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[La Habana, Cuba] [Tras dos años de iniciado el plan de reformas económicas que traspasará al sector privado el cuarenta por ciento de la producción cubana, muchos murmuran por la lentitud con que avanza el gobierno].

[Victoria Burnett] Casi dos años después de iniciados los cambios económicos del gobierno cubano orientados a reducir el gasto público y fomentar la industria privada, las reformas se han ralentizado tanto que muchos empresarios e intelectuales cubanos están cuestionando la capacidad –o voluntad- de los avejentados dirigentes para remodelar uno de los últimos sistemas comunistas del mundo y traspasar casi la mitad de la producción de la isla a manos privadas. Los que esperan medidas para crear todavía más oportunidades para la empresa privada recibieron justamente lo contrario la semana pasada cuando se extendieron los rumores sobre una poco publicitada decisión del gobierno de gravar fuertemente las importaciones informales desde Miami y otras ciudades que son vitales para muchas nuevas empresas.
“Esto podría tener un enorme impacto”, dijo Emilio Morales, presidente del Havana Consulting Group con sede en Miami, que dijo que en Cuba las tiendas de propiedad del estado estaban perdiendo la competencia con los vendedores callejeros. “Eso muestra que el estado no está preparado para competir con el sector privado”.
Después de que el gobierno cubano empezara a permitir que la gente iniciara negocios a fines de 2010, en los últimos veinte meses casi un cuarto de millón de personas han optado por trabajar para sí mismas, abriendo restaurantes, cafeterías y tiendas improvisadas, conduciendo taxis y arreglando celulares. Junto con los que aprovecharon un experimento previo de privatización en los años noventa, cerca de 387 mil cubanos, de una población de unos once millones, son ahora autónomos; los cubanos también están comprando y vendiendo casas y coches por primera vez en cincuenta años.
A medida que crece el sector privado, también aumenta la avalancha de bienes que llegan a Cuba todos los días en maletas y bolsos marineros, principalmente de Panamá, Ecuador, Estados Unidos y España. Sin acceso a mercados al por mayor, los cubanos recurren a amigos, parientes y a los llamados mulas para obtener todo tipo de artículos, desde alimentos y baratijas hasta iPhones. Según estima Morales, este comercio paralelo ha llegado a significar más de mil millones de dólares al año desde que en 2009 el gobierno de Obama empezara a aliviar las restricciones sobre los viajes y las remesas.
Yunilka Barrios, que vende gafas de sol, diademas, esmalte para uñas y relucientes sujetadores en un angosto y mugriento portal, se alarmó con la noticia de un impuesto de cien por ciento sobre las importaciones informales que el gobierno anunció que entraría en vigor en septiembre.
“Parece que están endureciendo la mano”, dijo.
Economistas, hombres de negocios y diplomáticos creen que el presidente Raúl Castro se está moviendo con cautela debido a la resistencia de funcionarios de nivel medio reluctantes a perder sus privilegios, y de oficiales conservadores nerviosos por el impacto social y político de las reformas económicas.
El presidente cubano, que ha renunciado a las “terapias de choque” que fracturaron a la Unión Soviética, dijo en un discurso en diciembre que el gobierno procedería “sin prisas ni improvisaciones, trabajando para superar el viejo marco mental dogmático y corrigiendo cualquier error de manera oportuna”.
Pero el ritmo del cambio ha sido demasiado lento para personas como Yelena López de la Paz, que se fue a la bancarrota debido a la competencia, falta de experiencia y estrechos márgenes. Abrió una cafetería en su bloque en julio pasado e hizo cien dólares de ganancia durante el primer mes vendiendo pizzas, jugos con los mangos del patio de su madre y goma de mascar que le envió su abuela en Miami. Pero luego abrieron tres cafeterías más en los alrededores y para cuando cerró sus puertas en noviembre, de la Paz se llevaba a casa un dólar al día.
“Estaba invirtiendo un montón de dinero y tiempo y no ganaba nada”, dijo, frustrada.
Dada la ausencia de progreso, la promesa del gobierno en abril de traspasar cerca del cuarenta por ciento de la producción del país al sector privado en un periodo de cinco años es cada vez menos probable, dicen expertos.
“A la velocidad que van, no hay modo de que lleguen a esa cifra”, dijo Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh nacido en Cuba.
Con la Asamblea Nacional convocada para el próximo lunes, los cubanos anticipan una expansión del número de cooperativas más allá de las que existen en agricultura.
Aparte, el gobierno está traspasando pequeños negocios del estado, entre ellos cafeterías y tiendas de reparación de relojes, a sus empleados en algunas provincias. Ha levantado el techo de cuatro dólares sobre el valor de los contratos entre instituciones estatales e individuos y está entregando a subcontratistas independientes proyectos en sectores como el de la construcción.
“Esta es la primera vez desde los años setenta y ochenta en que el país tiene un plan, y es la primera vez que hay disciplina en la estrategia de implementación”, dijo Rafael Betancourt, economista que vive en La Habana.
Incluso los que ven los cambios como lentos tienen confianza en que ocurrirán. “Puede ser un poco frustrante para un observador”, dijo Philip Peters, experto en Cuba del Instituto Lexington en Virginia. “Pero no hay motivo para alarmarse”.
Pero esa cautela no está a tono con las urgentes necesidades de los cubanos, dicen algunos. Orlando Márquez Hidalgo, editor de la revista católica Palabra Nueva en Cuba, dijo hace poco que si los trabajadores despedidos del sector público no encontraban otros trabajos, crecería su “descontento y frustración”, lo mismo “que el número de disidentes o de personas con ganas de marcharse”.
“El tiempo es vital”, dijo.
El gobierno quiere recortar el gasto público en salarios en 170 mil este año y crear 240 mil puestos de trabajo en el sector privado, un difícil objetivo dado que apenas 24 mil cubanos pidieron permiso para empezar como autonómos en los primeros cinco meses del año.
Esteban Lazo Hernández, vicepresidente del Consejo de Estado, dijo en abril que la producción del sector privado crecería entre cuarenta y cuarenta y cinco por ciento del producto nacional bruto, del actual cinco por ciento.
No todos los emprendedores están en dificultades. Algunos restaurantes y servicios de taxi están ganando dinero, y Carlos Saladrigas, un hombre de negocios cubano-americano, dijo durante una visita a La Habana en marzo que conocía a gente que “está ganando un montón de dinero, incluso según estándares estadounidenses”.
El profesor Mesa-Lago dijo que un impulso de la reforma podía ser las escasas esperanzas de explotar los depósitos de petróleo en altamar. Repsol, el gigante petrolero español, decidió en mayo marcharse de Cuba después de que su segundo pozo se secara. Otras compañías están explotando sitios diferentes, pero el pozo seco abollará las perspectivas de Cuba de reducir su dependencia de Venezuela, la que le proporciona miles de millones de dólares en petróleo cada año a cambio de toda una gama de servicios cubanos.
De momento, Barrios está feliz en su portal, llevándose diez a quince dólares a casa los días buenos, después de pagarle dos dólares a su vecina, con la que comparte la entrada. Ha bajado los precios para competir y le preocupan los rumores de que el gobierno pueda tomar medidas duras contra los puestos en pasajes y portales.
Mientras buscaba cambio en su riñonera, dijo: “Sólo quiero que esto siga”.
20 de octubre de 2012
19 de julio de 2012
©new york times

cc traducción c. lísperguer

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