogas, la legalización del uso de la marihuana y la regulación de los mercados- será debatida durante la Cumbre de las Américas en Cartagena, una ciudad en la costa del país.
Enfrentados a la violencia que ha causado cincuenta mil víctimas mortales en México y creado zonas de guerra en América Central, algunos líderes regionales han estado discutiendo durante meses, abiertamente, lo que consideran que son deficiencias del enfoque estadounidense. Pero la cumbre es la primera oportunidad para muchos de ellos de compartir directamente sus quejas con Obama.
Los líderes que han ofrecido más enérgicamente nuevas propuestas, o desarrollado críticas cuidadosamente elaboradas de la política estadounidense, se encuentran entre los aliados más estrechos de Washington. Incluyen al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, un ex ministro de Defensa que ha conseguido ayuda estadounidense para debilitar a los carteles de la droga; el presidente de Guatemala, Otto Pérez, un ex militar que ha combatido las bandas de narcotraficantes; y el presidente mexicano Felipe Calderón, cuyo país está implicado en una guerra generalizada contra los carteles.
“Probablemente nadie ha luchado tanto contra los carteles de la droga y contra el tráfico como yo”, dijo Santos en una entrevista la semana pasada con el Washington Post. “Pero al mismo tiempo, debemos ser muy francos: después de cuarenta años de pedalear y pedalear, a veces miras a la izquierda, o miras a tu derecha, y estás casi en la misma posición. Así que tienes que preguntarte si acaso estamos haciendo lo correcto”.
Pérez, cuyo pequeño país ha sido engullido por la violencia que sus fuerzas de seguridad apenas pueden contener, ha sido el más decidido y sorprendente partidario de profundos cambios de política. Las fuerzas armadas y la policía bajo su mando han seguido combatiendo contra los traficantes, dijo en una entrevista desde Ciudad de Guatemala. Sin embargo, dijo que tienen sin embargo poco que mostrar.
“La estrategia que hemos seguido en estos últimos treinta o cuarenta años es un fracaso, y tenemos que reconocerlo”, dijo.
En Washington, la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca, que supervisa las políticas antidrogas del gobierno de Obama, se negó a comentar sobre el debate. Pero durante una visita de dos días a América Central y México el mes pasado, el vicepresidente Biden describió la posición de Estados Unidos diciendo: “Hay más problemas con la legalización que con la penalización”.
“Vale la pena discutirlo”, dijo a periodistas, “pero no existe ninguna posibilidad de que el gobierno Obama-Biden cambie su posición sobre la legalización”.
Estadísticas estadounidenses indican algún progreso, tales como una caída del cuarenta por ciento en el uso de cocaína en Estados Unidos desde 2006 y del 68 por ciento en el mismo periodo en la cantidad de personas que dieron positivo en el test de cocaína en sus lugares de trabajo.
Y en Colombia, donde Estados Unidos han estado fuertemente implicado en modernizar a las fuerzas armadas y en financiar la fumigación aérea de los cultivos ilegales, la cantidad de tierra dedicada al cultivo de la planta usada para elaborar cocaína cayó en casi dos tercios entre 2000 y 2010. La producción potencial de cocaína, entretanto, cayó de setecientas toneladas métricas en 2001 a 270 toneladas en 2010, aunque remontó en Bolivia y Perú, según estadísticas estadounidenses.
Sin embargo, los presidentes latinoamericanos señalaron que Estados Unidos sigue siendo el mercado más grande de cocaína del mundo y que países como Venezuela, El Salvador, Guatemala y México han observado niveles sin precedentes de violencia.
César Gaviria, ex presidente colombiano que ha sido un contundente crítico de la política estadounidense, dijo que los funcionarios estadounidenses reconocen a puertas cerradas el fracaso de la política y no hacen mucho para defenderla públicamente. Dijo que se trataba simplemente de una política con piloto automático.
“Llegas a la conclusión de que toda esta carnicería en México y América Central ocurren en nombre de una política fracasada en la que Estados Unidos ni cree ni defiende con vigor”, dijo Gaviria en su despacho en Bogotá.
Gran parte del ímpetu por el cambio empezó después de que Gaviria, el ex presidente mexicano Ernesto Zedillo y el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso emitieran un informe en 2009 llamando a una reforma de la política de drogas. A ellos se unieron intelectuales, entre ellos el novelista mexicano Carlos Fuentes y funcionarios jubilados, incluyendo al ex secretario de Estado de Estados Unidos, George Shultz.
Lo que ellos y muchos presidentes actuales en América Latina proponen no es una política de completa legalización, sino mitigar las leyes.
La despenalización de la tenencia de drogas liberaría los miles de millones de dólares que se gastan en el sistema de justicia penal, dicen sus partidarios, al mismo tiempo que mejoraría enormemente el tratamiento de la drogadicción. Los usuarios de drogas adictos, que mantienen el comercio ilícito, podrían desengancharse mediante programas que proveen drogas legalmente, pero bajo supervisión.
La legalización de la marihuana, cuyos partidarios argumentan que representaría sólo un modesto riesgo para la salud pública, debilitaría los carteles y liberaría fondos para otros usos.
“No están diciendo que debamos legalizar todo hoy, como el alcohol y el tabaco”, dijo Ethan Nadelmann, que ha asesorado a presidentes latinoamericanos y es director de la Drug Policy Alliance, con sede en Nueva York, una organización que ha criticado las tácticas estadounidenses. “Lo que están diciendo es que necesitamos darle alguna consideración a la alternativa de implementar políticas de control de drogas regulatorias y no-prohibicionistas en el futuro, del mismo modo que hemos mantenido durante los últimos cuarenta años la fracasada política de la guerra contra las drogas”.
Los presidentes que discuten la política de drogas en la cumbre dijeron que no esperan un cambio a corto plazo. Más bien, la idea es plantar la semilla de cambios en los años por venir.
“Entendemos perfectamente que este es un año de elecciones en Estados Unidos”, dijo Pérez, presidente de Guatemala, observando que ningún cambio importante podría ocurrir sin un consenso regional. “No hay ninguna decisión que deba tomarse ahora o en seis meses. Este es un proceso de discusión”.
Santos, que dijo que quiere que se inicien conversaciones “sin un propósito específico” en mente, dijo que si hay cambios en el futuro, deberían basarse en estudios serios.
“Hay buenos argumentos a favor de la legalización, pero yo preferiría llegar a una conclusión después de una discusión objetiva”, dijo. “Estados Unidos dice: ‘No apoyamos la legalización porque el coste de la legalización es más alto que la no legalización’. Pero yo quiero tener una discusión donde los dos enfoques sean analizados por expertos que deberán decirnos si el coste es más bajo o no”.
25 de abril de 2012
10 de abril de 2012
©washington post
cc traducción c. lísperguer