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[Estados Unidos] [Los caballos perdidos: ¿qué pasó con los caballos silvestres que compró Tom Davis al gobierno? En la foto, un solitario mesteño que escapó de los helicópteros, observa una captura de la Oficina de Administración de Tierras en el Stone Cabin Valley en Nevada durante el invierno de 2012.]

[Dave Philipps] La Oficina de Administración de Tierras (BLM, por sus siglas en inglés) hizo frente a una crisis esta primavera. La agencia protege y controla las manadas de caballos silvestres que todavía recorren el Oeste estadounidense, capturando a miles de ellos al año para mantener un nivel de población estable.
Pero en marzo, los pastizales y corrales del gobierno estaban casi llenos. Los intentos de encontrar nuevos espacios de almacenamiento habían fracasado. Lo mismo que la mayor parte de los intentos de convencer a particulares de que adopten caballos. Sin otro modo de mitigar la presión, la agencia hacía frente a un atascamiento que podría provocar demandas y tal vez, a largo plazo, causar daños al territorio.
Así que la BLM hizo lo que ha venido haciendo cada vez más en los últimos años. Aproximó a un poco conocido transportista de ganado de Colorado llamado Tom Davis, que estaba dispuesto a comprar cientos de caballos de una vez, sin verlos, a diez dólares por cabeza.
Desde 2009, la BLM ha vendido a Davis al menos 1.700 caballos y burros silvestres, según muestran documentos: el 70 por ciento de los animales comprados a través de su programa de ventas.
Como todo comprador, Davis firma contratos prometiendo que los animales comprados en el marco del programa no serán sacrificados e insiste en que les encontrará hogares adoptivos.
Pero Davis es un conocido partidario del faenamiento de caballos como carne. Según su propia versión, eludió las leyes de Colorado para transportar animales cruzando la frontera del estado y no dirá adónde fueron a parar. Continúa comprando caballos silvestres destinados al sacrificio en reservas indias, que no están protegidos por las mismas leyes. Y desde 2010, ha estado buscando inversionistas para montar un matadero propio.
“Bueno, algunas de las mejores carnes que probarás alguna vez es un potro gordo», dijo. “¿Dónde está lo malo de coger todos estos caballos de la BLM, que son gordos y brillantes, y levantar una planta procesadora?”
Activistas animalistas temen que los caballos comprados por Davis estén siendo enviados a un matadero.
“La BLM dice que protege a los caballos silvestres”, dijo Laura Leigh, fundadora de la organización animalista de Nevada, Wild Horse Education, “pero cuando te enteras de que los están vendiendo a tipos como este, te empiezas a hacer preguntas”.
Funcionarios de la BLM dicen que ellos examinan cuidadosamente a los compradores e insisten en que ningún caballo silvestre es sacrificado.
“No nos sentimos obligados a venderlos a personas en las que no confiamos”, dijo Tom Gorey, portavoz de la agencia. “Queremos que los caballos sean protegidos”.
Sally Spencer, que dirige el programa de venta de caballos, dijo que la agencia no tiene ningún indicio de problemas con Davis y sería injusto que la BLM lo investigara más estrechamente debido al volumen de sus compras.
“No está bien difundir rumores”, dijo. “Nunca hemos oído que no haya sido capaz de encontrar hogares adoptivos. En Estados Unidos, la gente es inocente hasta que se demuestre que es culpable”.
Algunos empleados de la BLM dicen en privado que los funcionarios del programa de caballos silvestres pueden no querer examinar más de cerca a Davis. La agencia tiene más caballos y no sabe qué hacer con ellos, dicen, y Davis se ha convertido en una válvula de escape para un programa federal plagado por conflictos y sobrecostes.
“Están bajo una fuerte presión de Washington para hacer encajar las cifras”, dijo un director de corral de la BLM que no quiso que se mencionara su nombre por temor a represalias de la oficina nacional de la agencia. “Quizá se trata de eso. Probablemente no quieren mirar más de cerca a este tipo”.
Los caballos silvestres personifican el mítico Oeste: ponis de guerra pintados por los indios y la caballería que los perseguía, diligencias con ponis y los vaqueros, sus rudos socios.
A vueltas del siglo veinte, se contaban en varios millones de caballos silvestres, pero la mayoría de ellos fueron capturados, sacrificados y usados para fabricar alimento para mascotas o como fertilizante. Hacia 1970, sólo quedaban 17 mil.
En 1971, el Congreso intervino para salvar a las manadas restantes, aprobando una ley que declaró que los caballos silvestres eran “símbolos vivos del histórico y pionero espíritu del Oeste”, y convirtió en delito el hostigamiento o muerte de caballos silvestres en la mayor parte de las tierras federales. La ley encargó a los ministerios de Bienes Nacionales y Agricultura la protección de los animales que todavía recorrían libres el territorio.
En cierto sentido, la Oficina de Administración de Tierras –la parte del Ministerio de Bienes Nacionales encargada de la supervisión del programa de caballos silvestres- lo logró demasiado bien. Naturalmente, los caballos protegidos empezaron a reproducirse y para 1983 se calcula que había 65 mil caballos y burros en el territorio, compitiendo por los recursos con el ganado y la fauna nativa.
Con el objetivo de mantener un equilibrio sustentable, la BLM empezó a retirar los caballos que todavía vivían libres. Ahora captura cerca de nueve mil 400 caballos al año, lo que ha mantenido la población estable en torno a los 35 mil ejemplares.
Los caballos capturados son ofrecidos en adopción. Casi todo el mundo puede adquirir uno por tan poco como 125 dólares mientras firmen un contrato en el que se comprometen a no venderlo ni sacrificarlo.
Las adopciones mantuvieron el ritmo con las capturas hasta que investigaciones a fines de los años ochenta y noventa revelaron que muchos adoptantes, incluyendo a varios empleados de la BLM, habían estado vendiendo los caballos a mataderos. Para desalentar la reventa, la BLM empezó a retener el título de venta durante un año. Hoy la agencia dice que visita a casi todos los adoptantes para entregarles un “cheque de conformidad” dentro de seis meses después de la adopción para asegurarse de que los caballos son bien tratados.
Las restricciones protegieron a los caballos, pero desalentaron las adopciones, una tendencia agravada más recientemente por una economía deteriorada y el desenfrenado aumento del precio del heno.
Hoy, sólo uno de tres caballos capturados encuentra un hogar. El resto ingresa a un laberinto de corrales, corrales de engorde y pastizales fiscales conocidos colectivamente como el “sistema de conservación [de burros y caballos]”. Debido a que los caballos viven veinte años después de ser capturados, la población retenida ha crecido firmemente durante décadas de mil 600 ejemplares en 1989 a más de 47 mil. Ahora hay más caballos silvestres viviendo en cautiverio que en libertad.
Durante décadas, auditores del gobierno y defensores de los caballos silvestres han advertido que la estrategia de capturar y acopiar a los caballos no es sustentable y han presionado a la BLM para que introduzca controles de fertilidad, animales depredadores o que amplíe el territorio reservado a los caballos silvestres, pero la agencia no ha hecho gran progreso en el logro de estas metas. En el primer semestre de este año, por ejemplo, trató a menos de la mitad de los caballos incorporados en un programa de control de la natalidad.
“Creo que están empantanados en la vieja manera de hacer las cosas”, dijo John Turner, endocrinólogo de la Universidad de Toledo que se especializa en el control de la fertilidad de los caballos silvestres. “Una vez que capturan a los caballos, no creo que les guste tratarlos y volver a liberarlos. Creo que prefieren retirarlos”.
Empujado por el coste de cuidar caballos no deseados, el precio anual del programa ha subido astronómicamente de 16 millones de dólares en 1989 a 76 millones de dólares hoy.
Las presiones presupuestarias llevaron al Congreso a aprobar una cláusula de última hora de una ley de 2004 que permite que la BLM venda miles de caballos silvestres viejos o no-adoptables por diez dólares la cabeza, sin restricciones –incluso para el matadero-, pero la agencia no lo ha hecho, por miedo a la reacción de la opinión pública.
En lugar de eso, desde entonces, la BLM ha estado vendiendo caballos, pero exigiendo que los compradores firmen contratos que dicen que ellos “no venderán a sabiendas ni transferirán la propiedad de los caballos o burros silvestres comprados a ninguna persona ni organización que tenga la intención de revenderlos, comercializarlos o entregarlos para ser procesados como productos comerciales”. La violación del contrato es un delito, pero no hay cheques de conformidad parecidos a los que se otorgan cuando los caballos son adoptados.
Pero pese a que su valor no sobrepasa unos pocos fardos de heno al día, estos caballos no son muy atractivos: las ventas bajaron de 1.468 en 2005 a 351 en 2008.
Para explorar otras opciones para reducir el número de caballos en los corrales fiscales, altos funcionarios de la BLM se reunieron a puertas cerradas durante toda una semana, de julio a octubre de 2008. De acuerdo a las actas de las reuniones obtenidas por el Conquistador Equine Rescue & Advocacy Program, consideraron vender miles de animales para su faenamiento e incluso someterlos a un sacrificio masivo, pero concluyeron que esas acciones provocarían la furia de los animalistas que podrían entonces “amenazar la seguridad de nuestras instalaciones y funcionarios”.
No se pusieron de acuerdo sobre ningún plan.
En momentos en que empeoraba la situación del programa de caballos silvestres, una nueva opción golpeó a la puerta: Tom Davis.

Davis, 64, un hombre llano con la frente bronceada por el sol, se gana la vida en el transporte de ganado, pero dice que la reventa de caballos silvestres le entrega ahora la mayor parte de sus ingresos.
Según su propia versión, ha trabajado con caballos durante toda la vida: en los hipódromos, en los ranchos, e incluso capturando caballos silvestres para venderlos a mataderos antes de que la ley de 1971 pusiera fin a la práctica.
Durante la mayor parte de ese tiempo ha vivido en la pequeña ciudad de La Jara, en el cordillerano Valle de San Luis en Colorado, cerca de Ken Salazar, el ex senador que ahora dirige el Ministerio de Bienes Nacionales.
“Cuando mi papá vivía, trabajábamos su tierra”, dijo Davis sobre la familia Salazar. “Me caen bien. Hago negocios con ellos. Hago un montón de fletes para Ken”.
(Salazar no respondió mis peticiones de entrevista para este reportaje.)
Una cálida mañana de mayo, Davis dio una inconexa entrevista de dos horas en la finca de cinco hectáreas de corrales y estacionamientos de camiones donde vive.
Apoyado contra la valla de un lodoso corral donde una media docena de caballos ramoneaban heno, con un mono cubierto de polvo, Davis dio una sola razón por la que se convirtió en el principal comprador de la BLM.
“Adoro los caballos”, dijo. “Es como una adicción. Algunos usan drogas; pero para mí, mi droga son los caballos”.
De acuerdo a documentos de la BLM, Davis tomó contacto con el programa por primera vez en enero de 2008. Los documentos obtenidos en la agencia muestran que rellenó por teléfono la solicitud para convertirse en comprador, ayudado por Spencer, directora de ventas de la BLM, que escribió sus respuestas a preguntas del formulario. (Un portavoz de la BLM dijo en un email que los empleados de la agencia a menudo hacían esto en los primeros días, pero que ahora es una práctica en desuso).
A la pregunta sobre el uso al que se destinarían los caballos, Spencer escribió: “para hacer películas”. Más tarde dijo a otros empleados de la BLM que vendía los caballos a estudios cinematográficos mexicanos que los usaban en películas.
A una pregunta sobre qué tipo de caballos prefería Davis, en el formulario se lee que compraría yeguas o potros, provisto que fueran grandes.
En la parte de abajo del formulario, Spencer escribió que ella y Davis habían “conversado sobre el objetivo de proveer hogares adoptivos a los caballos y asegurarse de que ninguno de ellos termine en plantas de procesamiento de carne”. Semanas después, la BLM envió a Davis 36 caballos silvestres de su corral en Ciudad Cañón, Colorado.
Ese fue el único cargamento que la BLM envió a Davis en 2008, según los documentos. Pero en 2009 –algunos meses después de las reuniones sobre la crisis de los corrales y dos semanas después de que Salazar se convirtiera en director del Ministerio de Bienes Nacionales-, la agencia empezó a enviarle camión tras camión, de diferentes ubicaciones en el Oeste. Pronto era el cliente más importante del ministerio.
En 2009, Davis compró 560 caballos, 332 en 2010, 599 en 2011 y 239 en los primeros cuatro meses de 2012, según documentos de la agencia. Aunque la mayor parte de los compradores de la BLM compran uno o dos caballos a la vez, Davis compra en promedio 35 caballos por vez y ha llegado a comprar hasta 240 de una vez.
Los animales provenían de las montañas de California y Wyoming, las mesetas de Colorado y Utah, y los desiertos de Nevada y Oregón. Muchos de ellos habían vivido durante décadas como animales libres: sementales maduros y fuertes yeguas de todos los colores, descendientes de los primeros caballos americanos.
Davis ha pagado a la BLM un total de 17 mil 630 dólares por los animales, mucho menos de lo que la BLM ha gastado para proporcionárselos –la agencia calcula que cuesta mil dólares capturar a un caballo silvestre y los documentos muestran que ha llegado a pagar hasta cinco mil dólares por cargamento para enviárselos a Davis. Caballos similares que no son comprados a la BLM y pueden ser vendidos legalmente para ser faenados reportan entre 300 y 600 dólares en el mercado abierto, de acuerdo a los precios de venta en las subastas regionales de ganado.
Algunos encargados de corral de la BLM dijeron en entrevistas que se sentían incómodos de embarcar tantos caballos a un solo comprador, y uno sobre el cual sabían muy poco, pero dijeron que esas decisiones estaban fuera de su alcance.
“Todo eso se decide en Washington”, dijo uno, haciéndose eco de los comentarios de muchos. “Sólo somos peones. Hacemos lo que se nos dice”.
Davis dijo que los empleados de la BLM preguntaban ocasionalmente cómo terminaban sus caballos, pero dijeron que les dijo que no les “incumbía”.
“Nunca me hicieron demasiadas preguntas. Les hacía quedar bien que los caballos tuvieran salida”, dijo. “Cada caballo que les compro, les ahorra un montón de dinero. Les hago un favor. Le estoy haciendo un favor a los estadounidenses”.

¿Qué pasó con los caballos silvestres que Davis compró a la BLM?
La agencia no lo sabe con certeza. No retiene los títulos de los caballos silvestres adquiridos en el marco de su programa de ventas, lo que sí hace con los caballos adoptados. Los funcionarios tampoco tienen un protocolo de seguimiento para asegurarse de que los compradores usen a los animales según los términos del contrato.
En la entrevista en el rancho, Davis dijo que había encontrado “buenos hogares” para la mayoría de los mesteños en propiedades en su mayor parte en los estados del sudeste. Interrogado sobre si podía mostrar documentos de esas ventas, respondió: “De ningún modo”.
Otras personas que encuentran hogares para caballos rescatados en la región dicen que dependen fuertemente de la publicidad en páginas web para conectarse con compradores. Davis parece hacerlo de otro modo.
“Nunca oí hablar de él”, dijo David Hesse, que dirige Mustang and Wild Horse Rescue, de Georgia. “Si dijo que encuentra hogares para tantos mesteños viejos sin domar, simplemente no le creo. El mercado está muerto. ¿Caballos sin domar? ¿Caballos silvestres? Ni modo”.
En algunos formularios de venta, Davis ha dicho que vende caballos para que pasten en tierras usadas para la extracción de petróleo y gas en Texas, pero expertos de la industria petrolera contactados para este reportaje, dijeron que no conocían esa práctica.
De acuerdo a documentos de la inspección de marcas exigidos por Colorado cuando se vende o envía ganado a más de 120 kilómetros, Davis y su esposa dicen que han enviado 765 caballos de la BLM a un sector escasamente poblado de tierras áridas a lo largo de la frontera con México en el condado de Kinney, Texas. (Los documentos no ofrecen las direcciones específicas donde fueron enviados los animales, pero identifican pequeñas ciudades, como Spofford, como su destino.)
Es imposible confirmar si estos caballos en realidad llegaron allá o saber adónde podrían haber sido enviados posteriormente, porque Texas es uno de los pocos estados occidentales que no exigen inspecciones de marca cuando se venden o transportan caballos.
Justo al sur del condado de Kinney se encuentra Eagle Pass, una ciudad fronteriza que es la única vía para que los caballos puedan ser cruzados hacia mataderos en México a cientos de kilómetros de distancia.
En Estados Unidos se prohibieron los mataderos de caballos en 2007, cuando el Congreso suspendió el financiamiento de los inspectores de carne de caballo del Ministerio de Agricultura. Desde entonces, el sacrificio de caballos fue tercerizado. Un informe de 2011 de la Contraloría General de Estados Unidos constató que la exportación de caballos hacia mataderos en México aumentó en un 660 por ciento después de la prohibición.
En Eagle Pass, como en otros pasos fronterizos, los caballos destinados a morir son controlados por veterinarios del Ministerio de Agricultura. Una portavoz del ministerio se negó a autorizar entrevistas con veterinarios de la repartición, pero confirmó que los veterinarios a veces ven a caballos silvestres con la marca BLM en los corrales de los animales destinados al matadero.
Según los documentos de marca, se desconoce el destino de casi mil caballos silvestres a cargo de Davis. Eso quiere decir que todavía deberían estar dentro de 120 kilómetros de su domicilio –en el caso de que haya cumplido con la ley del estado.
Interrogado sobre si este era el caso, Davis dijo primero que los caballos estaban todavía en una propiedad de 64 hectáreas que arrienda al estado de Colorado. Luego dijo que algunos habían sido transportados fuera del estado sin las inspecciones de marca, un delito menor punible con hasta dieciocho meses de cárcel y una multa de mil dólares.
“¿Desde cuándo que en este país las cosas se hacen legalmente?”, dijo Davis en una entrevista telefónica.

Si los funcionarios de la BLM hubiesen investigado más sobre Davis, habrían encontrado motivos para cuestionar sus planes con los caballos silvestres.
Davis es partidario del sacrificio de los caballos silvestres en el sistema de conservación, lo que considera que es un despilfarro de recursos. Durante la entrevista en su casa, dijo que compraría muchos más caballos si la BLM le permitiera venderlos a los llamados “matarifes” [kill buyers].
“Ahora sólo me venden unos cientos”, dijo. “Si me vendieran cincuenta mil, les garantizo que podría hacer algo con ellos. Los llevaría a Canadá. Los llevaría a México”.
Davis tiene amigos que exportan caballos para ser faenados, incluyendo a Dennis Chávez, cuya familia dirige uno de las empresas de exportación más grande del sudoeste. En 1984, cuando Davis escribió ‘Be Tough or be Gone’, un libro de propia edición sobre un viaje a caballo desde México a Alaska, lo dedicó al padre de Chávez, Sonny Chávez.
También, a pesar de los obstáculos que impiden la operación de mataderos de caballos en Estados Unidos, Davis dijo que había estado tratando de entusiasmar a inversionistas para abrir una planta de faenamiento en Colorado.
Dijo que había aproximado a fabricantes de alimentos para mascotas para que compraran la carne y pedido al hermano de Ken Salazar, John Salazar, que es director del Departamento de Agricultura de Colorado, que lo ayudara a conseguir una subvención para financiar el negocio. John Salazar se negó a ayudar a Davis, y de momento el plan de construir un matadero no ha prosperado.
“¿Cómo puede la BLM decir sin arrugarse que protegen a los caballos silvestres y al mismo tiempo hacer negocios con este tipo?”, dijo Leigh, de Wild Horse Education.
Activistas animalistas han planteado interrogantes sobre las compras de Davis, pero dicen que los funcionarios federales les prestan poca atención.
A fines de 2010, la BLM capturó 255 caballos en la zona de caballos silvestres de Adobe Town en Wyoming. Un grupo informal de activistas había estado fotografiando los caballos durante años. Después de la captura, los miembros del grupo llamaron a funcionarios de la BLM con la intención de adoptar a algunos de los animales, especialmente un viejo semental al que había bautizado como Grey Beard.
Les dijeron que los caballos habían sido reclamados por un comprador anónimo que pensaba revenderlos a terratenientes que trataban de eludir el impuesto agrícola. Los activistas trataron de saber más sobre el comprador, pero Spencer se negó a proporcionarles su nombre, basándose en la política de protección de la privacidad del programa.
De acuerdo a entrevistas y emails de la agencia, los miembros del grupo le dijeron a Spencer que cualquiera que comprara tantos caballos a la vez era probablemente un matarife.
Sandra Longley, una de las activistas, dijo en un email a otro animalista que Spencer había asegurado que el comprador en cuestión tenía una larga relación con la BLM y que estaba “por encima de toda sospecha”.
Un portavoz de la BLM dijo que Spencer no recordaba esa conversación.
De acuerdo a documentos de la BLM, la mayoría de los caballos fueron vendidos a Davis.
Advertencias de los animalistas sobre Davis no parecen haber empujado a la BLM a reconsiderarlo como comprador de caballos. De hecho, emails internos de la agencia muestran que los funcionarios recurrían frecuentemente a Davis para venderle caballos recientemente capturados, para no terminar con una sobrecarga en el sistema de conservación.
En enero, el encargado de corral de la agencia en Burns, Oregón, envió un email a sus superiores en Washington, D.C., para preguntarles qué hacer con 29 yeguas, la mayoría de ellas preñadas. Spencer respondió que Davis se encargaría de ellas.
En marzo, un encargado de corral envió a Spencer un email diciéndole que venía de capturar 92 “buenos caballos” en High Rock, California, y para preguntar si Davis podía comprar algunos de los caballos castrados.
Al día después, Spencer respondió: “Davis me dijo que si los caballos castrados están en buenas condiciones, podría encontrarles hogares adoptivos”.
“¿Cuántos quiere comprar Davis?”, preguntó a Spencer el encargado del corral. “¿Está buscando caballos con alguna característica especial?”
“Dijo que le interesaban todos, sin dar detalles”, respondió Spencer.
Spencer dijo en una entrevista que no ha sido presionada para aprobar a compradores con antecedentes dudosos y tiene confianza en que “no vendemos caballos a personas que les vayan a causar daño”.
Cuando se le preguntó sobre Davis, dijo que este había sido investigado completamente y que tenía confianza en él. Más generalmente, dijo que si hubiera problemas con algún comprador, que ella lo sabría.
“La gente mira adónde van los caballos y las marcas son muy características”, dijo. “Si estuviera pasando algo, nos llamarían”.
Davis efectuó el abril su compra más reciente, cuando adquirió 106 animales. Desde entonces, la agencia puede haber iniciado una investigación sobre lo que ha hecho con los caballos que compró a la BLM. En junio, un detective de la agencia contactó a este periodista para pedirle información sobre él. Este mes, sin embargo, el investigador especial de la BLM en Santa Fe (el contacto arreglado por la agencia sobre este asunto) dijo que no podía “ni confirmar ni desmentir” que la BLM estuviera investigando a Davis.
Activistas animalistas dicen que la dependencia de la agencia de Davis es simplemente otra indicación de que el programa de caballos silvestres y su sobrecargado sistema de conservación han sido mal administrados.
“Él es simplemente un síntoma del desastre que es el programa de Caballos y Burros Silvestres”, dijo Ginger Kathrens, directora de la organización The Cloud Foundation, de Colorado Springs. “Ellos simplemente almacenan más y más caballos y crean así su propia crisis. Luego, después de que el programa colapsa, tienen que buscar modos de volverlo a poner de pie. Es un sistema innatural y ridículo. ¿Y quién paga el pato? Los caballos silvestres”.
14 de febrero de 2013
28 de septiembre de 2012
©propublica
cc traducción @lisperguer

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