[Los partidos neonazis o fascistas se han convertido en una tangible y real amenaza para la democracia europea. La Unión no puede seguir haciendo la vista gorda.]
[William Wheeler] Una noche de septiembre de 2011, Ali Rahimi, un solicitante de asilo afgano de 27 años, estaba pasando el rato con amigos en la acera del edificio donde vivía en Atenas cuando se acercaron más de una docena de griegos. Varios hombres empezaron a perseguirlo, uno de ellos con un cuchillo. Aterrado, huyó hacia su departamento y luchó con los perseguidores, logrando entrar y cerrar la puerta. Cuando fue rescatado luego la sangre le brotaba a borbotones por una herida justo encima de su corazón –una de las cinco puñaladas que recibió en el pecho y en la espalda.
Rahimi sobrevivió y está en condición estable. Pero su amigo, Reza Mohammed, que también recibió una puñalada en la espalda, está considerando lo que antes pensaba que era impensable: volver a Afganistán, que ahora cree que es más seguro que Grecia.
Grecia es el principal puerto de entrada de los inmigrantes y refugiados asiáticos y africanos en ruta hacia Europa; hay cerca de un millón de ellos en el país, gracias a la incapacidad de sucesivos gobiernos griegos de implementar una política coherente de inmigración o de asilo, y de una normativa de la Unión Europea que permite que los estados miembro devuelvan a los solicitantes de asilo a los países donde primero entraron a Europa, que a menudo es Grecia.
Algunos sectores de Atenas parecen zonas de guerra. Pandillas racistas recorren las calles por la noche a la búsqueda de víctimas. Themis Skordeli, miembro del grupo acusado de haber apuñalado a Rahimi, fue candidato al Parlamento en la lista de Amanecer Dorado, una organización fascista que en la actualidad es el tercer partido más popular de Grecia.
El partido Amanecer Dorado fue fundado en 1985 por orden del encarcelado líder de la junta griega. El partido llamó la atención internacional después de que algunos de sus miembros participaran, según trascendió, en la masacre de niños y hombres musulmanes de Srebrenica en 1995. Su publicación elogia al Tercer Reich y a menudo publica fotos de Hitler y otros nazis.
Explotando el vacío de seguridad y la creciente xenofobia, el partido ganó un escaño en el Consejo Municipal de Atenas en 2010. En las elecciones griegas el año anterior, el partido capitalizó los generalizados sentimientos contra los inmigrantes y el rechazo de la clase política que llevó al país al borde del colapso económico. Obtuvo casi el siete por ciento de la votación nacional y dieciocho escaños en el Parlamento.
Encuestas recientes muestran que el partido continúa creciendo, y cuenta con el apoyo de casi la mitad de los agentes de policía, la que ya ha dejado de investigar los crecientes crímenes racistas.
Grupos ultranacionalistas de extrema derecha están explotando viejas enemistades y nuevos temores en el continente. Aunque esta no es la Europa de los años treinta, los desilusionados ciudadanos de países como Grecia y Hungría prefieren cada vez más las respuestas simples, eligiendo a partidos que culpan de sus males a los chivos expiatorios habituales: los judíos, los gitanos, los homosexuales y los extranjeros.
Lo que está en juego es la salud de la democracia europea, y los valores e instituciones sobre los que reposa. Pero mientras la crisis del euro desencadenó una desbandada para detener el colapso financiero, los presidentes europeos no han hecho prácticamente nada para revertir las peligrosas tendencias políticas de la Unión.
Debajo de la ominosa basílica de la iglesia más grande de Atenas, hombres de edad mediana y mujeres con la camiseta negra de Amanecer Dorado repartían una mañana de septiembre alimento entre los griegos que lo necesitaran. Los niños corrían por el atrio, que estaba pintado con el lema oficioso del partido: “Extranjeros, fuera de Grecia”. Robustos y estoicos jóvenes con gafas oscuras rodeaban el perímetro.
Nikolaos Michos, uno de los parlamentarios de Amanecer Dorado, de mandíbula cuadrada y con la contextura y tatuajes de un boxeador de peso pesado, se apoyó en una unidad de extracción de sangre para observar. Llevaba una polera negra estampada con el logo del partido, que es muy similar a la suástica. “Somos guerreros y no retrocederemos”, dijo, refiriéndose a las amenazas de muerte que han recibido de activistas de izquierda y a la quema de la oficina de Amanecer Dorado. “Pero no les tenemos miedo porque cada vez que destruyen una de nuestras oficinas, construimos otra nueva”, agregó.
Maria Chandraki, 29, una esteticista desempleada, recién oyó hablar de Amanecer Dorado en las elecciones pasadas. “Sus posiciones pueden ser extremas”, dijo, sujetando las bolsas de plástico que acababa de recibir. “Pero la situación también es extrema, así que tenemos que tomar medidas extremas”. Agregó: “No podemos tener tantos países y tantos valores e ideales diferentes debajo del mismo techo”.
A unas cuadras más abajo en la misma calle, los feligreses salían de una mezquita después de la Oración del Viernes. A la mención de Amanecer Dorado, los inmigrantes empezaron a levantar sus camisas para mostrar sus cicatrices. Un joven de baja estatura de mirada hosca y cortes en la nariz y un pómulo suturado recientemente, fue empujado hacia adelante por la multitud. Justo la noche anterior, dijo, había sido golpeado y acuchillado por “fascistas”.
“Vaya a la comisaría de Omonia”, dijo otro hombre. “Podrá ver que la violencia continúa”. A unas cuadras de allí, encontré una situación similar. Cuando salía del ascensor de la comisaría, vi a un agente gritando contra un hombre negro, empujándolo violentamente por un hombro.
Nikos Katapodis, 69, puede ver las encrucijadas en que ha vivido su familia desde 1863. Calvo, fumador empedernido y dueño de una funeraria, Katapolis describe el gobierno griego con una serie de palabrotas. El flujo de inmigrantes en los últimos diez años ha creado guetos en el centro de Atenas, explica. Subió la tasa de criminalidad, el valor de las propiedades se hundió y aparecieron barrotes en las ventanas de la segunda planta. “Parece una cárcel”, dijo, señalando hacia la calle. “Se parece a fines de los años cuarenta”, agrega. “Ves a gente buscando comida en los tachos de basura”.
Aunque no votó por Amanecer Dorado, lo ve como “el único partido que está haciendo algo por el pueblo griego” –un cruce entre el estado de bienestar y la mafia. Si necesitara ayuda para bajar a la calle o para pagar la cuenta de sus medicinas contra el cáncer, llamaría a Amanecer Dorado. “Están haciendo lo que deberían estar haciendo los políticos”, dijo. “Hay un hoyo, y ellos lo están rellenando”.
Elementos autoritarios en el gobierno griego son conocidos por utilizar a grupos de extrema derecha para encargarles actos de violencia política contra sus críticos. Recientes medidas para refrenar a Amanecer Dorado se adoptaron solamente cuando se hizo demasiado poderoso como para poder controlarlo y el estado sintió que su autoridad estaba siendo amenazada, explicó Anastassia Tsoukala, jurista. “Les mordió su propia serpiente”, dijo. Y Grecia no es la única. El auge de Amanecer Dorado se repite en toda Europa, y su importancia debiera ser una preocupación continental.
En septiembre estaba en un tribunal en Budapest cuando cuatro hombres tatuados y con sus cabezas rapadas pasaron frente a mí, esposados. Llamados el Escuadrón de la Muerte, los hombres estaban acusados de haber cometido seis asesinatos durante una oleada de ataques contra la minoría gitana del país, incluyendo uno en el que los atacantes lanzaron una bomba Molotov contra una casa y luego acribillaron a balazos a un padre y su hijo de cinco años cuando trataban de escapar de las llamas.
Tras los asesinatos del Escuadrón de la Muerte, Kristof Domina fundó el Instituto Atenas para hacer un seguimiento de los grupos extremistas europeos. En la página web del instituto con sede en Budapest se muestra un mapa de 114 grupos extremistas que están activos en trece países europeos. Aunque hay informes de que estos grupos se comunican entre ellos y que a veces viajan por el continente para recoger armas o recibir adiestramiento, el problema no ha sido analizado a nivel pan-europeo.
A diferencia de Grecia, Hungría tiene toda una historia de grupos fascistas, incluyendo el Frente Nacional Húngaro, un grupo antisemita y anti-gitano que inició un congreso neonazi anual internacional y realiza regularmente ejercicios paramilitares en una antigua base soviética (“ una incubadora de tipos como Breivik”, dice Domina, refiriéndose al genocida noruego, Anders Behring Breivik). Desde que empezara la crisis económica húngara han emergido nuevos grupos extremistas y el Frente Nacional Húngaro ha ganado importancia nacional.
En 2009, Jobbik, un autodefinido “partido cristiano radicalmente patriota” con una milicia paramilitar, entró al Parlamento húngaro. Para fortalecer los vínculos del grupo, el partido a menudo organiza marchas de odio y campañas de intimidación para encender el fervor racista.
Aunque Jobbik tradicionalmente se ha distanciado de los grupos todavía más extremistas, su verdadera identidad se hizo evidente en una manifestación en agosto en el pueblo de Devecser, donde un miembro de Jobbik leyó el discurso de apertura del Parlamento. Otros discursos de otros grupos fueron todavía más violentos, alcanzado su clímax con una diatriba sobre que “los gitanos tenían que morir y que había que matarlos y que había que limpiar el país”, como declaró un testigo. Finalmente la turba empezó a lanzar piedras contra casas gitanas, gritando “van a morir” y prometiendo volver.
El gobernante partido de centro-derecha de Hungría, Fidesz, está ansioso por recuperar los votos que perdió a la extrema derecha, así que hace la vista gorda. Desde que fuera elegido en 2010, Fidesz ha iniciado su propia campaña de limitación de la democracia. La manipulación de las elecciones de distrito, el control centralizado de los tribunales de justicia y la prensa y una nueva Constitución que desmantela el equilibrio de poderes han causado la incomodidad de Bruselas. En febrero, la comisaria europea Neelie Kroes amenazó con iniciar procedimientos para despojar a Hungría de sus derechos de voto en la Unión debido a sus polémicas leyes de prensa. Pero todavía no ha ocurrido, muy probablemente porque Bruselas carece de mecanismos de implementación, aparte de su “opción nuclear”.
Los líderes europeos no deben ceder terreno en la guerra de las ideas. Deberían denunciar públicamente a los partidos que propugnan doctrinas racistas y escupen retórica xenofóbica, y definir claramente y defender los valores compartidos de una Europa cada vez más integrada.
Para hacerlo, deben elaborar un enfoque pan-europeo para vigilar los crímenes racistas e investigar las redes de extremistas de derecha que operan cruzando todas las fronteras. Y la Unión Europea debe asegurar que todos los estados miembros, viejos y nuevos, respeten los mismos criterios que se exige de los países que hoy en día aspiran a unirse a la Unión Europea, especialmente la mantención de la “estabilidad de las instituciones que garantizan la democracia, el estado de derecho, los derechos humanos y el respeto y protección de las minorías”. De otro modo, Europa corre el riesgo de sufrir más violencia xenófoba y el desmantelamiento del orden democrático liberal que ha atraído a tantas personas perseguidas que buscan refugio y oportunidades en tierras europeas.
En Atenas, Sayd Jafari posee una cafetería que es visitada por compatriotas afganos. Ha sido saqueada varias veces por turbas de atacantes armados de palos, cadenas y cuchillos y haciendo el saludo fascista.
Como otros que han sido atacados, Jafari también está contemplando volver a casa en Afganistán. “Allá quizás haya alguien con una bomba escondida en su cuerpo, listo para hacerla detonar”, dice. “Aquí, no sabes de dónde viene el cuchillo que te mata”.
19 de noviembre de 2012
18 de noviembre de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer