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[Trípoli, Libia] [Resultados de las elecciones frenan avances de fundamentalistas islámicos].

[David D. Kirkpatrick] Una coalición dirigida por un politólogo educado en Occidente parecía estar derrotando, el domingo, a sus rivales islamistas en la primera elección en Libia después del gobierno del coronel Moamar al-Gadafi, superando una ola islamista que se extendió por países vecinos como Egipto, Túnez y Marruecos como parte de las secuelas de las rebeliones de la Primavera Árabe.
Los resultados preliminares, en unas elecciones caracterizadas por la presencia de observadores independientes y delegados de los partidos que presenciaron el conteo de votos para la futura asamblea nacional, refleja en parte la popularidad y conexiones tribales del fundador de la coalición, Mahmoud Jibril. Es el ex primer ministro interino que participó en el gobierno de facto rebelde en Bengasi, y es también miembro de la tribu libia Warfalla, la más populosa.
El aparente éxito del partido de Jibril, que superó al bloque de la Hermandad Musulmana, lo convierte quizás en la voz más importante para la siguiente fase de la transición libia, aunque de momento está excluido de un cargo electo.
En la campaña que se realizó hace apenas dos semanas, después de un periodo de cuarenta años en el que el coronel Gadafi aplastó toda disidencia o incluso organización política, las líneas ideológicas de los votantes libios siguieron siendo, en el mejor de los casos, borrosas. Muchos votantes reconocieron que dejarían que los lazos tribales, familiares o comunitarios determinaran su voto.
En contraste, los islamistas trataron de retratar la coalición de Jibril como “liberal” o “laica” –y algunos de los que lo apoyaron dijeron en privado que para ellos esos términos eran apropiados.
Sin embargo, a diferencia de opositores de los islamistas en otros países árabes, Jibril no lanzó nunca acusaciones de extremismo contra los que llamaron a la aplicación de la ley islámica. Como otras facciones importantes aquí, incluyendo a los partidos islamistas, Jibril juró que haría que la ley islámica fuera la principal fuente de legislación, aunque no la única.
Él y sus aliados se hicieron eco públicamente de un frecuente refrán de los votantes libios que no sabían qué pensar sobre organizaciones remergentes como la Hermandad Musulmana: “¿Se creen que son más musulmanes que nosotros?”
Un politólogo que obtuvo su doctorado en la Universidad de Pittsburgh, donde también fue docente, Jibril dijo en una entrevista hace poco en la televisión libia, que amigos y vecinos en todos los lugares donde ha vivido lo describen como alguien que “va a la mezquita para las oraciones de los viernes, y es alguien que reza”.
“El pueblo libio no necesita ni al liberalismo ni al laicismo, ni las pretensiones en nombre del islam, porque el islam, esta gran religión, no puede ser usado con fines políticos”, dijo. “El islam es mucho más grande que eso”.
“Jibril reza cinco veces al día, y ayuna, así que ¿cuál es la diferencia?”, preguntó Suleiman Zoubi, ex juez políticamente independiente en Bengasi, una ciudad al este del país, que aparentemente ganó un escaño en el congreso. Ali Tarhouni, líder de un nuevo partido de la coalición de Jibril y otro ex ministro en el gobierno transicional, definió los resultados como prueba del carácter “moderado” de los libios. Pero también atribuyó su victoria a la familiaridad. “La gente confía en nosotros”, dijo. “Saliendo de la guerra, con un vacío político y de seguridad, la gente buscaba a los que sabía que se habían probado en tiempos difíciles”.
Los resultados oficiales no serán publicados sino en algunos días. Los votos fueron contados el sábado noche en los colegios electorales en presencia de delegados de partidos y candidatos, así como de observadores independientes. Tanto islamistas y sus rivales dijeron el domingo que la coalición de Jibril se encaminaba hacia al menos una pluralidad del congreso. Se espera que gobierne Libia durante dieciocho meses y posiblemente que supervise la redacción de la nueva Constitución.
Algunos dirigentes islamistas habían pronosticado hace unos días que sus partidos obtendrían el sesenta por ciento de los escaños. Pero el domingo, Hisham Kreskshi, uno de los dirigentes del partido fundado por la Hermandad Musulmana de Libia, dijo que ahora esperaba hacerse con menos de un cuarto de los doscientos escaños.
Dijo que el partido de la Hermandad no estaba decepcionado por los resultados, pero lamentaba la preponderancia de la coalición de Jibril. “Estábamos decepcionados de que no había nadie más, excepto él y nosotros, decepcionados con los otros partidos con los que hubiésemos podido formar una alianza”.
El partido ligeramente islámico, fundado por Abdel Hakim Belhaj, ex cabecilla de un grupo de insurgentes armados aquí que se convirtió en presidente del consejo militar de Trípoli, tampoco logró avanzar en la votación, obteniendo incluso menos apoyo que el bloque de la Hermandad.
Aunque la función interina previa de Jibril le impidió postular a un escaño en el congreso nacional que se anticipa, su nombre apareció en letras más grandes que el de su partido o sus candidatos en los carteles de campaña. En una entrevista en varias partes del país en los últimos días, varios votantes dijeron que votarían por Jibril, aunque su nombre no estuviera en ninguna papeleta.
La tribu de Jibril, Warfalla, incluye quizás uno de los seis millones de habitantes de Libia. El territorio de la tribu se ubica al poniente del país en la ciudad de Bani Walid, pero hay numerosos contingentes de sus miembros en Trípoli y Bengasi, las principales ciudades del país. Su victoria completaría el regreso de un líder que fue sacado del cargo por presiones de los rebeldes después de la captura y asesinato del coronel Gadafi. Dijeron que Jibril pasó demasiado tiempo en capitales occidentales e ignoró las necesidades domésticas en territorio controlado por los paramilitares.
Pero Jibril fue apartado en momentos propicios. Celebrado durante la lucha como el embrión de la nueva Libia, el autonombrado Consejo Nacional de Transición perdió gran parte de su popularidad después de la caída del coronel Gadafi. El consejo no logró controlar las milicias paramilitares rivales que se apoderaron del país, y a veces se inclinó ante sus exigencias de ocupar funciones importantes y otras formas de clientelismo.
Entre los más estridentes rivales de Jibril se encontraban los cabecillas de la milicia de Misurata, la que emergió como una potente fuerza en el gobierno interino debido a su agresividad en la lucha contra el gobierno libio. La tribu Misurata mantiene desde hace varias generaciones relaciones hostiles con la tribu Warfalla de Jibril, la que asesinó a un héroe de Misurata durante el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra la ocupación italiana de Libia.
Nadie espera que la votación termine con esos resentimientos. Informes desde Misurata el domingo indicaban que era una de las pocas ciudades grandes que había rechazado al partido de Jibril. En lugar de eso, los primeros resultados indicaban que la ciudad había favorecido a un partido fundado por Abdurrahman Sewehli, un descendiente del héroe asesinado.
De los doscientos escaños de la futura asamblea nacional, cerca de ochenta serán repartidos entre las listas de los partidos, principalmente en las ciudades importantes. Los otros ciento veinte escaños serán decididos por contiendas entre candidatos individuales.
Pero el domingo los islamistas concedieron que no creían que se harían con esos escaños. Perseguidos con especial crueldad por el coronel Gadafi, los islamistas de Libia nunca desarrollaron las redes de prédica y caridad que les dieron ventaja sobre los liberales en Túnez o Egipto, para no decir nada de la maestría política.
Hace apenas unas semanas, octavillas de la Hermandad Musulmana presentaron a la organización en las calles de Darnah con el slogan: “Usted ya ha oído hablar de nosotros; ahora atiéndanos directamente”.
Pero al mismo tiempo que demonizaba a los islamistas, el coronel Gadafi enturbió su identidad como fuerza de oposición incorporando ideas y símbolos islámicos en su propia mitología. Prohibió el alcohol y legalizó la poligamia, declarando que Libia ya era, en algunos aspectos, un estado islámico.
Es significativo que los islamistas perdieron incluso en Darnah, una ciudad al este del país que se considera es su bastión, dijo Abdel Hakim el-Hasadi, ex combatiente islamista que es ahora una importante figura política, pero dijo que Jibril lo había llamado dos días antes de la votación para pedirle su apoyo, y ahora piensan reunirse en la capital.
“Deberíamos cobrarle la palabra a Jibril, porque es cien por cien bueno”, dijo Hasadi.
[Suliman Ali Zway contribuyó al reportaje].
21 de julio de 2012
9 de julio de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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