[Como se describía antes a los extraterrestres en Hollywood, la ministra llama «ellos» a todos los opositores de la dictadura militar chilena].
[Claudio Lísperguer] Hace unos días la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, ha vuelto a destacarse con su habitual estilo y manera de interpretar algunos temas. Después de que el periodista de Radio Biobío le preguntara insistentemente su opinión sobre las declaraciones de su padre, respondió a regañadientes, con su habitual descaro, que le daba “lata” (en chileno quiere decir que le aburre) referirse al tema de las violaciones a los derechos humanos porque este “se manosea”. Y explicó luego en la entrevista: “hay un tremendo doble estándar: cuando los muertos son de ellos hay problemas feroces de derechos humanos, cuando los carniceros son de ellos entonces se los traen a Chile”.
El detonante de estas indecentes declaraciones fueron las explicaciones de su padre, el general Fernando Matthei, ex miembro de la junta militar que asoló Chile entre 1973 y 1990, que dijo que se avergonzaba de las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen militar de Augusto Pinochet. El general expresa sólo pesar, pues no se arrepiente del golpe de estado que inició la dictadura. El militar todavía afirma que “estábamos casi en guerra”. Tan en guerra estábamos, en realidad, que los militares, para justificar su intervención, inventaron que los comunistas tenían un plan para imponer una dictadura: el llamado Plan Z, del que se supo, y se confirmó posteriormente, que era enteramente falso y había sido escrito por un historiador de extrema derecha justamente para justificar el golpe. La derecha ha ignorado siempre este detalle, y sigue pretendiendo que nunca existió.
El general obviamente no es una persona coherente. Lamenta las violaciones, dice, pero sigue insistiendo en que estábamos en una situación de guerra, que es precisamente el argumento que esgrime la extrema derecha para justificar las lamentables violaciones a los derechos humanos, especialmente las torturas y ejecuciones extrajudiciales –que hoy todos sabemos que no tuvieron ninguna justificación. El general es inconsistente e insincero. Las conclusiones a la que han llegado las comisiones de la verdad que se han formado, y los fallos del poder judicial, no han tenido hasta hoy ninguna influencia en su interesadísima interpretación del pasado de Chile. Y son esas conclusiones las que más cerca están de la verdad que parecen evadir a los políticos de derechas.
Lo que es muy irritante y una demostración de un insoportable fanatismo y ausencia de sensibilidad humana en la ministra es que sugiere que todos los ciudadanos que protestan o han protestado y denunciado los crímenes de la dictadura y otras violaciones cometidas por militares y la fuerza pública contra civiles en el país, pertenecemos al campo enemigo que la política describe como “ellos”. “Ellos” causan “problemas feroces”, dice la ministra. Esos “ellos” son todos los activistas de derechos humanos y todos los familiares de las víctimas, y las víctima mismas (que sobrevivieron la tiranía), y todos los católicos que se aglutinaron en torno a la Vicaría de la Solidaridad, y todos los humanistas. ¿Qué supone la ministra que deberían hacer, digamos, los familiares de las víctimas? ¿Quedarse callados, no causar “problemas feroces”?
Fundamenta su malestar, y sus reproches, diciendo que los que hoy lloran a sus muertos (a las víctimas de la dictadura), justifican a los carniceros y los traen incluso a Chile, refiriéndose al último dictador de la hoy inexistente República Democrática Alemana). Esta manera de interpretar y de expresarse delata una personalidad rígida, profundamente arrogante, intensamente burda y odiosa. ¿Cómo puede decir una salvajada así? ¿Qué le hace presumir que los familiares de las víctimas de la dictadura pueden estar felices con la llegada a Chile de la familia Honecker? ¿Qué la hace forzar la historia para describirnos a todos como comunistas? La respuesta es: la misma razón que lleva a su padre a seguir mintiendo e insistiendo en que estábamos en guerra, lo que quiere decir que todos esos crímenes cometidos por la dictadura se justificaban. Padre e hija parecen cortados por la misma torcida tijera: también la ministra quiere hacernos creer que todas las violaciones a los derechos humanos son inaceptables. Pero si eso es así, ¿por qué entonces insultar la memoria de las víctimas de la dictadura de su padre, y a sus familiares?
En la peculiar manera de pensar la historia de la ministra ahora parece que la culpa del golpe la tuvieron las dictaduras comunistas de Europa del Este. En su historiografía, las violaciones a los derechos humanos cometidas por esas dictaduras de cierto modo justifican las que cometió la dictadura militar chilena.
Hay otra torpeza en la entrevista: le parece adecuado a la ministra describir a Honecker como “carnicero”. Pero nunca he visto a la política llamar “carnicero” a Pinochet. Del doble estándar que quiere hacernos creer que denuncia, ella es el mejor ejemplo.
Los chilenos no podremos superar nunca las heridas de dejó la dictadura si la derecha no hace un esfuerzo adicional para convertirse en una derecha decente y superar su fase psicótica. Porque es derechamente psicótico justificar la dictadura en un plan comunista de usurpación del poder que nunca existió o en las dictaduras de Europa del Este. Este es un punto de vista tan bruto que el diccionario no incluye palabras decentes para describirlo.
La derecha, que sigue creyendo que ganó una guerra que fue en realidad la masacre cobarde de un pueblo desarmado, persiste en defender lo indefendible porque se sabe poderosa y prefiere adorar a los dioses de la impunidad y la codicia. Hoy en Chile no existen partidos que quieran instalar en el país una dictadura comunista ni socialista. Pero si la izquierda hizo un análisis introspectivo y renunció (felizmente) a muchas de sus creencias, la derecha todavía no se siente interpelada y persiste en defender las aberraciones de la dictadura con un discurso doble y falso: que defienden los derechos humanos, al mismo tiempo que entorpecen la justicia, encubren a criminales, hacen todo lo posible para evitar que estos sean castigados y mienten descaradamente sobre el pasado de Chile.
Con estos políticos no se puede hacer nada. Y tendremos que seguir esperando a que nazcan derechistas decentes, que hagan suya genuinamente la defensa de los derechos humanos (como la tendencia liberal, que la ministra seguramente ignora o niega, que defendía al gobierno socialista) y que no vea a los ciudadanos chilenos como “ellos”.
lísperguer