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[Washington, Estados Unidos] [A medida que los islámicos ganan influencia, Washington revalúa quiénes son sus amigos].

[Scott Shane] En su primer discurso importante el mes pasado, Mohamed Morsi, el nuevo presidente egipcio, prometió tratar de obtener la libertad de un notorio terrorista egipcio que se encuentra encarcelado en una prisión de Carolina del Norte. No mucho antes, un miembro de una organización clasificada como terrorista, Gamaa al-Islamiyya –que también es el partido de algunos de los recién elegidos miembros del Parlamento egipcio- fue recibido en Washington como parte de una delegación oficial invitada por el Departamento de Estado.
Funcionarios del gobierno de Obama no hicieron comentarios públicos sobre la promesa de Morsi y trataron de explicar por qué un miembro del Parlamento egipcio, Hani Nour Eldyn, recibió una visa, mencionando normas de privacidad y negándose a decir si había hecho una excepción a la prohibición de ingreso de ese tipo de visitantes o si su militancia simplemente había sido ignorada.
Presionando por periodistas después de que la visa se convirtiera en una polémica parlamentaria, una portavoz del Departamento de Estado, Victoria J. Nuland, dijo que no se consideraba que Eldin representara una amenaza para Estados Unidos.
“Es un nuevo día en Egipto”, agregó. “Es un nuevo día en un montón de países en Oriente Medio y África del Norte”.
Para el gobierno de Obama, mientras navega entre los tumultuosos efectos de la Primavera Árabe, es un día complicado, así como se han alterado las suposiciones cultivadas durante largo tiempo sobre quién es amigo de Estados Unidos y quién no, causando confusión en muchos estadounidenses.
“En estos momentos, Estados Unidos está en una suerte de trance cuando se trata de Oriente Medio”, dijo Akbar Ahmed, presidente de estudios islámicos en la Universidad Americana. “Todo ha cambiado”.
El derrocamiento de dictadores en todo el mundo árabe y el surgimiento de los islamistas en nuevas posiciones de influencia o poder está obligando a Washington a revaluar juicios formados hace décadas. El más importante concierne Egipto, donde Morsi, representando al movimiento islamista más poderoso de la región, la Hermandad Musulmana, ganó las elecciones por un estrecho margen. Su decisión -el sábado- de reanimar el disuelto Parlamento puso a los expertos occidentales a sudar para entender su estrategia.
En Túnez, el partido islámico Ennahda, prohibido en el pasado, ganó varios escaños en las elecciones del año pasado, y los islamistas también han ganado más apoyo en Yemen. En las votaciones del sábado, Libia parece apartarse de la tendencia: la coalición dirigida por un politólogo moderado derrotó por poco a los dos partidos islámicos.
Pero como signo del potencial político de la religión, el líder de la victoriosa coalición, Mahmoud Jibril, se esforzó en rechazar la clasificación de “laica” para su Alianza de Fuerzas Nacionales y se acercó a los islamistas. “No hay extremistas”, dijo.
En los diez años posteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001, los estadounidenses miraron a Oriente Medio y el islam a través de la lente de la amenaza del terrorismo. Estados Unidos emitió severos juicios, resumidos en la advertencia del presidente George W. Bush al mundo nueve días después de los atentados: “O están con nosotros, o están con los terroristas”.
Se negó la visa a investigadores musulmanes extranjeros debido a sus opiniones opuestas a la política exterior estadounidense. Funcionarios estadounidenses no distinguían siempre cuidadosamente entre islamistas, que pedían un rol de importancia para el islam en el gobierno, y los yihadistas violentos, que persiguen el mismo objetivo, pero pregonan el terrorismo para alcanzarlo.
De hecho, la hostilidad de Estados Unidos hacia los movimientos islámicos es muy anterior al 11 de septiembre de 2001 debido al apoyo de Estados Unidos a los autócratas laicos de los países árabes. Durante el gobierno de treinta años de Hosni Mubarak en Egipto, la Hermandad Musulmana estuvo oficialmente prohibida, así que los diplomáticos estadounidenses en el Cairo mantuvieron los contactos discretos e informales.
“No tenemos contacto con la Hermandad Musulmana”, declaró Condoleeza Rice, entonces secretario de estado, en un discurso en 2005 en el Cairo. “Y no los tendremos”.
Expertos en Oriente Medio sugieren que las recientes polémicas sobre la declaración de Morsi y la visa de Eldin son solo el principio de un largo y difícil proceso de reacomodo de Estados Unidos, con implicaciones para la ayuda estadounidense y las relaciones de los países árabes con Israel.
Pero sugieren que los estadounidenses no deberían asumir que el surgimiento de los islamistas pone a Estados Unidos en mayor peligro de los
terroristas. Dicen que podría ser lo contrario.
“Yo diría que la gente no debería alarmarse demasiado por la retórica antinorteamericana”, dijo Stephen McInerney, director ejecutivo del Proyecto Democracia en Oriente Medio, con sede en Washington. El último año del gobierno de Mubarak en Egipto, dijo: “Es un paso importante para combatir el terrorismo en la región y socavar su atractivo”.
“La gente puede ventilar sus frustraciones libremente y expresarse en las urnas”, agregó.
Sin embargo, para algunos miembros del Congreso los últimos desarrollos son inquietantes. El representante Peter T. King, republicano de Nueva York y presidente de la Comisión de Seguridad Interior, dijo que el llamado de Morsi a la liberación de Omar Abdel Rahman, un jeque egipcio ciego que cumple cadena perpetua, era “el tipo de cosas que oyes en la calle, no del presidente del país”.
“Tenemos que preocuparnos”, agregó King.
Le escribió a Janet Napolitano, secretaria de seguridad interior, exigiendo una explicación del visado de Eldin. “Si va a permitir que alguien de una notoria organización terrorista ingrese al país, eso debería ser el resultado de un largo proceso público en la toma de decisiones”, dijo King.
Hay precedentes históricos, reconoció King, mencionando uno que conoce íntimamente. Partidario durante toda la vida del Ejército Republicano Irlandes, King cabildeó durante años para conseguir una visa para Gerry Adams, jefe de lo que era el brazo político del IRA, el Sinn Fein, antes de que se le otorgara en 1994.
“Pero eso tomó años de negociación, y se hizo abiertamente”, dijo King, en contraste con la visita de Eldin, que no fue conocida por el público sino hasta que fue informada por el Daily Beast.
Un precedente anterior podría ser el de una organización sionista militante cuyos miembros participaron en actividades terroristas contra los británicos antes de la creación del estado de Israel y llegaron a ser luego importantes políticos que fueron acogidos cariñosamente en Washington.
Gamaa al-Islamiyya parece ser otro caso de una organización terrorista que cambia gradualmente sus tácticas. En los años noventa, la organización implementó una brutal campaña de violencia, asesinando a soldados y agentes de policía egipcios y turistas extranjeros. Pero en 2003 renunció a la violencia y desde entonces ha tratado de entrar en el mundo político tradicional.
El jeque, 74, que está ahora en una cárcel federal para condenados enfermos en Butner, Carolina del Norte, fue una importante figura en la organización durante sus días violentos. Fue sentenciado en 1996 por tramar una “guerra de terrorismo urbano” contra Estados Unidos, empezando con atentados con bomba en túneles y sitios históricos en la ciudad de Nueva York.
Pero su culpabilidad es cuestionada por muchos egipcios, que lo ven como víctima de una conspiración de Estados Unidos y Mubarak.
Michele Dunne, profesional egipcia del Atlantic Council, un centro de investigación en Washington, dijo que la mención del caso por parte de Morsi era un gesto político hacia los musulmanes ultraconservadores conocidos como salafistas, como Eldin. Pero todavía hay que ver, dijo, si Morsi tratará el asunto con funcionarios estadounidenses, los que de seguro desecharán toda petición de la liberación del jeque.
Los más importantes terroristas egipcios, incluyendo al jeque y al actual líder de al Qaeda, Ayman al-Zawahri, quedaron marcados por su rabia contra la dictadura de Mubarak, dijo Dunne. La incorporación del movimiento islamista en la vida política tradicional reduciría la amenaza de terrorismo, dijo.
Cuando el mes pasado pareció que los militares egipcios podrán intervenir y bloquear la investidura de Morsi, dijo Dunne, ese desarrollo parecía estar colgando en la balanza.
“Si organizaciones islámicas como la Hermandad pierden fe en la democracia”, dijo, “eso podría tener desastrosas consecuencias”.
[David D. Kirkpatrick contribuyó al reportaje desde el Cairo].
11 de agosto de 2012
10 de julio de 2012

©new york times
cc traducción c. lísperguer

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