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[Riad, Arabia Saudí] [Algunos gobiernos árabes temen por su propia estabilidad si las armas llegan a caer en manos de fundamentalistas, temor que comparte Estados Unidos.]

[Robert F. Worth] Durante meses, Arabia Saudí y Qatar han estado enviando dinero y armas de bajo calibre a los paramilitares sirios, pero se han negado a entregarles armas más pesadas, como lanzamisiles, que permitiría a los combatientes de la oposición armada derribar aviones sirios, atacar vehículos blindados y cambiar el curso de la guerra.
Aunque personeros de esos países han llamado públicamente a armar a los rebeldes, se han mostrado reticentes, dijeron funcionarios en ambos países, en parte debido a que han sido desalentados por Estados Unidos, que teme que las armas más pesadas puedan terminar en manos de terroristas.
Como resultado, los paramilitares apenas tienen suficientes armas para mantener un impasse, la guerra continúa y más militantes fundamentalistas se unen a la refriega cada mes que pasa.
“Le puedes dar fusiles AK a los rebeldes, pero con esos fusiles no puedes parar a los militares sirios”, dijo Khalid al-Attiyah, ministro de estado para asuntos extranjeros de Qatar. Abastecer de armas más pesadas a los paramilitares “es algo que tiene que ocurrir”, agregó. “Pero primero necesitamos el respaldo de Estados Unidos, y preferentemente de Naciones Unidas”.
Funcionarios saudíes aquí dijeron que Estados Unidos no estaba impidiendo que se les entregaran lanzamisiles a los rebeldes, sino sólo advirtiendo sobre los riesgos. Los saudíes y los qatarís dijeron que esperaban convencer a sus aliados de que esos riesgos podían ser superados. “Estamos buscando modos de implementar mecanismos para impedir que este tipo de armas caiga en manos equivocadas”, dijo un funcionario árabe, hablando a condición de conservar el anonimato en conformidad con el protocolo diplomático.
No es probable que el apoyo estadounidense para la entrega de ese tipo de armamento llegue a materializarse en el corto plazo. El gobierno de Obama ha dejado en claro que no tiene intenciones de ampliar sus intentos de proporcionar (sobre todo) apoyo logístico a los rebeldes.
Funcionarios de gobierno no quisieron hacer comentarios sobre qué les están diciendo a sus aliados en el Golfo Pérsico sobre cómo armar a los rebeldes. “Estamos haciendo lo que creemos adecuado para ayudar a la oposición no armada a ser más efectiva y trabajando más estrechamente con la oposición para prepararla para la transición”, declaró el Departamento de Estado en una respuesta sobre el tema.
El respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde cualquier intervención es bloqueada por los firmes vetos de Rusia y China, parece todavía menos probable. Tampoco se cree que rinda frutos el llamado a una intervención militar dirigida por árabes en Siria, expresada hace dos semanas por el emir de Qatar en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Ahora muchos funcionarios saudíes y qatarís temen que el conflicto en Siria esté despertando profundas a animosidades religiosas que, si se excluye la intervención, podría transformarse en una incontrolable guerra santa popular con consecuencias mucho más peligrosas para los gobiernos árabes que la guerra afgana de los años ochenta.
“Si continúa la matanza, la juventud no escuchará a las voces moderadas”, dijo Salman al-Awda, uno de los clérigos más importantes del país, en una entrevista en su oficina aquí. “Encontrarán a alguien que los aguijonee, y actuarán”.
De hecho, ya hay señales de un repunte en el número de jóvenes que cruzan ilegalmente la frontera siria desde Arabia Saudí y otros países musulmanes, y de las campañas privadas de recaudación de fondos en el golfo para ayudar a los paramilitares a conseguir armamento pesado. La guerra se ha derramado a Turquía, que bombardeó Siria durante cuatro días la semana pasada después de que un proyectil sirio cayera en territorio turco y matara a cinco civiles.
Arabia Saudí tiene una larga relación de hostilidad con el gobierno del presidente Bashar al-Assad en Siria, y se ve a sí misma como protectora de la mayoría suní de Siria, un país gobernado por la minoría alauí a la que pertenece Assad. Pero la perspectiva de una guerra cada vez más sectaria en Siria es profundamente inquietante para muchos aquí, donde la guerra santa afgana engendró toda una generación de fanáticos probados en la guerra que volvieron a casa y empezaron una sangrienta insurgencia que sólo pudo ser controlada hace poco.
“Realmente el gobierno no quiere repetir la experiencia que tuvimos con los tipos que fueron a Afganistán e Iraq”, dijo Mshari al-Zaydi, columnista saudí y experto en movimientos yihadistas. “El daño causado por al Qaeda fue peor en Arabia Saudí que en Estados Unidos”.
En mayo, un grupo de clérigos conservadores saudíes, incluyendo a algunos que habían llamado a voluntarios para pelear en Iraq, anunciaron en Facebook una campaña de recaudación de fondos para ayudar a los paramilitares sirios. Días después subieron a la red mensajes diciendo que el gobierno les había impedido enviar esas donaciones.
Algunos clérigos criticaron la restricción del gobierno, incluyendo Awda, que envió una aparente advertencia en Twitter: “Las donaciones a Siria no pueden limitarse a una sola ruta, y los que quieren enviarlas encontrarán el modo de hacerlo”.
El gobierno saudí también debe manejar la creciente demanda popular de emprender acciones de más envergadura para defender a los rebeldes contra el gobierno sirio, visto aquí ampliamente como emisario del archienemigo de los saudíes: Irán. Detrás de esta línea divisoria se oculta una profunda hostilidad sectaria: los saudíes están indignados por los malos tratos que sufren los suníes musulmanes en Siria a manos de un régimen alauí que consideran hereje.
“Hay un profundo resentimiento”, dijo Abdelaziz al-Gasim, destacado abogado en Riad que es considerado un reformista. “La gente quiere que el gobierno haga más”. Los llamados a una mayor participación son un poco frecuente punto de acuerdo entre liberales y conservadores saudíes, agregó, aunque son más visibles en la zona libre de Twitter que en los medios tradicionales.
Ya se están construyendo redes islámicas regionales para la recaudación de fondos”, dijo Gasim. “Hay canales privados con gente en Kuwait y Qatar, y no puedes controlarlos: en el golfo también hay profundas relaciones comerciales”, dijo. “Y la mayoría de ellos forman parte del movimiento islámico, porque los movimientos más laicos y más nacionalistas de Siria no tienen relación con la sociedad saudí”.
Hasta cierto punto, los gobierno saudí y qatarí son ellos mismos responsables, porque los principales canales de televisión panárabe que controlan –Al Arabia y Al Yazira, respectivamente- han hecho más que cualquier otro medio para alimentar el odio contra el gobierno sirio y crear simpatía hacia los paramilitares. Los dos canales han sido acusados de ser poco más que portavoces de los rebeldes, y han explotado los temores y odios religiosos y sectarios. En un reciente y a menudo repetido anuncio en uno de los segmentos del telediario de Al Arabia sobre Siria, un hombre de rostro angustiado estrecha a un niño contra su pecho y grita a la cámara: “¡Nuestros hijos están muriendo debido a los edictos iraníes!”
El gobierno saudí no ha reconocido oficialmente que provee de armas a los paramilitares sirios, y la cara pública de su ayuda ha sido asistencia benéfica, incluyendo una muy publicitada campaña para los refugiados sirios durante el mes sagrado de Ramadán en julio y agosto. El gobierno también está pagando los salarios de numerosos oficiales sirios desertores, y financiando la ayuda médica a los refugiados sirios.
Pero en la ciudad fronteriza turca de Antioquía a fines del mes pasado, los rebeldes sirios hablaron abiertamente de los intermediarios saudíes y qatarís que reparten armas a nombre de sus gobiernos. Se dice que el principal proveedor saudí es un libanés llamado Okab Saqr, que pertenece a la coalición política del principal aliado de Arabia Saudí en el Líbano, Saad Hariri.
“No se trata de grandes cantidades”, dijo Maysara, 40, un enjuto comandante paramilitar de la norteña ciudad de Saraqib, que se negó a dar su apellido por razones de seguridad. “Entregan armas cada tantas semanas”. En un envío reciente, dijo, una brigada de doscientos combatientes recibió seis rifles de asalto AS Val rusos, y miles de municiones.
Maysara agregó que aparentemente Saqr tiene problemas de suministro; una vez vio a Saqr preguntando a rebeldes los nombres y contactos de los traficantes de armas de la ex Yugoslavia que esperaba conocer. La logística de la adquisición y distribución de armas en estos ambientes tan caóticos es desalentadora, y los rebeldes temen ser infiltrados por agentes de inteligencia del gobierno sirio.
El gobierno saudí está tratando de financiar a grupos rebeldes más laicos, dijo Maysara, mientras que los qatarís parecen estar más cerca de la Hermandad Musulmana. Pero estas distinciones son engañosas, en parte porque los grupos paramilitares adaptan sus identidades para conseguir armas y dinero. Una organización, en un intento casi cómico de obtener apoyo, se llamó a sí misma la Brigada Rafik Hariri, en homenaje al ex primer ministro libio y aliado de los saudíes, del que se cree que fue asesinado por los sirios, y cuyo hijo, Saad, tiene suficiente influencia como para obtener apoyo saudí para los paramilitares.
Awda, el clérigo saudí, dijo que los informes sobre la caótica situación en la frontera turco-siria se han convertido en un elemento fijo de las quejas populares en Arabia Saudí.
“La gente repite los rumores de que personas en Siria no recibe casi nada de lo que se les envía”, dijo. “Y los encargados de hacerlo no tienen la experiencia necesaria”. Esos informes, agregó, aumentan el deseo de muchos saudíes de tomar el asunto en sus propias manos y construir nuevos canales de ayuda para los rebeldes.
[Michael R. Gordon contribuyó desde Washington al reportaje.]
3 de noviembre de 2012
7 de octubre de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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