[Encadenar a los perros: una costumbre que la ley todavía no logra erradicar y un delito que se comete a menudo con la más completa y bizarra candidez.]
[Claudio Lisperguer] Una de las formas más extendidas de maltrato animal en Chile es probablemente mantener atados o encadenados a los perros. El sentido común, si no la ley, pone límites en cuanto a la duración del maltrato, pero no parece que alguien los respete y es bastante frecuente saber de perros que pasan atados día y noche, todos los días, muchas veces, además, en posiciones estresantes, con cadenas demasiado cortas, sin comida ni agua y en condiciones nada higiénicas. Pese a ser un delito de los que llamamos inhumanos y crueles, conozco muy pocos casos de denuncia de este tipo de maltrato. Los perros sufren esta restricción mucho más intensamente que nosotros, acostumbrados a largos periodos de inactividad, y el malestar se expresa en prolongados y angustiados ladridos de socorro.
Ayer, en un voraz incendio en Calama, una perra murió quemada o asfixiada porque no pudo escapar de las llamas por estar encadenada. En el momento del incendio que la redujo a cenizas, en la casa no había ningún humano. Los otros perros, que andaban sueltos, sí pudieron escapar.
Los familiares “lloraron amargamente la muerte de su perrita Sasha, quien se encontraba amarrada a la hora del incendio”, informó La Estrella del Loa.
“’Lo más terrible es que la perrita estaba preñada y por estar amarrada no logró huir de las llamas como nuestras demás mascotas, porque los vecinos se quejaban de ella. Mis hijos aún lloran su partida’, declaró la dueña de la casa siniestrada, Ana Yapura”.
“Lo malo es que se quemó un perrito que estaba amarrado”, dijo el superintendente de Bomberos.
El incendio se produjo aparentemente cuando la dueña de casa salió precipitadamente tras recibir una llamada de Carabineros por un accidente que había sufrido su marido, olvidándose de apagar el gas de la cocina.
Pero Sasha no murió sólo quemada. “Lo más terrible fue ver cómo la perrita se quemaba, porque no podía arrancar y al rato cayó como un saco de papas al suelo. Pese a estar completamente quemada, siguió agonizando y menos mal que un bombero terminó con su sufrimiento”, dijo uno de los obreros entrevistados por el diario. No explica cómo puso fin a su vida el bombero.
Aun hay lagunas en la historia. ¿De qué se quejaban los vecinos? ¿Restringirla era la única solución? ¿Cuántas horas pasaba Sasha encadenada? ¿Cómo murió exactamente?
Lo que sí está claro es que, hasta su muerte, Sasha fue víctima de esta atroz forma de maltrato, al que la sometió sin duda en la creencia de que así se la protegería contra sí misma por el malestar o daños que aparentemente causaba a sus vecinos. No sabemos los detalles del caso, pero muchas veces los humanos no toman por sus perros las decisiones más cuerdas, como asegurar y terminar bien las verjas o paredes y, si eso fuera imposible, dejar su adiestramiento en manos de profesionales para entender por qué escapa o hace lo que hace contra sus vecinos y quitarle la mala costumbre. Pero encadenarlos por periodos prolongados, o permanentemente, es una de las peores torturas imaginables, y por muchas razones: por el aislamiento, porque el perro atado no puede jugar ni moverse libremente ni, por ejemplo, salir a reconocer olores; por la restricción de movimiento, que somete al animal (lo mismo que al humano) a posiciones corporales necesariamente estresantes; por el peligro que representa la restricción, pues el perro no podrá ni huir en caso de incendio ni defenderse de agresores1; por las condiciones higiénicas deplorables en las que deben esperar la llegada de los amos, en medio de sus propios excrementos; y porque los periodos de encadenamiento suelen coincidir con la privación de alimento y agua. Realmente, no hay nada que justifique que se encadene a un perro. A veces parece la solución más fácil y rápida para un problema. Pero lejos de ser la solución, muchas veces empeora los problemas existentes y crea nuevos, de más difícil solución, como convertir a un perro pacífico y amistoso, en un chucho estresado, agresivo y patentemente infeliz. Además, sin embargo, estoy seguro de que todos consideraríamos inadmisible que alguien nos tratase como nosotros tratamos a los perros.2
Notas
1 En Ohio acaban de condenar a siete meses de cárcel y multa e indemnización (dos mil dólares en total), más la prohibición de tener mascotas durante tres años, a dos hombres que asesinaron a puñaladas a los perros de los vecinos. “Los Scythes habían salido esa noche a tomar algo y dejaron a sus dos perros encadenados en el patio delantero. Al regresar encontraron la espeluznante escena: Bubba y Bear habían sido apuñalados y degollados. Uno de los perros se había partido en dos al intentar escapar”. Otro ejemplo de lo que le puede pasar a un perro encadenado se encuentra en Humanos contra perros: “La persona pasaba junto al árbol donde el perro solía ser encadenado por su dueño en la caseta y cada vez que pasaba, todos los días y sin provocación alguna, le pegaba una patada. Un buen día se olvidó el dueño de encadenarlo y cuando volvió el hombre a pasar por ahí y le dio una patada al perro, este lo atacó y mordió. Denunciado por la víctima como un ataque inmotivado, el dueño decidió sacrificarlo. ¿Cuántos perros no habrán corrido la misma suerte por la infamia y la cobardía de un humano?”
2 La Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos condenó esta práctica ya en 1996, por considerarla inhumana por el grave deterioro psicológico que causa la restricción corporal y porque convierte al perro en un animal estresado y agresivo. La SPA estadounidense realiza una campaña permanente llamando a desencadenar a los perros y buscar otras soluciones: Our Guide To Help Chained Dogs, y Chaining and Tethering. Pepa García ha denunciado el terrible caso de Botita y Almendra, que viven encadenadas permanentemente.
[La foto viene del blog My 4ever Friend, y no es Sasha].
lísperguer