[Elizabeth L. Bennett] [Es crucial la protección efectiva de los animales silvestres contra la caza furtiva para alimentar el mercado de carne salvaje.]
En los últimos veinte años las poblaciones de chimpancés, gorilas y otros grandes simios se han reducido en la mayor parte de las áreas que carecen de una fuerza de seguridad que los proteja.
Inversamente, los parques y zonas protegidas con guardias y patrullas contra la caza furtiva –lugares como el Parque Nacional Nouabalé-Ndoki en la República del Congo, el Parque Nacional Kahuzi-Biega en la República Democrática del Congo, y el Parque Nacional Volcanoes en Ruanda- no sólo han conservado sus poblaciones de simios, sino también han presenciado un aumento de su población.
Esta conexión se extiende más allá de los grandes simios. En los últimos cincuenta años, el Albertine Rift en África Central ha demostrado los beneficios de un estrecho vínculo entre la policía y la supervivencia de diversas especies. En Asia, el adiestramiento oficial y el despliegue de guardias en la reserva más importante de Tailandia, el Santuario de Vida Silvestre Huai Kha Khaeng, han significado siete años de estabilidad demográfica en tigres y otros animales salvajes, en contraste con las dramáticas bajas en parques cercanos no protegidos. Esto sí se entiende. No dejamos sin protección nuestras posesiones más valiosas. Guardias patrullan galerías de arte y museos para proteger nuestro legado cultural. Deberíamos adoptar la misma estrategia para salvaguardar nuestro legado cultural.
La urgencia del adiestramiento y despliegue de guardias para proteger la vida silvestre en todo el planeta no podría ser más apremiante. Sólo en noviembre pasado, el rinoceronte negro del occidente de África fue declarado oficialmente extinto. La población de tigres salvajes ha descendido a 3.200 de más de cien mil hace un siglo. Prácticamente la mitad de los elefantes de África han sido asesinados para comercializar su marfil desde 1987. Desgraciadamente, la lista continúa.
La protección más efectiva implica inevitablemente esfuerzos a largo plazo de guardaparques que patrullen las áreas protegidas con la aprobación y apoyo de las comunidades locales. Los guardaparques son desplegados por los gobiernos nacionales, lo que les da la autoridad y el mandato legales para operar y, en algunos casos, el financiamiento básico para hacerlo. Otras agencias trabajan en asociación con esos gobiernos para proporcionarles apoyo técnico y económico para combatir la caza furtiva.
Sin embargo, para muchos gobiernos más pobres que luchan, pese a las dificultades, por proteger su fauna silvestre, el respaldo externo para salarios, vehículos y equipos es crucial. De momento, el apoyo (que no incluye armas) proviene en gran parte de organizaciones no-gubernamentales, con sus generosos donantes privados, y de agencias nacionales oficiales como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos. Es crucial conseguir más dinero –y el resultante aumento en la cantidad y efectividad de los guardias- para la supervivencia de muchas especies atacadas por cazadores furtivos.
Felizmente, relativamente pequeñas inversiones pueden tener un gran impacto. En la reserva Huai Kha Khaeng, de Tailandia, doscientos guardabosques custodian un área de 2.779 kilómetros cuadrados por un costo anual de menos de cinco mil dólares por guardia. El gobierno paga los salarios y con la ayuda de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre, entrega raciones, equipos y adiestramiento. Dos cazadores furtivos fueron sentenciados el verano pasado a penas de prisión sin precedentes en Tailandia por un delito contra la fauna silvestre: uno a cuatro años, el otro a cinco. Desde entonces no han ocurrido en la reserva ningún episodio serio de caza furtiva.
En el Parque Nacional Ndoki de la República del Congo, el respaldo de la sociedad de conservación a los ecoguardias en las últimas dos décadas ha sido esencial para la protección de lo que es probablemente la selva tropical más prístina de África –hogar de frágiles poblaciones de gorilas, elefantes de la selva y chimpancés tan poco familiarizados con los humanos que se acercan a sus parientes primates sin ningún temor. Los guardabosques en Ndoki también implementan acuerdos que ha cerrado el gobierno con compañías madereras para impedir que se desarrolle la caza y el comercio en carne de animales exóticos.
Estos guardabosques trabajan en sitios que son frecuentemente remotos, físicamente extenuantes y peligrosos.
Mientras no proporcionemos los recursos y la seguridad para salvaguardar los tesoros naturales más grandes del mundo, las poblaciones de grandes simios e innumerables otras especies se extinguirán en todo el planeta, y nuestro imponente legado natural, el producto de millones de años de evolución, continuará deslizándose hacia el olvido.
[Elizabeth L. Bennett es vicepresidente de conservación de especies de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre.]
30 de mayo de 2012
25 de mayo de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer