[Muchos creen que la esterilización es la solución para el problema de los perros en situación de calle. Pero estos no se salvarán con el bisturí; su única salvación es su adopción por una familia humana. Ningún plan de esterilización tendrá éxito si no se prohíbe la crianza y venta comercial de mascotas.]
[Claudio Lísperguer] El Diario de Atacama publica en su edición de hoy una nota sobre algunos proyectos de las autoridades, en el contexto de estas elecciones municipales, en torno al problema de los perros callejeros y las exigencias de organizaciones animalistas de que se hagan propuestas serias. Aunque el jefe de la sección de Salud Municipal, Iván Apurahal, ha explicado que “el canil no es la solución final a los perros vagos y para eso tenemos una política integral», y que este plan integral incluye cosas como el apadrinamiento de mascotas y campañas de adopción y de esterilización y que espera, además, la participación de voluntarios, aparentemente algunas organizaciones proteccionistas han rechazado el proyecto argumentando que el canil no es de carácter temporal como dieron a entender las autoridades. No sé de dónde viene la mala fe en este caso. Si las propias autoridades definen el canil como temporal, puesto que para ello se darán los perros en apadrinamiento y adopción, ¿por qué sugerir que están mintiendo? Evidentemente, en el pasado las relaciones entre amantes de los animales y autoridades edilicias han estado marcadas por el conflicto. Pero esta vez las autoridades solicitan incluso la participación de voluntarios, que son quienes podrían evidentemente fiscalizar el buen funcionamiento del nuevo concepto de canil, no como una destinación final, sino como una estación de tránsito hacia una familia humana. ¿No es majadero atribuir a las autoridades malas intenciones que nada hace suponer que las tengan? ¿No sería mejor aprovechar la oportunidad, arremangarse y entrar a trabajar en el canil? ¿No sería esta la mejor manera de trabajar por los perros y asegurarnos de que efectivamente se realicen esas campañas, y que los perros sean curados, rehabilitados y preparados para la vida con una nueva familia? ¿O se trata de seguir gritando desde la acera?
Por otro lado, las propias autoridades han insistido en que las campañas de esterilización serán una parte fundamental de su política integral. “Para nosotros”, dice Mauricio Hidalgo, de la fundación Unidos por la Protección Animal, “la solución pasa por la esterilización masiva de perros en Copiapó». Bueno, pareciera que esa es también la idea de las autoridades. Y piensan lo mismo en la fundación Atacama Perros: “Todo pasa por la esterilización masiva de animales y la fiscalización”, dijo Ximena Binsa, presidenta de la asociación, según el periodista.
Estas son algunas de las propuestas “serias” que piden esas organizaciones a los candidatos en estas elecciones municipales. Dicen necesitar respuestas y análisis profundos al problema de los perros callejeros de esta comuna. Pero la seriedad exigida es dudosa. No es serio pretender que lo que quieren las autoridades es sacar a los perros de la calle y encerrarlos en un canil a esperar que se mueran. Esa es lo que propuso un editorial aberrante de La Estrella de Arica. Pero no es tan habitual ni tan descarado como parece.
Algunos animalistas insisten en la esterilización. ¿Pero de qué estamos hablando? Esterilizar a los perros de la calle contribuirá de manera ínfima al control demográfico de la población canina callejera porque, en realidad, los perros de la calle tuvieron, antes de perderse o de ser abandonados, una familia humana que se desentendió de ellos. ¿Y cómo llegan los perros a las familias humanas? La mayoría de los humanos los compran. De esto se deduce obviamente que una mejor estrategia para contribuir al control de la población canina en general es o prohibir la venta comercial de mascotas al mismo tiempo que se fomenta la adopción, o exigir y fiscalizar que todos los perros con dueño sean esterilizados o castrados durante un periodo, hasta que las adopciones puedan absorber a los perros perdidos y abandonados y hasta que, después de un debate ciudadano, nos pongamos de acuerdo sobre qué hacer en asuntos como control de población, derecho a la vida familiar (quizá restringida) de los animales domésticos o prohibición de la separación absoluta de madre e hijos, y otros temas.
Sin tocar el urgente problema de la venta de mascotas nos estaremos dando vueltas a la noria sin llegar a ninguna parte: esterilizamos y en lugar de bajar la población callejera, esta, milagrosamente, sube. La explotación comercial de la vida animal –en este caso, los criaderos de mascotas, legales e ilegales- hará imposible que estas campañas de esterilización tengan algún resultado. El único resultado tangible es que los esterilizadores tendrán trabajo permanente, pero perros habrá siempre más. Por otro lado, hay un aspecto ético que no debemos eludir: ¿debemos seguir haciendo la vista gorda con la espeluznante práctica de creer vida con fines de lucro y la no menos aberrante costumbre de separar a madres de hijos, negando a nuestros animales de compañía siquiera un atisbo de vida familiar propia? ¿No sería ya hora de que pongamos en nuestra lista de exigencias la prohibición tanto de la crianza comercial como de la venta de mascotas? Porque si esterilizamos a mil perritas por aquí, y el criador comercial vende dos mil por allá, nuestras campañas no llegarán a ninguna parte, como en el lema que pretende avanzar dando dos pasos para atrás y uno para delante.
En este tema hay otro aspecto que inquieta. Muchos proponen esterilizar a todos los perros, pero en la práctica estas campañas se restringen a los perros de la calle y a los perros de familias pobres. ¿Estamos seguros de que las familias ricas esterilizan motu proprio a sus mascotas? ¿O es que, como tienen los ricos perros de raza, en realidad es bueno que se reproduzcan sin restricción? ¿No hay un elemento de clase en las lagunas y silencios evidentes en estas campañas? Digo, estos son temas sobre los que vale la pena que nos detengamos a pensar. Muchas veces las campañas de esterilización parecen campañas de limpieza étnica o social, en las que los autodenominados seres superiores exterminan a las personas que a sus ojos son las más indeseables, y a menudo las más vulnerables.
Pero, ¿cuál es el problema de los perros? Para algunos es que los perros cagan en la calle y uno se mancha los zapatos. Las municipalidades tienen sección de ornato de espacios públicos que se dedican a esto. Para otros es que hay sobrepoblación canina y que hay que restringir su número. Pero muchos otros definimos el problema de otro modo: el problema con los perros en la calle es que son personas que están en situación de extrema vulnerabilidad, padeciendo todo tipo de sufrimientos, desde el habitual y bruto maltrato humano, hasta hambre, enfermedades, peligros como contagiarse enfermedades o ser atropellado o el riesgo de ser asesinado por un funcionario municipal (como en la comuna de San Joaquín, en Santiago). El problema con los perros en situación de calle es igual al problema con los humanos en situación de calle. Y la solución de estas personas animales no es la esterilización sino encontrar una familia humana, que es adonde pertenecen y sin la cual no pueden vivir. A estos perros, que malviven en la calle a pesar suyo, no los salvará la esterilización, sino su adopción.
También insisten otros en las campañas de tenencia responsable. Digamos de paso que nunca he visto ni oído a ninguno de los animalistas más públicos pidiendo la prohibición de la crianza comercial de mascotas, que torpedea todo intento serio de control canino, y que es una de las peores aberraciones morales que es posible observar en la relación humano-animal. Ciertamente, la crianza comercial es la práctica que más contribuye a la tenencia irresponsable, que empieza con considerar a los animales como mercaderías desechables. Un elemento importante en las campañas de tenencia responsable es pues informar a la gente sobre la necesidad de prohibir esta práctica. Otras políticas que contribuyen a la tenencia irresponsable y al trato inhumano que damos a las mascotas, son las irritantemente absurdas y crueles ordenanzas de algunas municipalidades (como la de Olmué), que prohíben alimentar a los perros de la calle pero sin comprometerse a alimentarlos ellas mismas, aparentemente con la idea de que los perros simplemente revienten en la calle o se vuelvan tan agresivos que ataquen a algún humano, ojalá al alcalde mismo, con la idea de comérselo. Estas ordenanzas brutas prácticamente predican el maltrato. ¿Qué van las familias a enseñar a sus hijos sobre el trato que se debe a los animales si estas autoridades asilvestradas los incitan y en realidad obligan so pena de maltratos simbólicos y humillaciones (multas y amonestaciones) a maltratar a los animales? ¿Qué clases de tenencia responsable van a dictar estas autoridades cavernícolas?
Y es irritante ver a estos funcionarios y autoridades hablar de tenencia irresponsable para referirse a prácticas populares como alimentar y cobijar a los perros de la calle, o dejarlos salir a pasear por el barrio. En realidad, sin las miles de animalistas silenciosas (nuestras queridas viejas locas) que se ocupan de los perros todos los días, que los alimentan, curan de sus enfermedades, acompañan y protegen de los monstruos humanos, que a veces incluso los acogen en sus propios refugios privados, nuestras calles estarían llenas de perros, los que, si obedeciésemos a nuestras ridículas autoridades, morirían simplemente de hambre y abandono en una sociedad que predica el respeto por los animales por arriba de la mesa, y los patea por debajo. De tenencia responsable saben mucho más esas abnegadas mujeres y hombres en los barrios que esos burócratas de la tenencia responsable, que nos acusan a todos por las crueldades de unos pocos –los que los adiestran para matar, o para matarse entre ellos, o los abandonan. E incluso en el caso de las personas que abandonan a los perros (que son muy pocas, puesto que la gran mayoría de los perros en la calle son perros perdidos, no abandonados), antes que señalarlas, agredirlas y humillarlas, deberíamos, y deberían las autoridades, detectar esas situaciones en que se puede producir el abandono justamente para impedirlo o buscar una solución más humana –muchas veces el abandono se comete por ignorancia o por fuerza mayor, cuando por ejemplo mueren los dueños y los herederos simplemente ponen en la calle a los chuchos y circunstancias similares, como no tener dinero para un tratamiento médico-veterinario y no atreverse a pedir ayuda. De la verdadera tenencia responsable, que empieza difundiendo respeto por los animales y rechazando su conversión en mercaderías desechables, saben mucho más las viejas locas que alcaldes, concejales y muchos animalistas desorientados.
[La foto viene de Más Verde Digital].