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[Concepción, Chile] [La increíble historia de Tomás Stom, el hombre que armó un museo en el patio de su casa. Nacido en Argentina, llegó a Chile durante su juventud. Trabajó en varias cosas, incluso de reportero.]

Platería Mapuche, cámaras fotográficas de todos los estilos y tiempos, carruajes, loza típica de Lota, entre muchas colecciones más. Todo intento por querer resumir en un mero listado a uno de los rincones más reconocidos de Chiguayante, queda en vano.
Emplazada entre un mar de árboles en plena calle Progreso de la Tierra Bella se encuentra el Museo Stom, ese que desde 1988 se ha convertido en un punto de referencia a la hora de hablar sobre Chiguayante y su patrimonio colectivo. Su fachada es acogedora, como de esas casas típicas que detallan en los cuentos, pero basta pasar por su puerta para que aquello no quede como un simple concepto en el aire. Al dar el primer paso comienza el viaje por más de 14 mil piezas de colección que fue recopilando su dueño y fundador: Tomás Stom.
Tomás tiene 72 años. En su vida hizo y sigue haciendo de todo, al punto que la mayoría de las veces, explica, le falta tiempo para poder asistir a eventos e invitaciones relacionadas con las numerosas instituciones de las que es miembro, dirigente o simplemente fundó hace años atrás.
La mente pensante tras el museo que lleva su apellido es de diálogo fácil, pausado y de tono amable. No merodea en invitar a recorrer su obra al equipo de La Estrella que ha llegado a su local. Mientras explica con lujo y detalle el valor de las piezas que va mostrando, a ratos se detiene a mirar y pensar de qué forma reparar aquellos objetos que para él se encuentran en mero mal estado.
«Este se cayó recién, no estaba así. Se tuvo que haber caído mientras reparábamos desde el otro lado», comenta al observar una obra de loza que está boca abajo al interior de una vitrina. «Esta loza es de Lota. Hace muchos años hubo una fábrica para que las esposas de los mineros pudieran trabajar ahí y así generar una fuente más de ingreso», relata mientras contempla la colección.

Su Vida en Argentina
Hijo de padre Holandés y madre chilena, Tomás Stom nació en Argentina, donde cursó gran parte de su enseñanza básica.
«A los 10 años de edad con mis padres nos fuimos de Mendoza hacia La Pampa y luego nos fuimos a Buenos Aires, al barrio de Palermo. Ellos habían partido para el otro lado de la cordillera el año 39, luego del terremoto, por una cuestión de susto luego que la casa donde vivían en Concepción casi se les cayera encima», explica el único hombre entre cinco retoños que tuvieron sus padres.
Sobre su pasión por la historia dice que fue desde muy pequeño cuando sintió la pasión por buscar y juntar cosas. «En Argentina, un día unos amigos de la familia que eran judíos me invitaron a una ceremonia. Ahí conocí el Samovar, una especie de tetera que se pone como dispensador al medio de la mesa para servirse el té. Me llamó mucho la atención y luego acompañaba a mi mamá a comprar muebles. Pienso que fue en ese minuto de la vida donde me nació el interés de buscar y conservar cosas antiguas. Comencé con una colección de estampillas que se la di a una hermana y ella a una de sus hijas. A la fecha son miles las estampillas juntadas».

Reportero Gráfico
Luego de haber estudiado óptica y contabilidad en Argentina, Tomás vuelve a Chile y se establece en Santiago. Adquirió un trabajo en la óptica «Tschumi», propiedad de unos descendientes de suizos. Fue un día cualquiera caminando por la capital cuando el entonces joven de 17 años encontró un oficio que nunca se lo había esperado: el de la prensa.
«Hacía fotografías a las familias en las plazas públicas. Un día andaba con mi cámara de fotos colgada al cuello cuando en un parque vi a una pareja de pololos. En un momento se acercó un tipo y le dio siete puñaladas al novio y comencé a tomar fotos de lo sucedido. Al ver al joven lleno de sangre perseguí al tipo que lo acuchilló hasta que lo atajé y lo fui a dejar a carabineros, donde me doy cuenta que el herido era un efectivo de la institución», contó Stom, agregando que «ahí pensé que lo que había visto y fotografiado era un hecho noticioso y me acerqué al diario, donde me aceptaron las imágenes y al día siguiente fueron las fotos de la portada».
«Tras eso comencé a trabajar en la prensa, incluso despachaba material al extranjero. Una vez fui el único que consiguió sacar una foto cuando al Presidente Alessandri le patinaron los caballos de su carruaje. Luego me tocó mucho hacer crónica roja, la policial. El ritmo de trabajo y las cosas que debía ver me aburrieron…».

Museo Stom
Dueño de ocho casas de óptica, Tomás Stom define a sus dotes dentro del ámbito de la historia como su gran hobby. Fue el 11 de noviembre de 1988, cuando a la inauguración del recinto, que está literalmente en el patio de su casa, llegaron unas 200 personas. «Había gente de todos lados: Estaba el alcalde, los concejales, representantes de los bomberos, de la Cruz Roja. Hubo presentaciones de conjuntos de cueca y música pascuense. Fue una jornada muy bonita», recuerda.
Junto a él, sentado frente a frente en una antigua mesa de madera está René Ojeda (67). Es uno de los tantos recopiladores de piezas que ayudan a dar vida a la obra de Tomás. Hoy, el busquilla visita por primera vez el museo, en los seis años que lleva negociando y aportando a la obra de Chiguayante.
«Me defino como un comercializador de antigüedades. Hace seis años que trabajo con Tomás. Me gusta tratar con él, porque es una persona con la que puedes conversar de todo», comenta Ojeda, mientras abre una maleta llena de objetos que serán ofrecidos al propietario del centro de exposiciones.
«Es primera vez que vengo al museo. Antes siempre habíamos hecho negocios en la Plaza Perú o en la óptica. No recuerdo bien cual habrá sido la primera pieza que le vendí a este caballero, pero lo más seguro es que tuvieron que haber sido algunas monedas antiguas», añadió.
«Es que por mi parte es una de las cosas que más me apasionan. Con las monedas puedes aprender mucho de geografía y de historia», sigue su relato Ojeda, mientras que Stom mira atento cada uno de los objetos que su amigo puso sobre la mesa.
Los mira, los da vuelta y busca todos los detalles posibles. «Emmmm… Pero esta grabación la puede hacer cualquiera y ponerle que corresponde a más de 100 años. Esta cajita no me interesa, está muy mal cuidada», es parte del dialogo mientras las ofertas vuelan de un lado para el otro. Finalmente, una espuela es la que cierra la conversación «le doy $20 mil, por esta», dice Tomás.

-De las 14 mil piezas creo que unas 20 deben ser obsequios. El resto es todo comprado o permutado. Una de las colecciones más importante que tengo es la de las piezas mapuches. Es muy interesante el tema de sus joyas, sus obras textiles, en total deben sumar unas 400 piezas. Lo otro también importante es la colección campesina: Son más de 1000 espuelas, estribos, monturas, junto a 12 carruajes antiguos.

-Comprando con los busquillas o comercializadores de antigüedades. Viajando a los sectores rurales, a las tierras mapuches donde ya me conocen y siempre tienen algo con que sorprenderme.

-Mi gran sueño es poder donarlo al Estado. Dejar un legado para la comunidad de Chiguayante y alrededores. Lamentablemente hay mucho papeleo de por medio y gestionar aquello significa pagar impuestos a cambio. Realmente no entiendo esa parte.

-Es lo máximo, mi gran realización personal. Me ha pasado la cuenta en lo familiar, que es lo malo, pero lo positivo es que es mi vida: Este es mi libro.
16 de octubre de 2012
15 de octubre de 2012
©estrella de concepción

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