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[Chile] [“La danza de los cuervos”: el libro que revela el exterminio en el cuartel Simón Bolívar. Un mozo que sirvió café y limpió con ojos y oídos abiertos. Un expediente secreto. Una historia con el capítulo de la historia de Chile más brutal del que se tenga registro. Una investigación periodística sobre el destino final de los detenidos desaparecidos y la reconstrucción paso a paso de su itinerario, pero esta vez basado en el testimonio de los victimarios.]

[Nancy Arancibia] El hilo conductor de la horrorosa historia que vivieron los que pasaron por la puerta del cuartel en Simón Bolívar 8800, es Jorgelino Vergara, el mozo de Manuel Contreras que fue destinado a la Brigada Lautaro como ascenso por su buen desempeño y que fue retratado en la cinta ‘El Mocito’.
Pero en el libro ‘La Danza de los Cuervos’, el hombre de servicio del “Mamo” cuenta detalles inéditos del comando que operó con permiso para matar en el cuartel de La Reina, pasajes que no están en las declaraciones judiciales ni en el documental.
“Este libro, a diferencia de muchos libros sobre casos de derechos humanos, está construido en base a la declaraciones de los propios victimarios”, dice Javier Rebolledo, periodista y autor de la investigación, quien entrevistó largamente durante varios días a Jorgelino Vergara y tuvo acceso al expediente secreto con las declaraciones de militares de todas las ramas de las Fuerzas Armadas del caso Calle Conferencia, proceso que agrupa los crímenes cometidos contra las direcciones clandestinas del Partido Comunista.
No es un libro novelado ni de relatos. Es una investigación periodística con datos contrastados y fidedignos, asegura Rebolledo, que interpela a quienes todavía relativizan o desconocen la tortura y muerte a manos de agentes del Estado en dictadura.
“Cuando aparecen caballeros como Hermógenes Pérez de Arce, los que todavía no creen que hubo violaciones a los derechos humanos y dicen que son cuentos de los comunistas, miristas o producto de operaciones internacionales, yo les pregunto: ¿a quién le cree usted? ¿Le cree a los militares, le cree a los marinos? Porque acá confiesan los peores delitos de la historia, desde tenientes coroneles hasta suboficiales, de todas las ramas de las Fuerzas Armadas”, dice.

Las Revelaciones del Libro
Javier Rebolledo también fue parte de la película ‘El Mocito’ donde realizó labores de asistente de dirección. En este proceso descubre el potencial periodístico de los testimonios de Jorgelino Vergara y el germen para el trabajo que hoy está en librerías bajo Ceibos Ediciones.

¿En noviembre del 2011 se estrenó la película El Mocito, qué es lo nuevo que puede tener un libro sobre el mismo personaje?
La película es de atmósfera, tiene que ver con las culpas de un hombre en el presente, es aquejado por fantasmas que de cierta forma no conocemos bien. Sabemos que trabajaba en un centro de exterminio, que ha visto muchas cosas terribles, pero no sabemos con detalle las cosas terribles que vio. Es el problema que tuvimos cuando hicimos el documental: optar por algo más informativo, más periodístico o más por la imagen. Finalmente la opción fue por el lado de la imagen, de los silencios. El documental entrega gotas de información que hace que te vaya cayendo la teja.
“En cambio, el libro es todo lo contrario, es pura información, acá la teja te cae en la cabeza. El libro parte con la infancia de Jorgelino, desde muy pequeño, pobre, huérfano, en el sur y con la oportunidad de irse a Santiago, conocer la capital en la casa de un hombre muy importante, donde tiene sus primeras nociones de familia. Sus primeros valores los recibe en la casa de un criminal, Manuel Contreras, probablemente el más grande en la historia de Chile. Al menos desde lo judicial, es el que tiene más años de condena”.
“En ese período es una persona muy inteligente, que cumple muy bien su rol, y luego pasa a los horrores de la Brigada Lautaro, como un ascenso por haber cumplido bien sus labores como asistente de mozo en la casa de Contreras. Todavía es asistente de mozo, pero ya de una brigada operativa de la Dina, contratado oficialmente. Pasan aproximadamente 2 años (mayo o junio de 1974 hasta mayo o junio de 1976) desde que llega del sur hasta su ascenso a la brigada, lugar donde este hombre ve los horrores que están contados con lujo de detalles en el libro”.
“La Brigada Lautaro al principio era sólo la guardia e inteligencia de Contreras, pero en 1976 le ordena recibir en sus dependencias a la Brigada Delfín, que sí era una brigada operativa a cargo de Germán Barriga, capitán de Ejército (hombre que se suicidó el 17 de enero de 2005) y de Ricardo Lawrence, teniente de Carabineros, quienes tenían experticia en detención, tortura y desapariciones. Se fusionan, porque la orden al jefe de la Brigada Lautaro fue prestarle todo el apoyo a Germán Barriga, en personal y logística”.

¿En el rodaje de ‘El Mocito’ te diste cuenta que había información inédita, que no estaba en los procesos judiciales?
No. Pero mucho de lo que me dijo después, para el libro, cuando nos juntamos más de 3 horas diarias durante 8 días, sí. Ahí comenzó a contar cosas que yo nunca había escuchado ni leído en ninguna declaración ni en la película.

¿Cómo cuáles?
Por ejemplo, que le tocó llevar gente al aeródromo de Tobalaba, eso yo no lo sabía. Tampoco que había carabineros custodiando eso y que eran los que recibían y llevaban los cuerpos, muy probablemente al destino final o a la base aérea de Peldehue, que es lo que se sabe hasta ahora. En la película nos contó que él mismo participó llevando los cuerpos. Eso dibuja su imagen algo distinta.
“Otra cosa que no sabía fueron los experimentos que hacía Michael Townley con Contreras, ocupando ciudadanos peruanos por ejemplo. Hay un episodio donde se cuenta que los mataron con gas sarín, experimentando con ellos, pero Jorgelino cuenta un caso anterior, donde les tiraban un dardo y los electrocutaban a control remoto”.
“Recuerdo un episodio de Ángel Guerrero Carrillo, militante del MIR que fue detenido en Antonio Varas con Providencia. Eso no está resuelto, pero está en las declaraciones del proceso de Calle Conferencia, que son también parte del libro. Aquí hay una declaración que me impactó mucho, nunca había escuchado nada igual. Cuenta que Guerrero Carrillo fue llevado a Villa Grimaldi y luego devuelto a Simón Bolívar. Ahí lo mataron y lo estacaron. Mientras lo llevaban al destino final, que en este caso fue Cuesta Barriga, se dieron cuenta que el bulto se movía, muy parecido a lo de Marta Ugarte. Entonces lo inmovilizaron, lo tomaron en el aire y uno de los agentes lo agarró del cuello y se lo quebró allí mismo. Todas estas cosas no estaban en un libro, ni en las declaraciones anteriores de Jorgelino, en ninguna parte. Son pasajes nuevos. Además está todo el trabajo de Jorgelino en la CNI, ya no como mocito”.

Ricardo Claro Pagaba el Sueldo
Javier Rebolledo destaca otro hecho inédito que relata en su libro. “Haciendo esta investigación, Jorgelino me dijo desde el principio que su sueldo se lo pagaba Ricardo Claro. Cuenta que ellos (en la Brigada Lautaro) regularmente llamaban por teléfono a la central (de la empresa de Claro) y les devolvía el llamado. Jorgelino cuenta que vio en persona a Ricardo Claro con Contreras, Miguel Krassnoff y muchos más. Otra gente, dentro del mismo caso de Calle Conferencia, declara lo mismo: que Ricardo Claro financiaba a la DINA”.
“Seguí la pista de este pago de sueldos, busqué empresas brujas y una que es mencionada, llamada Asper Ltda, en los registros del Diario Oficial aparecen puros militares como dueños y varios de ellos procesados por violaciones a los derechos humanos. Además, presentan como domicilio de la empresa el original de la Brigada Lautaro, en la Torre 5 de la remodelación san Borja, o sea una empresa de pantalla”.

Si eran empresas de pantalla, ¿cómo sabía que le pagaba Ricardo Claro?
Cuando los sueldos se atrasaban, contaba que iban a hablar con la plana mayor de los militares y siempre el comentario fue el mismo. No era algo escondido. Decían ‘vamos a llamar a don Ricardo Claro para que haga el depósito’. En el proceso de Calle Conferencia, otro agente, Eduardo Cabeza Mardones, declara judicialmente, que después de participar en la Brigada Lautaro, participó de otra brigada que se dedicaba nada más que a juntar dinero con empresarios de mucha plata y que a él le tocó personalmente ir a una reunión en que estaba Ricardo Claro en la Enoteca del Cerro San Cristóbal.

El Mocito Ayer y Hoy
Como dijo el periodista Jorge Escalante en la presentación del libro en la sala master de la Radio Universidad de Chile, si el “Mocito” no hubiera hablado “no sabríamos el destino final de las detenciones (de las direcciones clandestinas del PC), porque hasta ese entonces, se sabía que habían sido secuestrados, pero no se sabía donde habían estado”.
Vargas desencadenó con sus declaraciones la detención y testimonio de más de 50 agentes, hasta ese momento desconocidos, que revelarían –como relata el libro- “la historia desconocida de Chile, la del único cuartel dedicado de modo expreso al exterminio, donde se decidió el destino final de los detenidos, las matanzas y lo que debieron sufrir los secuestrados antes de ser asesinados”. En septiembre de 2009, el juez Víctor Montiglio procesó a 120 ex agentes de la DINA. Sin embargo, en la actualidad todos los agentes (cerca de 70) de la Brigada Lautaro están libres.

¿Tiene veracidad el testimonio de Jorgelino? Responde Javier Rebolledo:
Toda la información está contrastada. Me basé principalmente en el proceso de Calle Conferencia. Hay una parte que tiene que ver con la infancia de Jorgelino, con su juventud, que reconstruí en base a lo que él dice, entendiendo que en ese período no tiene por qué mentir. Pero después, cuando estamos en el período comprendido en el proceso de Calle Conferencia, en los peores crímenes de la historia que se han conocido, quizá el capítulo más cruel, en este centro de exterminio, necesitaba tener las otras declaraciones del proceso, las otras confesiones.
“Le doy credibilidad total a su infancia y juventud, pero posteriormente, en el período de la Brigada Lautaro empiezo a contrastar con lo que van contando los otros agentes. En la tercera etapa de su vida, cuando cumple 18 años, tomo distancia y lo que dice lo condiciono y se relativiza. Entiendo que es un hombre mayor de 18 años, imputable, si confiesa o dice cosas, lo pueden procesar. Él tiene eso clarísimo. Lo dice en un momento: ‘Yo no quiero meter la cabeza en el water, no quiero que me metan preso, porque a él sólo lo exculpó el ministro Víctor Montiglio porque era menor de edad cuando se cometieron los crímenes. Pero distinto es después del ‘75 en la CNI. Ahí tomo distancia.

¿Dónde está Jorgelino ahora, qué hace?
Está en libertad. Todos los agentes están en libertad. Todos. Los 70 agentes de la brigada Lautaro están libres, excepto Juan Mora Salgado que está preso, pero por otro delito, el crimen de Carlos Prats.

Los Episodios Más Crudos
¿Llevas varios años investigando violaciones de derechos humanos, qué es lo que más te impactó de este libro?
Para mí lo más violento, lo que más me llamó la atención, es el crimen de Reinalda Pereira, en parte por el cinismo, porque si uno ve las declaraciones, las cartas a amigos que Germán Barriga (su asesino) dejó al momento de suicidarse en el 2005, en las que sostiene que le habían imputado crímenes que no había cometido, que la figura del secuestro permanente era una mentira inventada por los izquierdistas, que los tratados internacionales dan lo mismo… Pero en el libro está relatado el crimen de Reinalda Pereira, cometido por él y Ricardo Lawrence.
“Ella estaba en la parrilla y pidió que la mataran porque no soportaba más la tortura y sabía que el hijo que esperaba no podría nacer. Estaba muy dañada, no era viable, no iba a sobrevivir. Ricardo Lawrence, en vez de eso, dijo que estaba pidiendo huevadas, fue a la cocina, buscó un sartén y la agarró a sartenazos en la cabeza, en la cara. Germán Barriga empezó a hacer simulacros de ejecución, le ponía la pistola en la cabeza e hizo varias veces simulacro de ejecución. Es la violencia, pero es el cinismo, la cobardía, no sé cómo llamarlo”.

¿Por qué poner este material periodístico en un libro y no en un medio de comunicación, escrito o visual?
A mí me gusta escribir. Elegí un libro, que es donde me puedo explayar más que un reportaje periodístico y puedo desarrollar las ideas, contar este teje y maneje, sin tener que resumirlo. Contar paso a paso cómo se generó el terror. Siempre buscando generar en el lector una reflexión y también, aunque suene un poco pretencioso, un aprendizaje histórico.

¿Podrías haber publicado en un diario de circulación nacional?
No creo, muy difícil. La Nación era el único medio que publicaba, por eso trabajé allí. En el The Clinic también, pero en La Tercera, El Mercurio, es ir en contra de sus propios intereses, son su propios columnistas. Gente que relativiza… Para mí, cuando hay una herida de este porte, el pero no vale para nada. No es un pero, es un punto aparte y se acabó.

Aprendizaje Histórico
«Esto es historia de Chile. Si piensas en episodios como el de Lautaro comiéndose el corazón de Pedro de Valdivia o cuando sentaron a Caupolicán en la pica, son episodios tremendos, violentos, crudísimos. Este es otro episodio crudísimo o el más crudo de nuestra historia. No podemos cerrar los ojos si queremos hacer presente y futuro. Tenemos que reconocerlo, atesorarlo y aquilatarlo como sociedad».
4 de julio de 2012
©la nación

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