[Rafah, Franja de Gaza, Palestina] [Hamas dejó en una calle de Gaza el cuerpo de un palestino acusado de colaborar con Israel.]
[Jodi Rudoren] Cuando la familia de Fadel Shalouf fue a recoger su cuerpo en la morgue el día después de su ejecución en una ajetreada calle en Gaza, lo encontraron con sus manos todavía amarradas por la espalda. Hamas, la organización militante que gobierna Gaza, no proporcionó una furgoneta para trasladar el cuerpo a su sepultura, así que lo pusieron sobre las rodillas de dos hombres en la parte de atrás de un sedán.
Fue un fin indigno de una breve y opaca vida. Shalouf, insistió su familia, era un pescador analfabeto al que le gustaban las cometas cuando fue detenido a los diecinueve años por el servicio de seguridad interior de Gaza. Fue condenado por un tribunal de Hamas en enero de 2011 por proporcionar información a Israel que condujo al asesinato, en 2006, de Abu Attaya, comandante de los Comités de Resistencia Popular.
Durante el intenso enfrentamiento de ocho días con Israel, el ala militar del gobierno de Hamas ejecutó brutal y públicamente a Shalouf, de veinticuatro años, y a otros seis palestinos acusados de espiar para Israel. Las ejecuciones realizadas por hombres enmascarados –el cuerpo de uno de los sentenciados fue arrastrado por un vecindario de Ciudad de Gaza por dos milicianos en motocicleta y otro fue dejado para escarnio de la gente en una rotonda- destacó los patéticos aprietos de los informantes, peones cazados por los dos lados en el prolongado conflicto palestino-israelí.
“Fadel era pobre y murió pobre”, dijo su primo Ahmed Shalouf, 28. “Dejaron los cuerpos en la calle durante unas horas, y la gente los escupió y apedreó. No sólo ejecutaron a Fadel. Nos ejecutaron a todos nosotros”.
Para Israel, pese a avanzada tecnología para detectar a terroristas, las fuentes humanas siguen siendo una herramienta de inteligencia esencial que le permite realizar ataques como el que terminó con la vida de Ahmed al-Jabari, comandante de las Brigadas Al Qassam, de Hamas, al principio de la reciente escalada de violencia. Para Hamas son el enemigo interior, y una vigorosa persecución, así como linchamientos ocasionales y bien publicitados son poderosas herramientas psicológicas para reforzar la lealtad y ahogar la disidencia.
Ex funcionarios de inteligencia y expertos en el fenómeno dijeron que muchos informantes son personas en apuros que son extorsionadas por el gobierno israelí que tiene una enorme influencia en sus vidas. Algunos son reclutados cuando solicitan permisos para buscar ayuda médica en Israel, por ejemplo, o a cambio de mejores condiciones de vida o una liberación anticipada de las cárceles israelíes. Otros son amenazados con ser denunciados en sus comunidades religiosas musulmanas por su consumo de alcohol o, tal vez, por cometer adulterio.
“No existen substitutos de la fuente humana, porque esta va a sus casas, a veces se introduce incluso en sus mentes”, dijo Yaakov Peri, ex director del Shin Bet, el servicio de inteligencia nacional de Israel. “Pese a toda la tecnología –incluyendo drones-, igual necesitas antecedentes y la ayuda de una fuente humana”.
Peri dijo que los informantes palestinos podían recibir dinero para sus gastos o un pequeño salario, pero “nunca te vas convertir en un tipo rico”.
Hillel Cohen, investigador del Instituto Harry S. Truman para el Fomento de la Paz de la Universidad Hebrea en Jerusalén, que ha escrito dos libros sobre la materia, dijo que algunos informantes en Gaza “lo hacen simplemente por el dinero” y “algunos para ser parte de la historia”; en realidad, pocos apoyan a Israel, dijo, pero muchos tienen problemas con Hamas.
“Yo entrevisté a un montón de informantes y todos tienen una especie de complejo de inferioridad”, explicó Cohen. “Ven a Occidente, a Israel, como mucho mejor que los árabes. He oído expresiones como ‘No valemos nada’. A veces es auténtico, a veces es parte de lo que los agentes Israelíes plantan en sus cabezas”.
El colaboracionismo ha formado parte de las relaciones palestino-israelíes desde antes de que Israel se convirtiera en un estado moderno, y se remonta al menos hasta la resistencia judía de la época del mandato británico en los años treinta. Los Acuerdos de Oslo, firmados por negociadores palestinos e Israelíes en 1994 incluyeron incluso la fundación de dos poblaciones –una en Gaza, otra en Cisjordania- como refugios para cerca de mil quinientos beduinos acusados de espionaje.
La definición misma de colaboracionismo se ha ampliado en los últimos años. Algunos en Hamas y otras organizaciones militantes consideran que la Autoridad Palestina ayuda al enemigo cuando coordina con Israel los servicios de seguridad en Cisjordania. Desde que Hamas se hiciera con el control de Gaza en 2007 después de ganar las elecciones, miembros de la facción rival de Fatah que viven aquí han estado casi todos bajo sospecha. Vender tierra a judíos es un delito que puede ser incluso castigado con la muerte.
Pero mientras expertos de ambos lados calculan que los sospechosos de colaboracionismo ejecutados rondan en torno a los mil –la mayor parte tras juicios sumarios- entre 1987, el inicio de la primera intifada palestina, y 1994, organizaciones de derechos humanos sólo han documentado un puñado de casos desde entonces. De las 106 sentencias a muerte dictadas por la Autoridad Palestina y los tribunales de Hamas, de acuerdo a B’tselem, una importante organización israelí de derechos humanos, cuarenta fueron por colaboracionismo; para septiembre, de esos informantes se había ejecutado a seis.
Las ejecuciones extrajudiciales del mes pasado –los siete condenados habían sido juzgados y sentenciados, pero varios de ellos, como Shalouf, tenían recursos pendientes- fueron un eco de la ejecución pública de al menos una docena de espías que escaparon de las cárceles de Hamas bombardeadas durante la última ofensiva de Israel en Gaza, la Operación Plomo Fundido de 2008-2009. Pero fueron un fuerte desvío de los intentos de Hamas desde entonces de procesar judicialmente, y no en la calle, a los informantes, subrayando su dilema como un movimiento enraizado en la resistencia militante que ahora trata de gobernar.
Las Brigadas Qassam, el brazo militar de Hamas, reivindicó responsabilidad por las ejecuciones, pero algunos dirigentes del partido las condenaron. Issam Younis, director del Centro Al Mezan para los Derechos Humanos en Gaza, dijo que se había reunido el jueves con el ministro de Justicia de Hamas y estaba convencido de que las ejecuciones estaban siendo investigadas y que sus autores serían castigados.
“Este es un reto para Hamas: de qué manera Hamas está más cerca de la mentalidad de un estado antes que de la mentalidad del movimiento”, dijo Younis. “Estamos hablando de la ley de la selva. Nadie tiene el derecho de cometer esos crímenes. El gobierno tiene todas las atribuciones y las instituciones judiciales; los pueden juzgar adecuadamente sobre la base de la ley”.
El proceso judicial mismo está plagado de peligros. De acuerdo a B’tselem, catorce de los cuarenta casos de colaboracionismo desde 1995 fueron juzgados en tribunales militares, que las organizaciones de derechos humanos consideran inapropiados. Sólo tres fueron juzgados en un tribunal de seguridad del estado, incluyendo el caso de Shalouf, cuya condena en enero de 2011 se basó principalmente en una confesión que su abogado dijo que había sido obtenida bajo tortura.
En una entrevista cuatro días antes de su muerte, familiares de Shalouf dijeron que había sido secuestrado el diez de enero de 2008 cuando se dirigía a la playa para salir a la pesca de sardinas, róbalo y jaibas. Su padre, Mussalam Shalouf, dijo que fue citado nueve días después por el servicio de seguridad, y encontró a Fadel, uno de sus diez hijos, con los dedos rotos y quemaduras de mangueras derretidas que habían dejado gotear sobre su piel, quejándose de que durante los interrogatorios había sido colgado desde el cielo raso por sus tobillos.
Ahmed Shalouf, el primo, dijo que lejos de ayudar al enemigo, Fadel una vez había ayudado a la resistencia trasladando a cuatro combatientes a aguas egipcias, violando el bloqueo naval israelí de la costa de Gaza. Mostró una foto de Fadel con muletas que databa de la época del asesinato de Abu Attaya como prueba de que no estuvo implicado en su asesinato.
“¿Cómo puede ser un espía una persona que sólo tiene una tarjeta SIM? Ni siquiera puede escribir su nombre en el celular”, dijo Ahmed Shalouf.
“Si fuera un espía, habría al menos construido un cuarto”, agregó el primo, mostrando un antiguo invernadero lleno de escombros donde, dijo, Fadel dormía en una rudimentaria plataforma. “Tendría un coche. Tendría ropa nueva”.
Desde el encarcelamiento de Fadel, dijeron miembros de su familia, los vecinos los han esquivado. Su hermano menor, Bader, fue detenido un año después por cargos similares, pero aún no ha sido procesado. Mussalam Shalouf, 57, dijo que después de que Bader sea liberado o ejecutado, la familia abandonará Gaza, quizás para pedir asilo en Suecia.
“Es como si viviéramos en un establo de vacas, esperando el turno del sacrificio”, dijo el viejo Shalouf. “Después de lo que les ha ocurrido a mis hijos, odio a todo el mundo. Me odio incluso a mí mismo”.
No hubo una tienda para el funeral de Shalouf, ni pendones con su retrato, ni música que acompañara su pasaje al paraíso. En lugar de eso, los hombres acurrucados en un cobertizo con tejado de lata y vestidos de ropas oscuras, se sentaron en círculo en torno a una caldera llena de piedras calientes y cenizas que usaron para calentar una tetera y encender cigarrillos.
La madre de Shalouf se quedó en casa, una construcción de cinco habitaciones con un patio de cemento adornado con un poster de Yasir Arafat. Fue la última en visitarlo en la cárcel, cuatro días antes de que empezaran los bombardeos aéreos; le había pedido que la próxima vez le llevara un guiso de maní.
Los hombres no se atrevieron a contarle que había sido ejecutado en la calle, de modo que le dijeron que la cárcel había sido impactada por un proyectil israelí. “Murió como un mártir”, explicó su marido.
[Fares Akram contribuyó al reportaje desde Gaza, e Irit Pazner Garshowitz, desde Jerusalén.]
13 de diciembre de 2012
3 de diciembre de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer