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[San Antonio, Chile] [Hay personas que a través de su trabajo dan vida y color a las calles sanantoninas.]

Sin darnos cuenta, algunos trabajos y oficios han ido desapareciendo con el paso del tiempo; otros, a los que estamos tan acostumbrados a ver que ya no ponemos atención en lo alegre y mágico que puede convertir el entorno como es el chinchinero, los vendedores de golosinas en las micros, el carrito de cabritas o la vendedora de algodón. Son muchas las personas y sus oficios que ponen color a las calles del puerto, además de cariño y dedicación en lo que hacen, dando un toque especial haciéndolos únicos e irremplazables.
Hoy día, la cultura de lo desechable ha hecho que muchos de los oficios de personas que dedicaron su vida a un determinado trabajo ya no se use tanto como es el caso del sastre o la modista. En otros tiempos, todas las tenidas eran confeccionadas por el oficio realizado con dedicación por estas personas. Todo se reparaba varias veces antes de botarlo. Las camisas, vestidos y pantalones eran hechos a medida. Las importaciones de productos a bajo precio, ha hecho que la labor del sastre se haya reducido a su más mínima expresión.
Luis Fuenzalida Martínez se dedica al oficio de la sastrería hace más de 60 años dando vida a prendas en su local de la calle Gregorio Mira. «Antes trabajaba con 15 operadores para hacer ternos, hoy trabajo con 2 y sólo se hacen reparaciones y transformaciones a los ternos que se venden en las grandes tiendas, donde es más económico», dice, pero asegura que la calidad y el calce es muy distinto al que se hace a mano y a la medida del cliente.
«Cuando recién llegué a San Antonio, hice los ternos de muchos de los antiguos alcaldes. Aunque ahora se compra todo hecho, pero prefiero estar trabajando en esto, que estar en mi casa echado viendo televisión», asegura.

Un Rey
El Paseo Bellamar es uno de los lugares más bonitos en San Antonio para pasear mirando el mar. Organilleros, pintores, músicos, vendedores, artesanos se juntan a mostrar su arte, pero sin duda uno que llama la atención por su grito: «llévelo rico, nuevecito y blandito» es el Rey del cochayuyo, Luis Hernán Álvarez Núñez, quien dice ser el más famoso de la Quinta Región y sus alrededores.
Álvarez cuenta que se dedica a la venta de este producto del mar hace más de 30 años, cuando el cochayuyo era mucho más apetecido que ahora. «Antes se comía más cochayuyo, pero ahora igual se consume sobre todo en verano».
El Rey del Cochayuyo asegura que esta alga es más sana que un yogurt y que se puede preparar de muchas maneras. «Lo importante es cocerlo muy bien, sirve para prepararlo en charquicán, porotos, estofado, albóndigas, empanadas y también como ensalada con cebollita. Queda para chuparse los dedos», dice.
Para todos los que quieran comprar este nutritivo alimento, pueden encontrar al rey del cochayuyo afuera de la Gobernación Marítima, todos los días, invierno y verano, entre las 10 y las 18 horas.
Otro de los oficios populares es el de los fotógrafos callejeros que existe desde que se creó la máquina fotográfica, las que en un principio eran de cajón, pasando por la película, la polaroid hasta llegar a la digital.
Patricio Muñoz fotografía a los niños y sus familias, sanantoninos y visitantes en el Paseo Bellamar. Tiene dos caballitos de madera y un ternero fabricados por él mismo y forrados con cuero de caballo que renueva cada tres años según cuenta. Con 73 años, comenzó en la fotografía a los 14, cuando la gente inmortalizaba sus paseos por la Plaza de Armas en cada ciudad. «Comencé en Santiago, pero he viajado por todo Chile, desde Arica hasta Chiloé. Hace 15 años que vivo en San Antonio, cumplí mi meta de edad y ahora quiero estar tranquilo. Escogí este lugar por su belleza y por la simpleza de su gente», asegura.

Ambulantes
Algunas de las personas que trabajan vendiendo en las calles de nuestra ciudad lo hacen en la comodidad de puestos techados, otros lo hacen simplemente al aire libre sentados al lado de su carrito donde tienen su mercancía.
Cecilia Leiva tiene 46 años, es nacida y criada en el puerto y desde hace 8 meses trabaja vendiendo cabritas y sopaipillas en un carrito estacionado en la vereda donde se detienen los colectivos. «Aquí se vende harto, antes yo trabaja en la costa, pero ahora estoy más cerca de mi casa, de mis hijos y nietos. Esto me gusta», señala.
Otro de los oficios que embellecen San Antonio, especialmente por la forma de sus carritos y los productos que venden son los vendedores de algodón.
Jova Lepe Silva, vive hace 12 años en San Antonio, donde llegó en busca de nuevos horizontes. Se la pueda ver con su carrito de algodones en la esquina del Banco Santander o en la de Coopeuch. Dice que siempre la invitan a trabajar con su carro en las fiestas de San Juan, en cumpleaños, carabineros o para el Día del Niño. «Llegar a San Antonio para mí fue una bendición. Antes trabajaba en la feria y ahora con la venta de algodones me va bien, aunque es relativo, hay días en que puedo ganar 2 mil pesos o 15 mil, pero estoy feliz de vivir acá», asegura.
Otro de los oficios que se ve en San Antonio es el del vendedor en las micros. Hace más de siete años que Reinaldo Guiñez González vende dulces en la calle, antes de eso, trabaja en el puerto. «Desde que saqué el carné rojo, nunca más me dieron trabajo, al parecer por la edad, tengo 55 años o porque no tengo pituto, dice nostálgico y sonríe. «Hay que trabajar y si no hay otra cosa, bienvenido sea esto de andar vendiendo en las micros. La gente es amable al igual que los choferes», dice.

Cuidando Autos
Eugenio Gómez tiene 35 años y hace 3, lava y cuida autos en la calle Pedro Montt, asegura no tener competencia porque entre los que realizan este oficio tienen códigos y ninguno interfiere en el sector del otro. «Todos tenemos los lugares marcados y respetamos eso. Nunca he tenido problemas. Me va bien limpiando y cuidando los autos estacionados, es tranquilo y nadie molesta. Ahora estoy a la espera del permiso municipal, porque mi trabajo es legal y no quiero tener ningún tipo de problema», asegura.

Limpia Pescados
Luisa Peredo hace más de 30 años que limpia pescado en San Antonio, primero lo hizo en Puertecito y ahora está en la caleta Pacheco Altamirano. Con su trabajo educó y mantuvo a tres hijos, los que no siguieron sus pasos y decidieron dedicarse a otra cosa. «Antes trabajé vendiendo en los puestos de pescado y ahora acá, siempre relacionado con lo mismo. Toda la vida he trabajado con el pescado, al igual que mi madre, que murió trabajando aquí», señala.
Luisa dice que ahora que se levantó la veda de la merluza, tiene mucho trabajo, pero cuando no hay, «obligada a quedarse en la casa no más». También dice que trabaja en la feria o limpiando casa cuando se lo piden.
Por su parte, Luis Cruz Donoso a sus 54 años trabaja como «cochero» llevando clientes al restaurant Rincón Marino en la caleta de San Antonio. «Nosotros, que también trabajamos como garzones, tenemos que atraer a los clientes. Hay muchos restoranes por aquí, es por eso que tenemos que ser convincentes y traer a los sanantoninos y turistas a comer al restaurant donde uno trabaja», dice.
Cruz vive hace más de 20 años en San Antonio y desde siempre ha desarrollado este oficio. «En el Rincón Marino llevó 6 meses, pero antes estuve 8 años en otro restaurant de aquí a la vuelta que ahora está en reparaciones. Este es un buen trabajo donde a veces dejan muy buena propina y otros más avaros, dejan muy poco», asegura.
8 de octubre de 2012
©líder de san antonio

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