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[Claudio Lísperguer] [La prensa describe situación en Siria como si los únicos que violan los derechos humanos son las fuerzas armadas sirias y callan sobre los atentados terroristas que cometen los rebeldes. Acusan al gobierno de impedir el acceso de periodistas].

Sobre el actual conflicto en Siria, lo mismo que anteriormente sobre Libia, la prensa ha tomado partido por la rebelión que emprendieron organizaciones políticas sirias (civiles armados) y agencias de inteligencia occidentales (que financian y arman a las milicias paramilitares). Es difícil determinar sobre la base de qué criterios se condena al gobierno sirio y se aprueban y justifican las acciones de los rebeldes. La prensa transmite la imagen de un país controlado por una dictadura encabezada por el presidente Asad, y enfatiza la brutal represión con que busca combatir los intentos de derrocamiento. ¿Forma parte de esta estrategia de derrocamiento la manera en que la prensa informa sobre ese país, presentándolo y describiendo la situación de tal modo que los lectores al final debamos concluir que lo mejor que puede ocurrir es que una intervención extranjera dirigida por Estados Unidos o la OTAN, bajo el manto de la ONU, ponga fin militarmente al gobierno bajo el pretexto de la nueva ideología occidental que pretende que las intervenciones militares tienen por fin proteger a la población civil? Antes de seguir, advierto que no soy partidario del gobierno sirio, ni tampoco de los rebeldes. Sólo quiero mostrar cómo construye la prensa un estado de cosas en ese país que no tiene otro fin que justificar a los ojos de la opinión pública una intervención militar occidental.
Ayer publicaba La Nación http://www.lanacion.cl/aumenta-la-violencia-en-siria-regimen-bombardea-damasco/noticias/2012-07-21/144209.html un extenso artículo sobre la situación en Siria bajo el título “Aumenta la Violencia en Siria: Régimen Bombardea Damasco”. El mero título ya es sospechoso. ¿Cómo que “el régimen” bombardea su propia capital y sede del gobierno? Causa la impresión de que Damasco, en lugar de ser la capital siria, es una ciudad extranjera de un país con el cual el gobierno sirio (“el régimen”) está en guerra y a la que bombardea desde fuera. Con decir que Damasco es la capital del país, se advierte de inmediato la manipulación. También se dice “régimen” y no gobierno cuando se quiere quitar legitimidad a un gobierno. No hay nada malo, ciertamente, en describir un gobierno como régimen, pero los motivos para hacerlo deben ser explicitados. ¿El periodista que redactó el artículo pone en duda el carácter democrático de Siria? Y si es así, ¿por qué?
Seguidamente leemos una frase significativa: “choques entre las fuerzas leales al presidente Bachar al Asad y los rebeldes el Ejército Libre Sirio (ELS)”. Normalmente, tratándose de gobiernos constitucionales, no hablamos de “fuerzas leales”, sino de fuerzas armadas (en el artículo se encuentran descritas así solo una vez). Igualmente, si se llama ejército a las fuerzas rebeldes es para destacar su consistencia como organización y que se trata de hombres armados. Pero decir “ejército” causa la impresión de que se trata de un cuerpo unificado, militar tanto como política o ideológicamente, mientras que en realidad ese no es el caso. El ELS está conformado por grupos muy disímiles, algunos derechamente enemigos que han postergado su inevitable enfrentamiento –como, por ejemplo, la organización terrorista al Qaeda en Siria. Aparte de los civiles armados, el ejército también incluye paramilitares (es decir, mercenarios) y oficiales occidentales infiltrados. Este ejército, a diferencia de fuerzas armadas normales en cualquier país, se especializa además en atentados terroristas.
Sobre el “bombardeo de Damasco” sabemos lo siguiente, según se desprende del propio autor del artículo, aunque no lo dice explícitamente. Las fuerzas armadas bombardearon los distritos en los que se habían refugiado los rebeldes. Uno de los jefes paramilitares (Sami Kurdi) dijo que habían abandonado esos barrios para evitar una “masacre de civiles”. ¿No es un poco tarde para decir eso? Porque desde que empezaran las acciones militares contra el gobierno, sabemos que sus fuerzas armadas no han titubeado nunca ni han demostrado ningún respeto por los derechos humanos de los opositores. Esta no es la primera vez que el gobierno ataca poblaciones civiles que los rebeldes han utilizado como escudo. Dirán algunos que eso de utilizar a civiles como escudos suele ocurrir en las guerras. Sea, pero no lo justifica. Pero en el artículo, este simple y claro dato, que los rebeldes se escudan en la población civil, no se lo menciona explícitamente en ninguna parte. Seguidamente, después de haber abandonado esos barrios (según dijeron los rebeldes), la Comisión General de la Revolución Siria (de la oposición paramilitar) “denunció” los ataques del gobierno. Así, el artículo nos “informa” que el gobierno atacó a la población civil, y que los insurrectos denunciaron esos ataques, pero sin mencionar en absoluto que el detonante del ataque fue la ocupación previa de esos barrios por fuerzas paramilitares.
Luego el artículo no asocia las acciones militares de los rebeldes con derramamiento de sangre ni ejecuciones ni nada parecido. La violencia de los rebeldes prácticamente no existe. Por ejemplo, dice el diario que los rebeldes “se apoderaron […] de veinte puestos de control militares”, los rebeldes “tomaron el control de algunas zonas”, “se hicieron con el dominio”, “lograron dominar” algunos municipios, “tomaron el control” de puestos fronterizos. Pero no se menciona cómo lograron hacer todo esto, ni si hubo víctimas entre los soldados, ni si fueron ejecutados o hechos prisioneros ni qué consecuencias negativas acarrearon esos ataques a la población civil. Así, la violencia rebelde o no existe o es demasiado limpia como para incluir víctimas letales, sangre, cuerpos despedazados, ejecutados, torturados y penurias para la población. El escritor nos quiere convencer que de esas cosas feas de la guerra sólo el gobierno sirio es responsable.
Finalmente, la guinda de la torta de esta dudosa descripción de los hechos, se encuentra esta fantástica explicación: “Estas informaciones no han podido ser verificadas de forma independiente por las restricciones impuestas por el régimen sirio a los periodistas para trabajar”. ¿Perdón, cómo dijo? Según el escritor –según le contaron los paramilitares- esas zonas, barrios, puestos de control y otros objetivos están en manos de los rebeldes. ¿No es con los rebeldes con quienes deberían hablar para corroborar esos “hechos” sobre los cuales sólo se cuenta con su descripción? O, si los periodistas ya se encuentran en zonas rebeldes, ¿qué información no pudieron obtener ni comunicar? ¿Qué había soldados ejecutados? ¿Qué estaban utilizando a la población civil como escudo? Ahora, después de este ridículo análisis, parece que el gobierno sirio tiene la culpa de que los periodistas no puedan corroborar esas informaciones. ¿Será que no deja ingresar a la prensa a esas zonas? ¿Qué tal si lo intentan desde zonas fronterizas, donde se han producido aparentemente muchos de estos hechos? ¿Y por qué debería el gobierno atender las peticiones de periodistas de dudosa integridad e idoneidad, a tal punto que parecen ellos mismos paramilitares disfrazados?
El artículo, que no menciona la violencia de los paramilitares sirios, se publica en momentos en que el mundo había volcado su atención hacia los cruentos atentados con bomba de los rebeldes. En uno de los últimos murieron incluso el ministro de Información y el jefe de las fuerzas de seguridad. Y muchos otros funcionarios y civiles implicados y no implicados directamente en el conflicto. Pero el punto de vista del “periodista” de EFE es que los paramilitares, que defienden a la población escondiéndose detrás de ella, no pueden por principio violar los derechos humanos que en realidad violan con tanta brutalidad como el gobierno.
No sé qué es lo que debería pasar en Siria. Creo que habría sido sensato que los rebeldes hubiesen abandonado la lucha, dada la capacidad de resistencia del gobierno y su nulo respeto por los derechos humanos y la población civil. Hoy los rebeldes cometen el mismo tipo de crímenes que las tropas a las que acusan y el recurso al terrorismo no augura nada bueno para ese país. Los rebeldes no son un frente unido e incluyen a peligrosas organizaciones terroristas, como al Qaeda. Por ello, creer que los rebeldes representan una alternativa democrática sería simplemente ridículo. Derrocado el presidente Asad, lo más probable es que se inicie una guerra civil más prolongada que la insurrección misma.
La mera participación de Estados Unidos y la OTAN delata que la transición hacia la democracia está lejos de ser un objetivo verosímil de la primavera siria.
No me opongo a que un partidario de Estados Unidos o de Occidente o de los rebeldes sirios intente convencerme de su causa. Pero para ello tiene que ofrecerme análisis sólidos y consistentes. El artículo en La Nación no tiene ni solidez ni consistencia y su mediocridad permite que, leyéndolo atentamente, con un simple análisis de contenido, descubramos sus falsedades y premisas torcidas sin tener la necesidad urgente de recurrir a ninguna fuente externa.
lísperguer

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