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[China necesita un nuevo código moral que ponga límites a la desenfrenada y criminal codicia en el mundo de los negocios].

[Yanzhong Huang] En abril, un informe de la radiotelevisión nacional china, CCTV, detallaba el proceso de producción utilizado por dieciséis compañías que venden fruta en conserva. En comparación, los métodos de empaquetamiento de carne descritos por Upton Sinclair en ‘The Jungle’ hace un siglo llegan a parecer razonables.
Melocotones podridos almacenados en piletas descubiertas rodeadas de basura son procesados con metabisulfito de sodio para que la fruta se vea fresca y con agentes blanqueadores y aditivos nocivos para el hígado y riñón humanos. Los melocotones son empaquetados en bolsas sucias que contenían previamente pienso animal y luego enviados a tiendas de grandes marcas.
La fruta tóxica en conserva es el último artículo en la creciente lista de productos alimenticios peligrosos en China. La leche maternizada adulterada con melanina es el mejor conocido, pero también hay carne con el prohibido esteroide clenbuterol, arroz contaminado con cadmio, fideos sazonados con tinta y parafina, champiñones tratados con blanqueadores fluorescentes y aceite de cocina obtenido y reciclado desde las alcantarillas. En 2011 un estudio publicado en la revista china Journal of Food Hygiene calculó que más de 94 millones de personas contraen cada año enfermedades causadas por bacterias encontradas en los alimentos, provocando cerca de ocho mil quinientas muertes al año.
Los problemas de China con la seguridad alimentaria destacan tanto el colapso de la ética comercial del país como la incapacidad de los inspectores del gobierno de mantener el paso con una economía de mercado en expansión. Sin embargo, la concentración excesiva en la escasa fiscalización oficial redunda a menudo en que se desdeña el problema mucho más grave de la desintegración de la moral cívica.
En medio del creciente malestar público, el gobierno chino dictó la Ley de Seguridad de los Alimentos. El objetivo de la ley, que entró en vigor en junio de 2009, era prohibir el uso de aditivos no autorizados y también, más ampliamente, proporcionar un motivo para reforzar la vigilancia “desde la granja hasta el tenedor”. En 2010, se nombró una comisión nacional formada por tres viceministros y una docena de funcionarios de nivel ministerial. Este año el gobierno central pidió a las autoridades provinciales “aumentar las penas por conductas ilegales criminales en la seguridad alimentaria”.
Pero su implementación se ha visto plagada por la ineficiencia y la corrupción. Dadas las capacidades institucionales subdesarrolladas de China y su débil sociedad civil, el cumplimiento de objetivos regulatorios depende a menudo de una orden administrativa. Y la Ley de Seguridad de los Alimentos, junto con las varias recientes rondas de restructuración administrativa, ha contribuido a fragmentar la capacidad regulatoria del estado sobre la industria del alimento.
Mientras el Ministerio de Salud es ahora responsable de la coordinación de problemas relacionados con la seguridad de los alimentos, otras agencias oficiales han sido encargadas de vigilar la producción de alimentos, la distribución y el uso, respectivamente. Esto no solo complica compartir la información y la coordinación entre los departamentos. También crea un suelo fértil para el haraganeo y la indolencia burocráticas.
Estos fracasos en la regulación subrayan la importancia de la ética cuando se trata de regular la conducta de la gente en transacciones comerciales. Pero es precisamente debido a los fracasos en esa área que la falta de seguridad alimentaria es una preocupación tan grave en China.
Históricamente, dos ideologías oficiales –el confucionismo y el comunismo- restringieron las operaciones comerciales. La sociedad china tradicional reconocía el deseo humano de enriquecerse, pero también advertía: “Un hombre de carácter noble adquiere su riqueza por medios justos y éticos”. Más tarde, el énfasis del régimen maoísta en el sacrificio del individuo a la colectividad también sirvió como un freno moral a la conducta de la gente.
La destrucción del confucionismo durante la Revolución Cultural y el ahuecamiento del comunismo durante la última era de reformas provocaron un vacío moral. Este fue rellenado rápidamente por el materialismo.
Aunque el materialismo es también habitual en Occidente, los valores religiosos, junto con un marco regulatorio adecuado y el estado de derecho, ayudaron a definir lo que es aceptable en los negocios allá. En China, el renacimiento del capitalismo ha sido impulsado casi enteramente por el afán de riqueza. En palabras de Deng Xiaoping, “hacerse rico, es la gloria”.
Este decidido afán por los intereses económicos está ahora amenazando la base moral de China. En un sondeo nacional online de casi veintitrés mil adultos en octubre pasado, cerca del 82 por ciento de los encuestados coincidieron en que China ha vivido un importante decline moral en los últimos diez años. Más del cuarenta por ciento atribuyó el desliz al culto del dinero (35 responsabilizó a los problemas de desarrollo e implementación insuficiente de la ley). Sin embargo, más de la mitad de los encuestados también dijo que no creía que la observancia de las normas éticas fuera una condición necesaria del éxito.
Ciudadanos corrientes están tratando de solucionar el problema de la seguridad alimentaria por sus propios medios. Los campesinos sólo confían en los productos que han cultivado ellos mismos. Una vez un taxista de Pekín me contó que él evitaba las tiendas de abarrotes pequeñas. Sin embargo, no existe ninguna garantía de que el alimento vendido en los centros comerciales sea más seguro: la Administración General de Deporte prohíbe que sus atletas consuman carne fuera de los recintos destinados oficialmente a la preparación. El gobierno empezó ya en 2008 a crear Centros Especiales de Abastecimiento para asegurarse de que la elite coma alimento orgánico.
El primer ministro Wen Jiabao ha invocado los escándalos de los alimentos como ejemplos de la “falta de integridad y el derrumbe de la moralidad” en China, agregando que “para un estado sería absolutamente imposible convertirse en un estado poderoso y respetuoso sino buscara el mejoramiento de su calidad nacional y fortaleza moral”.
Pero sus alegatos a favor de una mejor ética del comercio fueron plegarias en el desierto. La elite china no reconoce completamente el problema. En abril, un artículo en la publicación comunista Qiushi (“Buscando la verdad”) negó que haya habido una decadencia moral sistemática. Esto quizás no debería sorprendernos, ya que muchos políticos chinos y funcionarios policiales son los que están detrás de la decadencia.
Sin embargo, aunque diferentes culturas tienen diferentes estándares morales, para que una sociedad funcione se necesita un código moral básico. Uno puede solamente esperar que después de la reciente ola de escándalos en China –sobre seguridad alimentaria, sobre el asesinato cometido presuntamente por la esposa de Bo Xilai, sobre la corrupción del ex ministro de ferrocarriles, Liu Zhijun –, los líderes reformistas puedan reunir suficiente capital político para provocar un cambio fundamental y una sociedad más ética.
[Yanzhong Huang trabaja en salud global del Consejo de Relaciones Exteriores y profesor en la Escuela de Diplomacia y Relaciones Internacionales Whitehead en la Universidad Seton Hall.]
6 de septiembre de 2012
18 de agosto de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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