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[Dirigente comunista español.]

[Leslie Kaufman] Murió el martes en su casa en Madrid Santiago Carrillo, que pasó de tomar las armas contra el régimen del general Francisco Franco y sus fuerzas fascistas a dirigente comunista español que fomentó la creación de un partido comunista europeo más moderado y democrático, independiente de la Unión Soviética. Tenía 97 años.
La causa fue una insuficiencia cardiaca, informó su hijo Santiago.
Nacido en una familia socialista en la dinástica España, Carrillo se convirtió al comunismo y luchó contra las fuerzas fascistas durante la Guerra Civil Española, lo que lo dejó atormentado por una masacre cometida durante su guardia. Cuando Franco se hizo con el poder, Carrillo fue obligado a retirarse a París, donde continuó dirigiendo al Partido Comunista Español, convirtiéndose en 1960 en su secretario general.
Durante las siguientes dos décadas en el exilio, alejó al partido de los soviéticos, habiéndose decepcionado con su represivo régimen político. Volvió a España clandestinamente después de la muerte de Franco en 1975 y más tarde negoció exitosamente para que el Partido Comunista fuera autorizado a participar en las elecciones.
Durante este periodo se convirtió en el rostro de un comunismo renovado y moderado en su libro ‘Eurocomunismo y estado’ (1977) y su convocatoria de una cumbre de los dirigentes comunistas de la Europa occidental.
Sin embargo, la democracia no le fue muy amable. Después de los pobres resultados electorales de su partido en 1982, fue obligado a renunciar como secretario general. Sus críticos dijeron que aunque promovía la causa de la democracia, ahogaba sin piedad la disidencia en sus propias filas. Carrillo fue expulsado de la directiva del partido en 1985. Era el fin de una era.
“Ahora el único debate es qué hacer con el cuerpo”, dijo sobre el Partido Comunista en una entrevista con el New York Times. “No sabemos si enterrarlo para siempre, o embalsamarlo”.
Sus enemigos sostuvieron que su retórica moderada y aspecto de tío bonachón ocultaban a un ideólogo impenitente. Incluso cuando estaba reconstruyendo un partido comunista democrático en España en 1978, le dijo al Times que consideraba las prácticas soviéticas como un mal comprensible.
“Tenían policía política, campos de concentración, etc., pero esas instituciones eran necesarias y no estoy seguro de que no lo serán en otras revoluciones sociales”, dijo.

Santiago Carrillo Solares nació en el seno de una familia políticamente radical el 18 de enero de 1915 en Gijón, en la costa norte de España. Su padre, Wenceslao, un obrero metalúrgico, era militante del Partido Socialista Obrero. La familia se mudó a Madrid, de modo que Wenceslao pudiera encargarse del diario del partido.
El joven Carrillo se convirtió en secretario general de la Juventud Socialista Unida, que tenía decenas de miles de miembros. Cuando se derrumbó la monarquía en 1931, enroló a muchos de los jóvenes para formar una milicia antifascista que puso bombas en puentes e interrumpió los intentos de Franco de organizar y obtener apoyo civil.
Después del inicio de la guerra civil y de que el nuevo gobierno republicano huyera de Madrid, Carrillo, de 21 años y con una bien armada milicia bajo su comando, quedó a cargo de la seguridad de la sitiada ciudad. El ejército de Franco estaba en las puertas de la ciudad y preocupado de la formación de una quinta columna que lo ayudara desde dentro, Carrillo trató de sacar a miles de derechistas presos de la capital.
Trasladados en bus a las aldeas de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz, varios miles de prisioneros fueron ejecutados a tiros en lo que se recuerda como el mayor crimen de guerra cometido por los republicanos, la masacre de Paracuellos. Carrillo y sus aliados insistieron siempre en que no tuvieron participación en la matanza, que los buses fueron abordados por turbas.
“Lo que estaba pasando fuera de Madrid estaba totalmente fuera de mi control y de mi responsabilidad”, dijo en una entrevista con el Times en 2010.
Los historiadores, sin embargo, se han mostrado escépticos. Y los franquistas, que también cometieron atrocidades durante la guerra, continuaron responsabilizando a Carrillo, acusándolo de ser culpable de la “barbarie roja”.
En París, Carrillo llevó una vida apartada. Financiado por los soviéticos y otros gobiernos comunistas, tenía una oficina a la vuelta de la esquina de la bolsa de París y se movilizaba en un coche con chofer entre su despacho y su casa en los suburbios, donde vivía con su segunda mujer, Carmen Menéndez, también miembro del partido, y tres hijos. La familia pasaba sus vacaciones en el Mar Negro en Rumania, donde visitaba al dictador Nicolae Ceausescu. En 1956 defendió la invasión soviética de Hungría y continuó argumentando que la barbarie de Stalin había sido una aberración en un sistema comunista de otro modo razonable.
Pero después de que se convirtiera en secretario general del Partido Comunista Español en 1960, empezó a alejarse de la órbita de Moscú y a construir alianzas con otros opositores a Franco, incluyendo a personas de las clases medias. Tales eran sus nuevas alianzas que cuando los soviéticos invadieron Praga en 1968, no tuvo más alternativa que emitir una protesta formal.
Después de la muerte de Franco y del retorno de Carrillo a España, su presencia allá y la disidencia y el debate que provocó ayudaron al nuevo gobierno a apartarse del autoritarismo y encaminarse hacia la democracia.
Además de su hijo Santiago, le sobreviven su esposa y otros dos hijos –José y Jorge.
[Raphael Minder contribuyó desde Madrid.]
7 de octubre de 2012
20 de septiembre de 2012
©new york times
cc traducción @lisperguer

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