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[Bengasi, Libia] [Y les obligan a huir].

[Suliman Ali Zway y Kareem Fahim] Indignados por el asesinato del popular embajador estadounidense la semana pasada, miles de libios marcharon el viernes por las calles de esta ciudad exigiendo el desarme de las milicias paramilitares que derrocaron a la dictadura, pero que están creando problemas al país con su negativa a disolverse.
En una demostración de frustración colectiva con los grupos armados, el viernes noche los manifestantes se hicieron con el control de varios cuarteles de los paramilitares y los entregaron al ejército nacional libio en lo que pareció ser una acción coordinada. También arremetieron contra el cuartel de Ansar al-Sharia, una milicia islámica extremista que ha sido asociada al ataque contra la delegación diplomática de Estados Unidos en Bengasi que terminó con la muerte del embajador y otros tres estadounidenses.
Mientras los miembros de Ansar al-Sharia huían de su cuartel, los manifestantes incendiaron al menos un vehículo, Reuters informó que una persona había muerto. Hubo informes no confirmados de que varios manifestantes resultaron heridos tras recibir disparos de los paramilitares que escapaban.
En el cuartel ocupado de otra milicia, los manifestantes quemaron y se hicieron con un gran número de armas, y cientos de saqueadores pudieron ser vistos alejándose con rifles automáticos y lanzagranadas.
El asesinato del embajador J. Christopher Stevens, un personaje apreciado en Bengasi debido a que trabajó estrechamente con los rebeldes que derrocaron al coronel Moamar al-Gadafi el año pasado, fue aparentemente el catalizador de las protestas del viernes, aunque difícilmente es la única causa.
Las milicias, que se formaron poco después del inicio de la rebelión en febrero de 2011 contra el coronel Gadafi en esta ciudad al este de Libia, emergieron como una presencia paralela y a menudo ominosa después de su derrocamiento en octubre de 2011, ocupando territorio para sí mismas y controlando al nuevo gobierno.
Al occidente de Libia, los conflictos territoriales entre las milicias se resolvieron a menudo en enfrentamientos callejeros con armas pesadas. Hace unos meses, los miembros de Ansar al-Sharia se pasearon por Bengasi blandiendo armas y llamando a la fundación de un estado islámico.
No quedó claro el viernes si la reacción contra Ansar al-Sharia y los otros paramilitares representó una oportunidad para que el gobierno consolidara su autoridad en la era de después de Gadafi o si conducirá a nuevos y violentos enfrentamientos.
Pero no había demasiadas armas en los cuarteles ocupados, dijeron manifestantes y funcionarios, sugiriendo que las milicias habían anticipado un acontecimiento semejante debido al resentimiento contra ellas.
En otro indicio de que las tensiones se agudizaron, algunos paramilitares acusaron a gadafistas de haber instigado esa reacción. Mohamed Bazina, portavoz de la milicia Rafallah al-Sehati, una de las organizaciones paramilitares cuyo cuartel fue ocupado, dijo que poseía un video que lo demostraba.
“Este es un golpe militar contra los verdaderos revolucionaros de la ciudad de Bengasi”, dijo. “Bengasi no se calmará”.
El ataque contra la misión estadounidense en Bengasi en el que murió el embajador Stevens en el décimo primer aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001, fue una afronta para muchos en Bengasi, ciudad que fue la base del embajador durante la insurrección. El embajador se convirtió en una alegre y familiar figura en eventos públicos.
“Queremos justicia para Chris”, decía un letrero en la marcha de cerca de treinta mil libios, incluyendo familias, que llegaron a la plaza mayor de Bengasi el viernes para protestar frente al principal cuartel de Ansar al-Sharia.
Algunos llevaban letreros que decían: “El embajador era amigo de Libia” y “Libia perdió a un amigo”. Muchos manifestantes llevaban banderas libias, y se podía ver a agentes de policía marchando con los manifestantes.
Miembros de Ansar al-Sharia realizaron una contramanifestación y militantes y manifestantes se trenzaron en una discusión, aunque no hubo violencia, al menos no inicialmente. Los manifestantes gritaban: “Terroristas, cobardes. Devuélvanse a Afganistán”.
Stevens y los otros murieron en el caos que fue provocado ostensiblemente por la indignación provocada por un video anti-musulmán hecho en Estados Unidos y que ha estado irritando al mundo musulmán en las últimas dos semanas. Pero funcionarios han dicho que hay indicios de que parte del ataque puede haber sido coordinado y planificado.
La organización y el poder de fuego empleado en el asalto también han creado alarma en Washington sobre la posibilidad de que los atacantes estén vinculados con al Qaeda. Pero para los libios, el asalto subrayó la inestabilidad en un país donde las milicias guardan las armas a la mano.
El gobierno de Obama ha sido cuidadoso a la hora de asignar responsabilidades por la muerte de Stevens y los otros hasta que funcionarios policiales, incluyendo al FBI, sepan más. Pero el gobierno ha empezado a calificar los asesinatos como “ataque terrorista”.
El cambio en el lenguaje se produce en momentos en que los legisladores republicanos criticaron al gobierno por lo que definen como su fracaso en anticipar los problemas en Libia. Algunos congresistas republicanos han propuesto cortar la ayuda a Libia.
Pero un poderoso republicano, el senador John McCain, desaconsejó la medida, mencionando los sentimientos a favor de Estados Unidos de algunos de los manifestantes que se enfrentaron con Ansar al-Sharia el viernes.
“Estas valientes personas en Libia son amigos de Estados Unidos”, dijo. “Quieren y necesitan nuestra ayuda. Y debemos continuar proporcionándola, que es exactamente lo que hubiera querido Chris Stevens”.
El mortífero ataque contra el recinto diplomático de Estados Unidos aquí fue en realidad un asalto en dos fases, de acuerdo a los sobrevivientes. Después de que los atacantes redujeran a los guardias de seguridad de la delegación estadounidense, los sobrevivientes se congregaron en una casa quinta cercana, rodeados por fuerzas libias aliadas, y creían estar a salvo mientras esperaban su traslado al aeropuerto. No se conocía entonces el paradero del embajador.
La emboscada empezó a eso de las dos de la madrugada con rondas de mortero y tiros contra el recinto donde se habían refugiado los sobrevivientes. En el ataque murieron dos de los guardias, Tyrone S. Woods y Glen A. Doherty. Aún persisten interrogantes sobre la emboscada, pero los que estuvieron en ella dijeron que fue realizada con gran precisión.
Cuando los otros se refugiaban en la casa quinta, Stevens, Sean Smith (informático) y un agente de seguridad se trasladaron a un “refugio” designado para pasar la noche, pero los atacantes rociaron el edificio con combustible y lo incendiaron. No se sabe si sabían que había personas en su interior. El guardia, que no ha sido identificado, escapó del edificio, pero Smith y Stevens murieron asfixiados.
[Suliman Ali Zway informó desde Bengasi, y Kareem Fahim, desde Beirut, Líbano. Rick Gladstone contribuyó al reportaje desde Nueva York.]
26 de septiembre de 2012
22 de septiembre de 2012
©new york times
cc traducción @lisperguer

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