[La demanda china de marfil está detrás de las desenfrenadas matanzas de elefantes. No podemos reducir el apetito chino por el marfil, pero sí podemos dejar de alimentarlo. Editorial NYT].
La matanza de elefantes continúa día a día a un ritmo desenfrenado: veinticinco mil en 2011, según los conservacionistas, y más de treinta mil el año pasado. Un estudio de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre muestra que el sesenta por ciento de todos los elefantes de bosque de África (una subespecie ligeramente más pequeña que el elefante de sabana africano) ha sido cazado por su marfil en los últimos diez años, dejando cerca de ochenta mil en sus territorios tradicionales en el occidente y centro de África.
En general, según muestran los estudios, queda apenas medio millón en África, casi la décima parte de la población estimada hace 75 años. Estas y otras desalentadoras estadísticas de lugares como Gabón, Chad, Kenia y la República Democrática del Congo –incluso en bien protegidas reservas de animales de caza- han agregado una mayor urgencia a la Convención sobre el Comercio Internacional en Especies Amenazadas de este año en Bangkok, donde los delegados están estudiando nuevas estrategias para poner fin a la carnicería.
No hay misterio sobre la principal causa de la matanza: la insaciable demanda china de marfil, una demanda alimentada por la expansión económica de ese país, haciendo accesible a la creciente clase media lo que eran antes artículos de lujo. Un reciente sondeo encargado por el National Geographic concluye que la inmensa mayoría de los consumidores chinos adinerados (más del ochenta por ciento) “tiene la intención de comprar artículos de marfil en el futuro”. Esta firme demanda ha subido el precio del marfil a mil dólares la libra en Pekín, ofreciendo una vida rentable a los descarados y despiadados cazadores furtivos de África y creando un voraz, y en gran parte ilegal, mercado del marfil.
Una buena noticia fue ofrecida por el primer ministro de Tailandia, Yingluck Shinawatra, que prometió el domingo tapar los resquicios en las leyes tailandesas que han permitido que los contrabandistas lleven colmillos africanos a los mercados tailandeses y más allá, habitualmente a China. Pero obviamente hay que hacer mucho más.
La convención misma, que prohibió el comercio internacional en marfil africano en 1989, causó confusión al autorizar ventas excepcionales de marfil en 1999 y 2008. Las ventas liberaron la demanda y recalentaron el mercado.
Lo que debe hacer la convención ahora es reafirmar inequívocamente su oposición a la venta de marfil y convencer a los países individuales para que tapen los resquicios como el de Tailandia, que alientan el comercio ilegal. Entretanto, las organizaciones internacionales de ayuda pueden ayudar a los países africanos pobres a fortalecer las fuerzas policiales para abordar en su fuente los crímenes contra la fauna silvestre. Un mundo que probablemente no puede hacer mucho para disminuir el apetito chino por el marfil, debe hacer todo lo que pueda para dejar de alimentarlo.
10 de marzo de 2013
7 de marzo de 2013
©new york times
cc traducción @lisperguer