[Las soluciones que ofrece la industria de las armas de fuego para frenar la violencia –poner guardias armados en las escuelas- está lejos de ser coherente. El hecho es que los estados con leyes más estrictas de control de armas tienen las tasas más bajas de muerte por armas de fuego.]
[Charles M. Blow] Seriamente, ¿qué había preparado la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) este viernes? Pensé que iba a ser una rueda de presa, pero no lo era. Realmente no sé cómo describirlo. ¿Un soliloquio de propaganda? ¿Un carnaval de embustes? ¿Una manada de chivos expiatorios?
Wayne LaPierre, vicepresidente ejecutivo de la NRA, mencionó múltiples factores como responsables de la violencia en general, y de las masacres en escuelas en particular, excepto la proliferación de armas brutalmente eficientes y de gran potencia y los esfuerzos de su organización para resistir prácticamente cualquier restricción al acceso de la gente a esas armas.
Fue un horroroso despliegue de deflexión y decepción. Mucho humo y montones de espejos.
Responsabilizó a la cultura estadounidense, y a los medios, y a los videojuegos e incluso a los desastres naturales. Pero no a una sociedad saturada con armas que disparan balas del mismo modo que agua las Super Soakers y nos han convertido en la vergüenza del mundo desarrollado.
Culpó a los “asesinos dementes”, a los “monstruos y depredadores” y a las “personas tan trastornadas, tan malignas, tan poseídas por voces y dominadas por demonios que posiblemente ninguna persona normal podrá comprenderlas alguna vez”. Es verdad que Estados Unidos tiene esos tipos de personas, pero también las tienen otros países. La diferencia aquí es que la ayuda puede ser demasiado difícil de obtener, y las armas demasiado fácil.
La simple verdad es que más armas implican más muertes.
Un análisis de este año del Centro de Políticas Públicas sobre la Violencia [Violence Policy Center] concluyó que “los estados con las menores tasas de posesión de armas de fuego y las leyes de control de armas más estrictas tienen las tasas de muerte por armas de fuego más bajas”. El informe continúa diciendo que “en contraste, los estados con las leyes de control de armas más débiles y las tasas más altas de posesión de armas de fuego tienen de lejos las tasas más altas de muertes relacionadas con el uso de armas de fuego”. De acuerdo al análisis, Massachusetts, Hawái, Nueva Jersey, Nueva York y Connecticut tienen las tasas de muerte por arma de fuego per cápita más bajas. Por otro lado, “los primeros en el país en el índice de muertes por armas de fuego fueron Luisiana, seguido de Wyoming, Alabama, Montana y Mississippi”. Esos estados tenían “débiles leyes de control de armas y tasas más altas de posesión de armas de fuego”.
Lo que es más, las muertes pueden ser una estadística engañosa que minimiza el verdadero alcance de la violencia con armas. Otro informe de este año del Centro de Políticas Públicas sobre la Violencia, utilizando datos de Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, concluyó que aunque las muertes por armas de fuego se mantuvieron relativamente estables de 2000 a 2008, el número total de personas agredidas con armas de fuego subió en casi el veinte por ciento desde 2001. ¿Por qué la diferencia entre las tasas de agresión con arma de fuego y muerte por arma de fuego? “Los progresos en los servicios de emergencia –incluyendo el sistema 911 y la creación de centros de trauma- así como mejores técnicas quirúrgicas”, dice el informe.
El hecho de que debido a que hay menos gente muriendo por armas de fuego no quiere decir que haya menos gente siendo agredida con estas armas. Y el informe señala que las lesiones de los sobrevivientes son “a menudo crónicas y discapacitantes”.
LaPierre no habló sobre las amplias implicaciones sociales de todo esto. En lugar de eso, limitó sus “soluciones” (si acaso se pueden llamar así) a la seguridad en las escuelas. Su gran idea: poner guardias armados en las escuelas. Como dijo LePierre: “Lo único que para a un tipo malo armado es un tipo bueno armado”.
Esa es una política de armas bastante apocalíptica, especialmente porque las flojas regulaciones sobre la posesión de armas inyectan un número cada vez más creciente de armas en nuestro país, incrementado así las posibilidades de que las obtengan los “tipos malos”.
¿Qué tal si adoptamos el enfoque opuesto y regulamos mejor la posesión de armas? ¿Por qué no abandonar rendirnos con los niños que etiquetamos como “chicos malos” de modo que crecen sin esperanzas ni opciones y se convierten en “hombres malos”?
Como dijeron en una declaración conjunta el jueves la Federación Americana de Maestros y la Asociación Nacional de la Educación:
“Las armas no tienen cabida en nuestras escuelas. Punto. Demos hacer todo lo posible para reducir la posibilidad de que haya balaceras en las escuelas y concentrarnos en los modos de mantener las armas fuera de las escuelas y reforzar la seguridad de los niños y de los empleados”.
La declaración continúa:
“Pero no se trata solamente de armas. La seguridad escolar sustentable y de largo plazo también exige adoptar medidas preventivas. Debemos hacer más para prevenir el matonaje en nuestras escuelas. Y debemos expandir dramáticamente nuestra inversión en los servicios de salud mental. Los diagnósticos pueden y a menudo empiezan en nuestras escuelas, pero continuamos recortando el presupuesto escolar para orientadores, asistentes sociales en las escuelas y psicólogos escolares. Entre 2009 y 2012 los estados han recortado al menos 4.35 billones de dólares en el gasto en salud mental, de acuerdo a la Asociación Nacional de Directores de Programas de Salud Mental. Es hora de que revirtamos esta tendencia y nos aseguremos de que estos servicios sigan estando disponibles y asequibles para los que necesitan nuestro apoyo”.
Es hora de denunciar las maniobras de la NRA y ponernos serios sobre la formulación de un nuevo conjunto de normas sensibles para el control de armas.
3 de enero de 2013
22 de diciembre de 2012
©new york times
cc traducción @lisperguer