[Estados Unidos] [En debate sobre el negocio de las victorias en Nueva York, todos los candidatos se esfuerzan en superarse en compasión y ternura en un lejano eco de la época en que para un alcalde era enfermizo preocuparse de los animales. Editorial NYT].
Un importante foro sobre derechos animales, realizado en el Seminario Unión Teológica, ofreció la extraña visión de políticos de Nueva York tratando de superarse unos a otros en compasión y ternura. Cinco candidatos estuvieron sentados debajo de cañones de órganos, profesando su amor por los cuadrúpedos y cosechando fácilmente vivas, aplausos, arrullos y abucheos que una audiencia que parecía no saber ni tener gran interés en la excelencia con que se estaban tocando.
El principal tema eran las victorias que trabajan en el Central Park y en Midtown y, mediante la defensa del ejecutivo inmobiliario, Steve Nislick, se había metido pesadamente en las elecciones edilicias. Pero también giraba sobre perros, gatos, tiendas de mascotas, dietas vegetarianas y el departamento de control animal. Hubo una breve disquisición sobre el ganso canadiense.
Christine Quinn, ponente del Consejo Municipal, no estaba allí, pero fue abiertamente repudiada. Su apoyo al negocio de las victorias la convirtió en la principal enemiga de la organización anti-victorias de Nislick, la anfitriona del foro. La audiencia tuvo la oportunidad de oír el llamado a la señora Quinn, antes de comérsela. Luego los cuatros demócratas presentes -William Thompson Jr., Bill de Blasio, John Liu, Sal Albanese — y un republicano — John Catsimatidis — hicieron preguntas. Juntos brindaron una clase maestra en mostrar en una audiencia de un solo tema, lo sinceramente que lo hacían.
De Blasio dijo que el ayuntamiento debería prohibir las victorias y trasladar a los turistas en carros eléctricos. Como los otros, era partidario de que los habitantes más viejos pudieran mantener a sus mascotas en sus departamentos, reformar la agencia de control animal del ayuntamiento y aumentar los refugios animales. Liu defendió vigorosamente los refugios mestizos y dijo que “tenemos mucho más que hacer por los” derechos animales.
Albanese trató valientemente de poner sus prioridades reales sobre el tapete –empleo y la clase media-, pero accedió en que ser humanitario con los animales es lo que hacen los buenos ayuntamientos, y contó cómo un chihuahua llamado Joey había salvado la vida de su suegra. Thompson recordó a todo el mundo que cuando era interventor del ayuntamiento había denunciado los maltratos en el negocio de los carruajes de caballos. Catsimatidis habló de la vez en que la cacatúa de su hija se escapó de la jaula y fue rescatada por los bomberos del ayuntamiento. “Tienes que decirles a esos pájaros que los quieres todos los días”, dijo.
El foro ofreció una visión de una ciudad donde los bípedos y los cuadrúpedos viven en paz, aunque nadie habló ni de las palomas ni de las ratas. Fue un lejano eco de los días de Rudy Giuliani, cuyo despreciativo ataque contra un dueño de mascota se convirtió en leyenda (“Este interés excesivo en una pequeña comadreja es una enfermedad”, dijo a un hombre que llamó a su programa en la radio para quejarse sobre la prohibición de los hurones en el ayuntamiento).
Catsimatidis ofreció un compromiso sobre las victorias: mantenerlas por el “ambiente”, pero solo en Central Park. Los caballos tendrían que seguir trabajando –“no hay trayectos gratuitos”, dijo-, pero podrían retirarse al zoológico. Su idea produjo una descarga de abucheos, pero el a veces combativo Catsimatidis prefirió no responder el fuego.
“Fue solo una sugerencia”, dijo.
8 de mayo de 2013
©new york times
cc traducción c. lísperguer