[Libia] [Una muerte ilustra los problemas con los depósitos de armas abandonados en el país].
[C.J.Chivers] La muerte de un técnico de un equipo de desactivación de artefactos explosivos en Libia esta primavera ilustra el persistente problema de los depósitos de armas abandonados casi un año después del derrocamiento del coronel Moamar al-Gadafi.
El técnico, Kaido Keerdo, murió en marzo mientas examinaba municiones sin detonar cerca de un recinto y puesto de control policial en Ad Dafniyah como parte de su trabajo para la organización no gubernamental Ayuda Eclesiástica Danesa [Danish Church Aid].
El puesto de control había sido disputado por milicias paramilitares rivales tres noches antes. Los grupos riñeron por el acceso a veintidós contenedores de municiones del gobierno libio de la época de Gadafi, de acuerdo a la investigación de la organización socorrista, cuyas conclusiones fueron descritas esta semana en el New York Times.
Uno de los contenedores fue impactado durante la guerra y se incendió. La explosión que siguió, destruyó al menos once contenedores más y lanzó al aire una colección mal almacenada de granadas, cohetes y rondas de mortero, algunas de los cuales fueron a dar a casi quinientos metros de ahí.
Las municiones, vistas en el pasado por las organizaciones armadas libias como instrumentos para liberarse de la represión interna y llevar tranquilidad al país, estaban dispersas cerca de casas, de una mezquita y de una escuela a lo largo de la principal costanera de Libia. Las pobremente adiestradas milicias y los agentes de policía ad hoc habían almacenado cohetes y proyectiles con fusibles, una configuración que agravaba el peligro.
Entre estos desechos se encontraban cohetes de 122 milímetros con minas terrestres del Tipo 84, una de las armas más volátiles que se hallaban en los arsenales de la Libia de preguerra. Keerdo, encargado del equipo de desactivación, estaba inspeccionando un recinto policial y aparentemente se encuclilló cerca de uno de esos cohetes. Explotó al menos una mina, que lo mató instantáneamente.
El accidente fue uno de los últimos en subrayar los problemas relacionados con los enormes depósitos de armas en Libia.
Esos accidentes no son el único riesgo. Las armas abandonadas son combustible para la delincuencia y la violencia entre grupos paramilitares rivales y contra los extranjeros. En los últimos días han sido atacados un consulado estadounidense y un coche diplomático inglés. Y desde el año pasado circulan persistentes informes de contrabando –hacia vendedores, insurgentes o terroristas en Argelia, Chad, Egipto, el Líbano, Mali, Siria, Túnez, los territorios palestinos y otros lugares.
Las armas y las piezas de artillería –deficientemente protegidas o ya sacadas del país- fueron una de las numerosas y desconcertantes herencias de las nuevas autoridades libias, que todavía deben formar un gobierno central. Libia está también salpicada de campos minados desde la Segunda Guerra Mundial y casi 303 proyectiles sin estallar de la campaña de bombardeos aéreos de la OTAN.
Los problemas son tan extensos, de acuerdo a Naciones Unidas, que no han sido cuantificados. Nadie sabe cuánta artillería moderna adquirió Libia a partir de los años cincuenta cuando el Rey Idris empezó a expandir las que eran entonces unas diminutas fuerzas armadas del país, o en las décadas posteriores, cuando la estructura de seguridad del coronel Gadafi creció en tamaño y compró armas en todo el mundo. Y nadie sabe cuántas quedan, cuántas se encuentran dispersas cerca de los búnkeres que fueron bombardeados por la OTAN y cuántas fueron trasladadas a bodegas improvisadas, como la de Ad Dafniyah.
“Simplemente no hay suficiente personal ni recursos para ir a todas partes y revisar todo”, dijo Max Dyck, director del programa de Naciones Unidas, Servicio de Actividades Relativas a las Minas (UNMAS) en Libia.
Desde el año pasado, varias organizaciones no gubernamentales, en colaboración con Naciones Unidas, han estado destruyendo minas y proyectiles de artillería. Hasta fines de mayo, en total han limpiado 82 escuelas y casi tres mil casas y retirado o destruido más de 233 mil minas y piezas de artillería.
También han estado realizando talleres de concientización del público, instruyendo a zapadores, y esperan empezar a trabajar en los posibles o confirmados proyectiles que, según informara a Naciones Unidas este año, arrojaron sobre Libia los aviones de guerra de la OTAN.
Con estos numerosos peligros todavía presentes, las organizaciones de ayuda internacional han documentado 109 accidentes relacionados con las minas y piezas de artillería desde que empezara la guerra el año pasado. En estos accidentes resultaron heridas 204 personas, al menos una cuarta parte de ellas mortalmente, de acuerdo a datos de Naciones Unidas. Pero es probable que los datos subestimen significativamente la cantidad de accidentes, dijo Dyck.
Knut Furunes, que dirige la campaña de desactivación de artefactos explosivos en Libia de la Ayuda Eclesiástica Danesa y entregó detalles sobre la muerte de Keerdo, dijo que la cadena de acontecimientos que mató a Keerdo, de 31 años, hizo resaltar muchos problemas.
Keerdo, dijo, “era un hombre maduro y reflexivo” que había desactivado minas Tipo 84 en Libia antes y entendía su peligro.
Furunes también sugirió que pese a todos los peligros, Libia, debido a su riqueza en petróleo, tenía mejores perspectivas que muchos otros países en situación de posguerra de limpiar la mayor parte de las áreas peligrosas.
Si se forma un gobierno válido, debería tener el dinero para respaldar esfuerzos para limpiar y destruir los arsenales excedentes, dijo.
Por estas razones, dijo, las organizaciones de ayuda deberían concentrarse en formar equipos de desactivación de artefactos explosivos y elaborar normas para su trabajo.
15 de junio de 2012
14 de junio de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer