[Bagdad, Iraq] Alto funcionario de Naciones Unidas denuncia “obscenas” ejecuciones en Iraq].
[Tim Arango y Nick Cumming-Bruce] Con creciente regularidad, en Iraq los reos condenados son sacados en grupo de sus calabozos. Uno por uno son conducidos por un corredor hacia la cámara de ejecución, donde son colgados, mientras a través de las celdas resuena el sonido de las puertas. No hay aviso previo, ni última cena, ni despedida.
El miércoles condenaron a veintiuna personas, ocho a principios de mes y doce más a mediados de marzo. El ministro de Justicia de Iraq dijo que este año al menos diecinueve reos han sido ejecutados.
Hay informes de que el Ministerio de Justicia planea ejecutar a cerca de 150 reos más en los próximos días –eclipsando a los 129 condenados ejecutados el año pasado, que fue casi el doble de las 60 personas colgadas en 2011.
“Ejecutar prisioneros en lotes de esta manera es obsceno”, dijo en una declaración dada a conocer el viernes en Ginebra, Navi Pillay, jefa de derechos humanos de Naciones Unidas, que fue el documento más duro hacia un gobierno iraquí que ha aumentado dramáticamente el número de ejecuciones desde la retirada de las tropas estadounidenses a fines de 2011.
“Es como procesar animales en el matadero”, agregó Pillay, que dijo que estaba “consternada” por los recientes informes de que el Ministerio de Justicia planeaba ejecutar a un gran número de reos en los próximos días.
La aplicación por Iraq de la pena de muerte es particularmente atroz, dicen activistas de derechos humanos, porque las condenas se basan a menudo en confesiones inducidas por torturas o en el testimonio de informantes anónimos. Pillay dijo que el poder judicial iraquí estaba “demasiado defectuoso como para incluso permitir la aplicación limitada de la pena de muerte -para qué hablar de ejecuciones de decenas de prisioneros a la vez”.
Continuó: “La aplicación de la pena de muerte en estas circunstancias es inadmisible, porque cualquier sentencia injusta de la justicia como resultado de la pena de muerte no puede ser retrotraída”.
Un portavoz del ministro de Justicia no pudo ser localizado el viernes para que comentara la declaración de Pillay, pero funcionarios iraquíes han defendido el uso por parte del gobierno de la pena de muerte como una herramienta necesaria en la guerra contra el terrorismo. El gobierno informa que el grupo más grande de reos que fueron colgados eran todos miembros de al Qaeda implicados en atentados con bomba y asesinatos, y que sólo ejecuta a condenados por terrorismo y crímenes graves contra civiles. Las últimas ejecuciones se produjeron en medio de los preparativos de las elecciones locales este fin de semana, la primera desde la retirada de las tropas estadounidenses en 2011. La campaña se ha visto enturbiada por una oleada de atentados con bomba que ha causado fuertes bajas.
En una declaración hecha circular esta semana después de la ejecución de veintiún prisioneros, el ministro de Justicia Hasan al-Shammari dijo: “El Ministerio de Justicia tenía que implementar el castigo contra esos asesinos que derramaron sangre inocente iraquí”.
Dijo que el ministerio debería “continuar implementando las medidas del poder judicial contra los asesinos terroristas”.
En una entrevista, el parlamentario Izzat al-Shahbandar, que es asistente del primer ministro Nuri Kamal al-Maliki, rechazó vehementemente las palabras de Pillay.
“Esa declaración no significa nada para nosotros”, dijo Shahbandar. “Los individuos ejecutados eran criminales. La oportunidad de las ejecuciones es algo que decide el poder judicial y las autoridades de gobierno, y ellos no tienen derecho a interferir en nuestros asuntos internos”.
Refiriéndose a las objeciones de otros países, Shahbandar dijo: “¿Dónde estaban ellos cuando Saddam mataba a cientos de personas todos los días?”
Entonces se refirió a las decenas de miles de iraquíes inocentes asesinados durante los últimos diez años y dijo: “Ahora la gente de derechos humanos está lloriqueando”. Dijo que las ejecuciones fueron realizadas de acuerdo al derecho internacional, e invitó a Pillay a “venir y observar algunas”.
La declaración de Pillay refleja un creciente sentimiento de indignación entre activistas de derechos humanos en torno a las ejecuciones en Iraq, y la dureza de la declaración fue bien acogida por aquellos que han estado lanzando señales de alarma desde hace algún tiempo. Amnistía Internacional dijo que Iraq estaba entre los cinco países que ejecutaron a más ciudadanos el año pasado, junto con China, Irán, Arabia Saudí y Estados Unidos.
“Creo que es la declaración más fuerte que he oído nunca sobre algo”, dijo Erin Evers, investigador para Oriente Medio de Human Rights Watch, que recientemente entrevistó a reos en el corredor de la muerte en Iraq.
Aquí las ejecuciones son realizadas en una sola ubicación: una cárcel en el barrio de Kadhimiya en la capital que también es conocida por su famoso sepulcro chií. Bajo Saddam Hussein, la prisión era conocida como un lugar donde los iraquíes desaparecían, y luego Hussein mismo fue ejecutado allá después de que la invasión norteamericana derrocara a su gobierno. Ahora, cerca de mil 400 reos –incluyendo a 38 mujeres- están en el corredor de la muerte.
Después de la sentencia, la muerte del reo se puede dejar esperar algunos años –o un par de semanas si algún miembro de la familia tienen conexiones políticas-, sin saber nunca cuál es el último día, reclaman activistas de derechos humanos.
Hoy la administración de la pena de muerte es particularmente inhumana, dicen los activistas, no solo debido a las fallas del poder judicial, sino además porque los familiares de los condenados no pueden ser visitados por última vez. De hecho, muchas familias ni siquiera son notificadas después de la ejecución, entregados a la especulación y el pánico cuando la ejecución aparece en los medios.
“Alguien que tiene un familiar en el corredor de la muerte se tiene que preguntar: ‘¿Ese es mi hijo? ¿Esa es mi hija?’”, dijo Evers.
[Tim Arango inform desde Bagdad, y Nick Cumming-Bruce desde Ginebra. Duraid Adnan contribuyó reporteando desde Bagdad.]
21 de abril de 2013
©new york times
cc traducción c. lísperguer