[Damasco, Siria] [Cristianos sirios preocupados por futuro después de Bashar Asad. Temen la guerra civil y actos de venganza si llega a caer el presidente Bashar Asad, una ansiedad alimentada por la violencia religiosa en Egipto e Iraq].
[Alexandra Zavis] Durante cuarenta años, Um Michael encontró consuelo y serenidad en medio de gigantescos pilares y antiguos iconos de la catedral ortodoxa griega de Santa María.
Pero cuando un sacerdote elevó una plegaria por la paz un domingo hace poco, la viuda de setenta años tuvo que secarse las lágrimas de sus ojos.
“Me gustaría que la vida volviera a ser lo que era”, dijo.
Por la noche, Um Michael puede oír los ecos del combate cerca de su casa en Bab Touma, el centenario barrio cristiano de Damasco. Como muchos cristianos aquí, se pregunta si la rebelión cada vez más sangrienta de Siria, que se arrastra ya durante casi un año, podría destruir la apariencia de seguridad proporcionada por el gobierno del presidente Bashar Asad, autocrático, pero laico.
Asad se ha retratado a sí mismo como el defensor de las minorías religiosas del país, incluyendo a los cristianos y su secta musulmana alawita, contra los extremistas islámicos financiados desde el extranjero. Activistas de oposición se burlan de esa idea, diciendo que el presidente ha explotado deliberadamente los temores religiosos para seguir en el poder.
Pero los temores de un derramamiento de sangre si Asad dejara el cargo, encuentra eco en los cristianos que han visto a sus hermanos poseídos por la violencia religiosa después del derrocamiento de los gobernantes en Iraq y Egipto, y antes de eso después de la guerra civil de quince años en el vecino Líbano.
Muchos aquí temen ataques en venganza contra las minorías, que acusan de haber ayudado a apuntalar al gobierno represivo de la familia Asad que lleva cuatro décadas en el poder, y la emergencia de lo que describen como una nueva dictadura de la mayoría musulmana suní.
“Si el régimen cae, te puedes olvidar de los cristianos de Siria”, dijo George, un dentista de 37 años que, como otros entrevistados, pidió no ser identificado por su nombre o apodo. “Mira lo que pasó con los cristianos en Iraq. Tuvieron que huir, y la mayoría de las iglesias fueron atacadas y destruidas”.
Aunque no todos los cristianos de Siria respaldan al gobierno de Asad, su temor ayuda a explicar el significativo apoyo con el que todavía cuenta el gobierno pese a su feroz represión de lo que empezó como una protesta por lo general pacífica y el creciente aislamiento internacional.
Cristianos preocupados sólo tienen que mirar la ciudad de Homs, destruida por los combates, para ver qué implica una guerra civil. Allá, dicen los residentes, suníes, cristianos y la comunidad alawita, una pequeña rama del islam chií, han sido víctimas de espeluznantes secuestros y asesinatos.
El surgimiento de los partidos islamistas en Egipto y Túnez después de la rebelión ha reforzado la sensación de los cristianos de Siria de que están bajo sitio. Algunos encuentran una confirmación de sus temores en las manifestaciones que se montan todas las semanas después de las oraciones del viernes de los musulmanes, cuando los manifestantes antigubernamentales sale de las mezquitas en todo el país, gritando lemas religiosos y políticos.
“Por supuesto, la Primavera Árabe es un movimiento islamista”, dijo George, enfadado. “Son extremistas. Quieren destruir nuestro país, y dicen que es una revolución”.
Los cristianos de Siria, que representan menos del diez por ciento de los veintidós millones de habitantes del país, fijan el origen de su fe hace dos mil años. Se dice que el apóstol Pablo se convirtió al cristianismo en camino a Damasco, desde donde emprendió un viaje para difundir la fe por el Imperio Romano.
Las autoridades religiosas se han alineado a sí mismas en gran parte con el gobierno, llamando a sus seguidores a dar a Asad la posibilidad de implementar las reformas políticas que prometió hace mucho, mientras que también han llamado a poner fin a la violencia, la que se ha cobrado la vida de más de siete mil quinientas personas de ambos lados, de acuerdo a estimaciones de Naciones Unidas.
Ignacio IV, patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega, describió a Siria como un oasis de tolerancia religiosa donde los cristianos pueden ejercer libremente su culto, construir santuarios y abrir escuelas, actividades que se encuentran restringidas en diversos grados en varios países de Oriente Medio.
Los clérigos cristianos son mostrados frecuentemente en la televisión participando en servicios religiosos conjuntos con sus contrapartes musulmanas. El ministro de Defensa es un cristiano, así como otros altos funcionarios del gobierno y de las fuerzas de seguridad.
“Donde quiera que vayas, encontrarás cristianos y musulmanes”, dijo el patriarca, que tiene una fotografía de sí mismo con Asad en la pared de su despacho. “No hay diferencias”.
Aunque hay voces disidentes, pocos de atreven a hablar públicamente, dijo un sacerdote que no quiere ver su nombre publicado por temor a las represalias. En enero, un clérigo fue asesinado a tiros cuando trataba de ayudar a un feligrés herido en la ciudad de Hama, uno de los centros de la rebelión. Los dos lados se acusan de su muerte.
“En mi opinión, Asad no protege a las minorías sino sólo a sí mismo”, dijo el sacerdote. “Es el régimen de una familia y sus amigos y hay corrupción. Y la corrupción no tiene religión”.
Activistas de oposición responsabilizan a las propias políticas del gobierno la intensificación de las tensiones religiosas, incluyendo el uso de las fuerzas de seguridad dirigidas por alawitas y a una milicia predominantemente alawita para golpear, torturar y matar a manifestantes.
“Esa es su apuesta”, dijo Abdy, un activista cristiano de 27 años que ha participado en numerosas manifestantes contra el gobierno. “Están apostando a la carta religiosa”.
Abdu no tiene miedo de un gobierno dominado por los suníes. Dijo que a menudo reza en las mezquitas, porque es ahí donde se reúnen los manifestantes antes de echarse a la calle.
“Allá somos bienvenidos”, dijo.
Pero después de meses de implacable violencia, teme que la propaganda del gobierno se convierta en realidad. “Creo que nos encaminamos hacia una guerra civil”, dijo.
Louay, 26, recién egresado de la universidad, dijo que nunca pensó que la Primavera Árabe llegaría a Siria.
“Pensé que vivíamos en uno de los mejores países árabes”, dijo mientras bebía té en un moderno café de Damasco, donde mujeres adineradas y sus elegantes hijos pasan el tiempo.
Cuando oyó que estaban disparando contra los manifestantes, y matándolos, temió que el gobierno “está exagerando con la represión”. Pero ahora, dijo, los principales líderes de la oposición también le repelen.
“De cierto modo, están actuando como el régimen, sin preocuparse de cuántos muertos caen”, dijo Louay, que teme que la oposición esté demasiado fragmentada como para impedir las tensiones religiosas y étnicas.
“Creo que la mejor solución es que el gobierno permanezca”, dijo. “Espero que den a Bashar al-Asad otra oportunidad”.
[Rima Marrouch y otro empleado del Times en Damasco contribuyeron a este reportaje].
30 de julio de 2012
6 de marzo de 2012
©los angeles times
cc traducción c. lísperguer