[Estados Unidos] [Un reciente estudio muestra los riesgos que corren los jóvenes menores de dieciocho cuando cumplen penas en cárceles para adultos, donde pueden ser violados, golpeados o empujados al suicidio. El aislamiento –un castigo que también sufren adultos- afecta más a los jóvenes, que sufren síntomas de ansiedad, depresión y enfermedades mentales. Editorial NYT.]
La práctica de encerrar a jóvenes en cárceles y penitenciarías para adultos es a la vez contraproducente e inhumana. Los adolescentes que son encerrados con adultos corren mayor riesgo de ser violados, golpeados o empujados al suicidio que los jóvenes que cumplen sus penas en el sistema de justicia juvenil. Después del trauma de cumplir penas severas, de adultos, los jóvenes a menudo vuelven a casa tan dañados como individuos que es más probable que cometan delitos violentos y terminen nuevamente en prisión.
La aproximación prudente sería que los estados mantengan a los niños fuera de las cárceles para adultos y canalizarlos a través de los sistemas de justicia juvenil, donde pueden acceder a orientación psicológica y servicios de salud mental que muchos de ellos necesitan. Pero, tal como son las cosas hoy, decenas de miles de jóvenes son acusados como adultos cada año, incluso por delitos no violentos y delitos contra la propiedad que no justifican las penas de adultos que se les imponen.
Muchos estados han adoptado varias estrategias de protección bajo las cuales los reos jóvenes son separados de los adultos que podrían acosarlos. Una de estas estrategias es separar a los jóvenes en las celdas de aislamiento –un demoledor castigo que condena a los jóvenes a pasar semanas e incluso meses encerrados solos en pequeñas celdas por periodos de hasta 23 horas al día, sin contacto con otros reos.
Un nuevo estudio dado a conocer este mes por Human Rights Watch y la Unión Americana de Libertades Civiles muestra el grado en el que el aislamiento prolongado –que es difícil para los adultos maduros- puede conducir fácilmente a la enfermedad mental y otros daños entre jóvenes emocionalmente inmaduros. El informe, Growing Up Locked Down, se basa en entrevistas y correspondencia de 2011 y 2012 con más de 125 individuos que fueron condenados a penas en prisión en veinte estados y tenían menos de dieciocho años.
Funcionarios de prisiones utilizan el aislamiento por varias razones que se emplean para todos los reos: para aislar a reos que necesitan protección o que representan un peligro para otros; para manejar a los reos con problemas mentales o que han amenazado con suicidarse; o para castigar a los reos que han quebrantado reglas, incluso reglas insignificantes como no hacer la cama o cerrar la puerta de la celda. Naturalmente los jóvenes son más propensos a romper las reglas porque son más impulsivos y generalmente menos capaces de hacer juicios razonados.
Como otros reos en celdas de aislamiento, los presos jóvenes son normalmente aislados de sus familias, se les niegan libros o se les prohíbe escribir a sus familiares. Todo esto profundiza su sentido de aislamiento. Muchos de los reos jóvenes entrevistados para el informe hablaron de sus luchas contra la ansiedad aguda, depresión o alucinaciones. Algunos contaron que se habían inferido heridas o pensaron en suicidarse. Otros dijeron que los había dominado una rabia incontenible, la que, por supuesto, los volvía a meter en la celda de aislamiento no bien salían de ella.
Funcionarios penitenciarios tienen el deber de proteger a la sociedad contra la delincuencia. Pero también tienen la responsabilidad de no marcar para siempre las vidas de los jóvenes que están lejos de la madurez cuando caen en prisión. Para cumplir con esa responsabilidad, los estados y localidades deberían prohibir o minimizar fuertemente el aislamiento de los jóvenes y, más ampliamente, asegurarse de que menos jóvenes cumplan sus penas en cárceles para adultos en primer lugar.
6 de noviembre de 2012
16 de octubre de 2012
©new york times
cc traducción c. lísperguer