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[Libia / Estados Unidos] [Ataque en Libia es un duro golpe para el trabajo de la CIA.]

[Eric Schmitt, Helene Cooper y Michael S. Schmidt] El ataque en Bengasi, Libia, que terminó con la vida del embajador J. Christopher Stevens y otros tres estadounidenses, ha significado para la Agencia Central de Inteligencia un serio revés en sus intentos por recabar información de inteligencia en un periodo de creciente inestabilidad en el país norafricano.
Entre los más de veinte empleados estadounidenses evacuados de la ciudad después del asalto contra la delegación estadounidense y un anexo cercano, había más de una decena de operativos y contratistas de la CIA, que jugaban un papel fundamental en las labores de vigilancia y recabamiento de información de toda una gama de organizaciones militantes en la ciudad y alrededores.
“Es una pérdida catastrófica de datos de inteligencia”, dijo uno de los funcionarios estadounidenses que ha servido en Libia y que habló a condición de conservar el anonimato debido a que el FBI todavía está investigando el ataque. “Nos sacaron los ojos”.
Los objetivos de vigilancia de la CIA en Bengasi y este de Libia incluyen a Ansar al-Sharia, una milicia que algunos responsabilizan del ataque, así como militantes de la filial de al Qaeda en el norte de África, conocida como al Qaeda en el Magreb Islámico.
El este de Libia también ha estado consumido por fuertes contracorrientes de que los operativos de inteligencia están tratando de vigilar estrechamente. La muerte de Stevens ha encendido la indignación pública contra las milicias, subrayada el viernes cuando miles de libios se echaron a las calles de Bengasi para exigir que los grupos paramilitares sean desbandados. Las milicias varían ampliamente; algunas son moderadas, mientras otras están compuestas por islamistas ultraconservadores conocidos como salafistas.
“La comunidad salafista, que está profundamente enraizada en la región, está atravesando por un periodo de fuertes trastornos, con un intenso debate entre una tendencia que podría integrarse políticamente y una corriente más militante que se opone a la democracia”, escribió este mes Frederic Wehrey, analista de política exterior del Carnegie Endowment for International Peace que estudia minuciosamente Libia y ha visitado el país recientemente, en su artículo ‘The Struggle for Security in Eastern Libya’.
Los operativos de inteligencia estadounidenses también han ayudado a los contratistas del Departamento de Estado y a funcionarios libios a localizar los misiles robados en los antiguos arsenales de las fuerzas armadas libias durante el gobierno del coronel Moamar al-Gadafi; ayudaron a resguardar los arsenales de armas químicas de Libia; y ayudaron a formar el nuevo servicio de inteligencia libio, dijeron funcionarios.
Altos funcionarios estadounidenses reconocieron el revés de inteligencia, pero insistieron en que esa información todavía estaba siendo recabada usando una variedad de informantes en el terreno, sistemas para interceptar comunicaciones electrónicas como conversaciones por celular e imágenes satelitales. “Estados Unidos no dejará de vigilar Bengasi y el este de Libia”, dijo un funcionario estadounidense.
El domingo, portavoces de la CIA, del Departamento de Estado y de la Casa Blanca se rehusaron a comentar el asunto.
Meses después del inicio de la rebelión libia en febrero de 2011, la CIA empezó a construir una significativa pero clandestina presencia en Bengasi, un núcleo de las organizaciones paramilitares que buscaban derrocar al coronel Gadafi.
Aunque la agencia ha estado cooperando con el nuevo servicio de inteligencia libio, el tamaño de la presencia de la CIA en Bengasi aparentemente sorprendió a algunos líderes libios. El viceprimer ministro Mustafa Abushagour, fue citado por el Wall Street Journal la semana pasada, diciendo que sólo se había enterado de las sensibles operaciones estadounidenses en Bengasi después del ataque contra la delegación diplomática, en gran parte debido al grupo sorprendentemente numeroso de estadounidenses que llegaron al aeropuerto de Bengasi para ser evacuados.
“No tenemos problemas con compartir o recabar datos de inteligencia, pero nuestra soberanía es clave”, dijo Abushagour.
El ataque ha planteado interrogantes sobre la idoneidad de las preparaciones de seguridad en los dos recintos estadounidenses en Bengasi: la misión estadounidense, el principal recinto diplomático donde Stevens y otro diplomático estadounidense murieron por inhalación de humo después del ataque inicial, y un anexo a medio kilómetro de distancia que incluye cuatro edificaciones cercadas por una muralla baja.
Desde estos edificios el personal de la CIA realizaba sus misiones secretas. El New York Times aceptó guardar reserva sobre las ubicaciones y detalles de estas operaciones a petición de funcionarios del gobierno de Obama, que dijeron que revelar esa información podrían poner en peligro futuras actividades gubernamentales sensibles y poner en riesgo a personal estadounidense que trabaja en entornos peligrosos.
En Bengasi ambos recintos servían como hogares temporales en una volátil ciudad llena de militantes, y nunca tuvieron la intención de convertirse en misiones diplomáticas permanentes con elementos de seguridad apropiados incorporados en su construcción.
Ninguno de estos recintos estaba protegido con armas pesadas y el anexo no era una “casa de seguridad”, como sugirieron versiones iniciales. Dos de los guardias de la delegación -Tyrone S. Woods y Glen A. Doherty, ex miembros de los SEALs de la Armada- fueron asesinados justo afuera del portón principal de la quinta. Un mortero impactó en el tejado del edificio donde los estadounidenses habían buscado refugio.
La secretario de Estado Hillary Rodham Clinton anunció la semana pasada la creación de una comisión que examinara los ataques. La comisión será dirigida por el veterano diplomático y ex subsecretario de estado, Thomas R. Pickering.
El FBI ha enviado a investigadores –muchos de la oficina de Nueva York- a Bengasi, pero se han visto obstaculizados por el tenue ambiente de seguridad de la ciudad y el hecho de que llegaron más de un día después de ocurrido el ataque, de acuerdo a altos funcionarios estadounidenses.
Lo que complica la investigación, dijeron funcionarios, es que muchos de los estadounidenses que fueron evacuados de Bengasi después del ataque están ahora dispersos en Europa y Estados Unidos. Tampoco está claro, dijo uno de los funcionarios, si había evidencias forenses que podían ser extraídas del sitio de los ataques.
Investigadores y funcionarios de inteligencia se están concentrando en la posibilidad de que los atacantes fueran miembros de al Qaeda en el Magreb Islámico, o si al menos se comunicaron con el grupo durante las cuatro horas que pasaron entre el ataque inicial contra la misión y el segundo ataque contra el anexo de la misión.
El representante Mike Rogers, republicano de Michigan que encabeza la Comisión de Inteligencia de la Cámara, dijo en el programa ‘State of the Union’ de CNN que existía “un alto grado de probabilidad de que se trate de al Qaeda o de alguna organización asociada a al Qaeda que tenía un objetivo muy específico en mente, y ese era atacar al consulado y causar todo el daño, caos y muertes posibles”.
Diplomáticos extranjeros dicen que bajo las circunstancias de seguridad como las que se dan ahora en Libia, es un procedimiento normal, por lo general, tener una “casa de seguridad” en la vecindad del principal recinto diplomático que pueda ser fácilmente defendido y evacuado.
“Normalmente tratas de mantener en secreto la ubicación de una casa de seguridad, pero ahora en Benghasi creo que eso es prácticamente imposible”, escribió en un email el coronel Wolfgang Pusztai, que hasta principios de agosto era el agregado de defensa en Libia de Austria y visitaba el país todos los meses. “No hay demasiados extranjeros en el país y es fácil seguirlos”.
21 de octubre de 2012
24 de septiembre de 2012
©new york times

cc traducción c. lísperguer

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