[Golpear a los carteles de la droga mexicanos con la legalización. En la foto, dibujos de personas que han desaparecido en la lucha contra los carteles de la droga.]
[Joan Grillo] Siempre que he entrevistado a asesinos de los carteles mexicanos, el aspecto que he encontrado más inquietante sobre ellos es que parecen estar sanos.
Pese a que me han contado acciones tan insondables como la decapitación de víctimas todavía vivas, hay algo más que la enfermedad mental lo que sostiene su violencia. Su sanidad es desconcertante porque, si fueran simplemente dementes, sería más fácil aceptar acciones horrorosas como dejar pilas de cuerpos sin cabeza en las plazas de los pueblos.
En lugar de eso, tenemos que identificar las verdaderas razones de por qué miles de jóvenes (y algunas mujeres) con sus facultades mentales intactas se han convertido en asesinos en serie. Estas razones deberían ser tomadas en cuenta por los habitantes de Colorado, Washington y Oregón cuando voten en los referendos para legalizar la marihuana este próximo martes.
La dolorosa verdad es que el monstruo de los carteles mexicanos ha sido inflado por los estadounidenses que durante décadas compran drogas ilegalizadas por la política de la prohibición. Nadie sabe exactamente cuánto dinero ganan los traficantes mexicanos, pero cálculos razonables suponen que se meten al bolsillo unos treinta mil millones de dólares al año vendiendo cocaína, marihuana, heroína y cristal a usuarios estadounidenses. Desde 1980, el gordo acumulativo se acercaría al trillón de dólares. Según la ley de la selva, este dinero lo recaudan los actores más sádicos y violentos, de modo que los carteles han gastado sus dólares en construir escuadrones de la muerte cada vez más feroces.
Durante el gobierno del presidente Felipe Calderón hubo sesenta mil homicidios relacionados con las drogas. Pero incluso esta descripción puede ser engañosa. La mayoría de los sicarios de los carteles no cometen estos actos brutales porque estén colocados con las drogas. Su motivo es capturar las ganancias que son tan altas porque en el mercado negro puedes comprar drogas por un níquel y venderlas por un dólar. ¿A cuántos no les gustaría estar en un negocio que tiene márgenes de ganancia de más del dos mil por ciento?
La marihuana es apenas una de las drogas que venden los carteles. Químicos cristal pueden ser demasiado venenosos como para ser legalizados. Pero el cannabis es un cultivo que rinde enormes beneficios a los ejércitos criminales, que hace posible pagar a asesinos y comprar armas al sur del Río Grande. La escala del negocio de la marihuana mexicana fue ilustrada por el allanamiento de una gigantesca plantación de 120 hectáreas el año pasado en Baja California. Tenía un sofisticado sistema de irrigación, instalaciones para dormir para sesenta trabajadores y podía producir 120 toneladas métricas de cannabis por cosecha.
De nuevo, nadie sabe exactamente cuánto dinero corre en el comercio de la marihuana entre México y Estados Unidos, con cálculos que van desde los dos mil millones de dólares a veinte mil millones de dólares al año. Pero incluso si uno acepta las cifras más bajas, la marihuana legal le quitaría al crimen organizado miles de millones de dólares al año. Esto infligiría a los carteles más perjuicios económicos que los soldados o agentes antinarcóticos han logrado en años, y los debilitaría substantivamente.
También se argumenta que los gánsteres mexicanos han ampliado su carpeta de delitos que incluyen secuestros, extorsión, transporte ilegal de personas y robo de los oleoductos. Esta es una terrorífica verdad. Pero no oscurece el hecho de que el comercio de la marihuana proporciona a las organizaciones criminales la mayor parte de sus recursos. Que están cometiendo delitos como secuestros, que tienen un espantoso efecto sobre gente inocente, hace que cortar su financiamiento sea una tarea urgente.
Los carteles no desaparecerán de un día para otro. Agentes estadounidenses y la policía mexicana continuarán batallando contra sus escuadrones que utilizan lanzagranadas y ametralladoras automáticas. Los asesinos que cercenan cabezas deben ser encerrados. México necesita terminar con la corrupción de sus fuerzas policiales y construir un poder judicial válido. Y los jóvenes en los barrios deben recibir una mejor opción que trabajar como asesinos a sueldo.
Todas estas tareas serán más fáciles si el flujo de dinero hacia los carteles se reduce dramáticamente. ¿Realmente queremos entregarles otro trillón de dólares en las próximas tres décadas?
Es siempre difícil enfrentarse a problemas globales en un mundo donde la política es local. México ni siquiera ha aparecido en el debate presidencial sobre política exterior, pese al hecho de que Estados Unidos ha apoyado la guerra de Calderón contra las drogas con más de 1.3 mil millones de dólares de hardware, incluyendo helicópteros Black Hawk, y que los carteles han atacado y asesinado a agentes de Estados Unidos.
Por supuesto, los habitantes de Colorado y Washington tendrán muchas razones locales válidas para hacer sus opciones. Pero sobre el tema del crimen organizado, el hecho subyacente debería estar claro: la marihuana legal se hará con los dólares con los que se paga a los sicarios y los desviará hacia las pequeñas empresas y las arcas fiscales.
Si los votantes eligen legalizar la marihuana será una decisión histórica, pero también puede crear una bolsa de gatos. El gobierno federal de Estados Unidos e incluso Naciones Unidas deberían ser obligados a reaccionar ante una resolución del estado para salirse de la ruta. Eso podría ser algo bueno.
Muchos presidentes latinoamericanos y otros han estado cuestionando la actual doctrina prohibicionista. Incluso Calderón, que basó su campaña en la lucha contra los carteles y sufrió amenazas de muerte, habló en Naciones Unidas en septiembre exigiendo un debate internacional sobre la política de drogas. Quizás es hora para realizar este debate.
[Ioan Grillo es periodista y autor de ‘El Narco: Inside Mexico’s Criminal Insurgency’.]
18 de febrero de 2013
2 de noviembre de 2012
©new york times
cc traducción @lisperguer