[La prensa informó ampliamente sobre un nuevo ataque canino contra un niño. Pero las versiones son contradictorias. ¿Quién atacó a quién?]
[Claudio Lísperguer] Dos diarios nortinos informaron y comentaron sobre el ataque de un perro contra un niño de nueve años, al que le mordió el rostro. En la noticia que reproduce perros, que proviene de El Mercurio de Calama, “el pequeño se agachó a arreglarse los zapatos y el perro callejero le agarró el costado izquierdo de su cara”. La madre explica: “Pasamos a la casa de una amiga y él se agacha y de repente levanta la mano y el perro estaba al lado y le mordió la cara”. Le dijeron luego los vecinos a la madre que se trataba de un “can vagabundo que llegó al sector y nunca había atacado a los menores que viven en la calle Hernán Cortés”.
La Estrella del Loa ofrece una versión más elaborada. El niño “fue víctima de un brutal ataque”. “Junto a su madre circulaban [sic] por calle Hernán Cortés […] cuando se cruzaron con el perro callejero que se fue contra él”. Según la madre, el niño “se agacha a arreglarse los zapatos. Él levanta una mano y el perro lo ataca”. Agrega la madre que “no hubo ninguna provocación del menor para que el animal tuviera esa reacción”. Luego la madre atacó con piedras al animal, para alejarlo de su hijo. Concluye el periodista comentando la “valentía” del niño al hacer frente al ataque del can.
Las dos versiones no coinciden. En la versión de la Estrella se dice que el perro atacó al niño; en El Mercurio, el perro estaba al lado del niño. El detalle es importante. Si antes de la mordedura el perro estaba al lado del niño, evidentemente no lo estaba atacando. La Estrella nos hace creer que cuando el perro vio al niño corrió hacia él y lo mordió. En esta última versión, el ataque del perro no tiene ni la más mínima justificación. La versión de La Estrella es inconsistente y se contradice con lo que declara la propia madre. Si el perro estaba al otro lado de la calle, no se entiende que la madre diga que cuando el niño se agachó a “arreglarse” los zapatos, el perro estaba a su lado. La de La Estrella es una versión adulterada que quiere proporcionar argumentos para la nota ideológica que se encuentra en un cuadro destacado en la misma página. En este cuadro se “informa” que el ayuntamiento ha tratado de mejorar el control de los perros vagos con su internación en un canil municipal y un programa de esterilización, pero “nada ha funcionado”. Es difícil que funcionen, obviamente, porque esterilizando a los perros no se logrará nunca el objetivo de sacar a los perros de la calle. El canil municipal tampoco es una solución si no forma parte de un esfuerzo conjunto de ciudadanía y autoridades para encontrar hogares adoptivos a los perros de la calle. En el cuadro se cree aparentemente que la presencia de perros en la calle tiene que ver exclusivamente con lo lo que el periodista llama tenencia responsable. Pero la presencia de perros en la calle es un asunto más complejo. No todos los perros son abandonados. En realidad, en otras ciudades la mayoría son perdidos. Como quiera que sea, meterlos en el canil es una estrategia perdedora si no se hacen esfuerzos, primero, para encontrar a sus familias humanas y, dos, si no se buscan familias adoptivas a los abandonados. Un canil no es un hoyo negro donde los perros desaparecen. Si lo es, es una aberración. El canil debe ser una estación de tránsito hacia un hogar adoptivo.
Hay algo que incomoda en la versión de la madre. Dice que el niño se estaba arreglando los zapatos (¿qué quiso decir exactamente?, ¿qué significa arreglarse los zapatos: amarrarse los cordones?) y levantó la mano. Entonces el perro, que estaba al lado, lo mordió. ¿No es raro? ¿No habrá intentado pegarle? ¿Le pegó un manotazo? ¿Cogió una piedra? ¿Por qué dice la madre eso? Pero este detalle echa por tierra la versión de La Estrella y da pie para pensar que, quizá, el perro interpretó como agresión el movimiento del niño. Porque si el perro lo mordió cuando el niño se agachó a arreglarse los zapatos, evidentemente no venía el chucho por la calle a toda velocidad para morderlo. De modo que sólo restan dos explicaciones razonables: o el perro interpretó como agresión el gesto del niño, o el niño efectivamente agredió al perro.
Yo creo lo último. Agrego que en muchas zonas del norte de Chile y zonas rurales del país, la gente es extremadamente cruel con los animales. Si un perro callejero se acerca a una persona, es muy probable que esta le pegue una patada. Incluso si no se acerca, si está el perro cerca, es probable que algunos, sobre todo niños, se agachen y cojan una piedra. Ese gesto de recoger una piedra saben los perros muy bien que es una señal de agresión. No todos los perros se intimidan. Algunos atacan. Yo he visto a madres humanas azuzando a sus hijos para que ataquen o golpeen a perros sin la menor provocación. Llego a esto porque lo que dice la madre (que el niño levantó la mano) es muy significativo: quiere decir que hasta ese momento el perro estaba al lado del niño y no lo había atacado. Lo atacó cuando el niño levantó la mano. La insistencia de la madre en que el niño no hizo nada que justificara el ataque me hace sospechar que eso fue exactamente lo que ocurrió.
Esta interpretación se refuerza por los testimonios de los vecinos. El perro es conocido en el barrio y no tiene antecedentes como perro agresivo.
En realidad, tengo la impresión de que gran parte de los ataques de perros de la calle contra humanos son provocados por agresiones previas de estos. La gran mayoría de los ataques caninos los protagonizan perros con dueño o perros de casas que tienen funciones de guardia sin haber sido adiestrados por profesionales para ello. Estos perros no adiestrados, o incluso mal adiestrados (algunos dueños los hacen pasar hambre y los golpean en la creencia de que esos maltratos los ponen más bravos y creen estos humanos que los perros guardianes deben ser bravos). Los perros callejeros atacan muy rara vez, a menos que se formen jaurías y se ataquen entre ellos o que sean agredidos.
Por eso todo programa de lo que muchos llaman tenencia responsable debería incluir un proyecto cultural que transforme la crueldad contra animales en socialmente intolerable. Las autoridades deberían dar el ejemplo en muchos aspectos: para no tener perros en las calles, sólo basta con verlos como lo que son: personas en situación de abandono y precariedad, expuestos a pasar hambre, sufrir frío, ser atropellados, ser atacados por otros perros y, quizá lo peor, ser agredidos por humanos. La municipalidad debería montar programas eficaces que permita que los perros abandonados o perdidos en calles vuelvan a sus familias humanas o encuentren nuevas, al mismo tiempo que se prohíbe la reproducción indiscriminada de animales en los hogares humanos y se restringe o prohíbe la crianza comercial de perros. Si el municipio tiene un canil, sólo puede ser una estación en la ruta de los perros recogidos hacia una familia humana adoptiva. Si existe un canil, es inadmisible que haya perros sufriendo en la calle. Las autoridades no se pueden lavar las manos. Lavarse las manos, hacer la vista gorda y quedarse de brazos cruzados es el peor ejemplo que se puede dar a la ciudadanía y a los futuros ciudadanos. Deben las autoridades abandonar esa postura bruta y ver en los perros de la calle no una molestia, ni un peligro de agresión, sino a personas en situación de extrema precariedad que necesitan ayuda urgentemente. Toda otra postura es indigna de la cultura que la cultura y sociedad que queremos.
lísperguer