[El padre Vial, columnista de La Nación, utiliza su posición en la iglesia para difundir ideologías autoritarias profundamente ajenas a la filosofía católica].
[Claudio Lísperguer] El cura de La Nación, padre Nicolás Vial, ha vuelto a emplear su pluma para defender sus insufribles causas autoritarias. En su última columna, ‘Condón y consumo de marihuana’, arguye que políticos con “propuestas disonantes y muy ajenas a sus auténticos y anhelados propósitos” fomentan el consumo de drogas. Dice Vial que “nosotros [¿qué querrá decir con esto?] no enjuiciamos la vida privada de ninguna persona, pero sí es necesario orientar y plantear lo que es bueno y sano y favorece la vida comunitaria”. El sacerdote Vial se cree depositario de la verdad más absoluta. Afirma todo pancho que esos políticos –refiriéndose al senador Rossi y a otros que han defendido el derecho a consumir marihuana- defienden causas que nos alejan de lo bueno y lo sano y de la vida comunitaria. Según él, esos puntos de vista –aparentemente los que defienden las libertades personales- se apartan de “los valores y principios fundamentales que determinan el progreso y el desarrollo de la humanidad”. Olé. En el enrarecido estilo del sacerdote, a muchos lectores nos parecen sus formulaciones derechamente sospechosas. En cualquier manual de historia podremos leer que el motor de las historias occidentales ha sido siempre la búsqueda de la libertad, la que hoy se traduce en el conjunto de lo que llamamos libertades personales, democracia, igualdad, justicia. Comer sano, o vivir sanamente, hacer gimnasia y hacer jogging en el parque no son cosas desdeñables, pero no han sido nunca centrales en la cultura occidental –excepto durante los infernales paréntesis nazi y otros regímenes autoritarios. Pero la percepción de lo que es bueno y sano es muy subjetiva. A muchos nos parece que el consumo de marihuana, más acá de que sea sano o bueno, es un derecho personal, una opción que pertenece al ámbito de lo íntimo. Vial parece decir lo mismo, pero se desdice de inmediato.
Vial apunta sus dardos contra lo que describe como la cultura light, para referirse probablemente a las tendencias hedonistas, que favorecen la vida fácil y desechan “rápidamente lo que nos complica o nos perturba”. Explica que el amor se cambia por el condón, y la reflexión, el análisis y el proyecto de existencia se ahogan “en el consumo de marihuana”. Vale decir, los hombres y mujeres que usan condón no saben lo que es el amor, y los que consumen marihuana ni piensan ni tienen proyectos de vida. Esto dice el cura que dice que respeta a los otros y que no se mete en la intimidad de las personas.
Según el teólogo, en lugar de la “tolerancia, el diálogo, la prudencia, la oración y el ejercicio de la voluntad”, la cultura light y esos políticos que disuenan y son inauténticos prefieren “acciones que contradicen la esencialidad del ser persona, con las lamentables consecuencias que todos estamos conociendo”. Vaya. Es decir, los que están en desacuerdo con el cura, las personas de mores fáciles, las que usan condón y no saben lo que es el amor y los tarados que no piensan porque fuman marihuana, somos todos eh prácticamente demonios que contradecimos la “esencialidad del ser persona” –o sea, somos virtualmente infrahumanos. Los liberales no sólo fomentamos las drogas y las orgías, sino además predicamos contra cosas como el diálogo y la oración.
¿No se le habrá pasado la pimienta al padre? Porque después de hacer una descripción tan dramática de los que creen en las libertades personales y que además creen en el amor con condón y en el consumo de marihuana, ¿qué queda de esos conceptos que esgrime –tolerancia, diálogo, oración- como armas contra los que percibe como sus enemigos? ¿Quién va a querer tolerar y menos dialogar con infrahumanos que predican las orgías y las drogas y además rechazan la oración que, como sabemos por Wikipedia, es “ el esfuerzo de comunicarse con Dios, un santo o un difunto, ya sea para ofrecer pleitesía, hacer una petición o simplemente expresar los pensamientos y las emociones personales”.
El punto de vista del padre Vial es un ejemplo de un pensamiento autoritario y rígido, prejuiciado y violento. Con giros lingüísticos igual de burdos que sutiles, quedamos los liberales prácticamente convertidos en demonios, que rechazamos incluso la comunicación con Dios. Describir así a los que crees que se oponen a ti, y atribuirles intenciones y propósitos que no siquiera les has oído decir, y denostarlos como personas que se oponen a la “esencialidad de las personas”, faltos de reflexión o enemigos de la reflexión y carentes de proyectos de vida, partidarios de orgías y de la práctica perversión de la juventud, carentes de principios y privados de sentimientos amorosos, y creer o postular sobre ti mismo que eres tolerante y buscas el diálogo es derechamente ridículo -es de una incoherencia ideológica enervante.
Por eso escribí en el foro: “No sé cómo se atreve usted a creer de usted mismo, y querer hacernos creer a nosotros, los lectores, que usted conoce o representa los «auténticos y anhelados propósitos» de los jóvenes. Vaya privilegio, pero no le creo. En las columnas que he leído de usted me ha parecido rígido y deshonesto. Parece usted conocer la verdad, y no le interesa el diálogo como búsqueda de esta. Cuando usted escribe y propone, sólo quiere convencernos de una verdad que usted parece conocer, y ahoga el diálogo verdadero, que es la búsqueda de la verdad juntos. Usted lo sabe todo de antemano y desprecia a los que disienten o proponen algo diferente. No le visto considerar nunca seriamente nada de lo que dicen sus comentaristas, ni le he visto esforzarse de verdad por comprender el punto de vista de personas a las que usted de antemano desecha como disonantes o no auténticos, etc. ¿Cree usted que las personas como el senador Rossi, o muchos de los lectores que no estamos de acuerdo con usted y su fanatismo e intolerancia, que usted llama los «disonantes» o los «no auténticos», proponemos lo que pensamos con el fin de destruir a la juventud y a los demás y aplastar cosas como la oración o la prudencia o el diálogo? ¿Diálogo? Usted no sabe lo que es, no lo practica ni le atrae. Su columna trasunta intolerancia y un malsano conservadurismo, tan alejado de lo esencial de la doctrina cristiana de la que usted se declara portador y único correcto interpretador. Usted debe pensar, reflexionar, obligarse a la humildad y a volver a comprender los principios católicos más fundamentales. Su arrogancia es enfermiza. Yo creo que son curas como usted los que nos alejan de la iglesia”.
El cura Vial es quizá uno de los columnistas más intolerantes que he leído, pero quiere hacernos creer que son los liberales los intolerantes –justamente los que predican la tolerancia y las libertades personales. En sus columnas siempre se nos aparece como el predicador falsamente cristiano que predica el amor y la tolerancia y la piedad y que en nombre de esos principios llama a perseguir, torturar y quemar en la hoguera a los que, en su enfermiza mente, disienten y defienden lo malo y lo insano. O sea, los que defienden al Malo.
En sus escritos la palabra diálogo es hueca. Diálogo es la búsqueda honesta de la verdad entre dos o más personas –el diálogo platónico, el que según explica Wikipedia “tiene como objetivo hallar la verdad”. El cura Vial no sabe lo que es diálogo, porque como conoce la verdad de antemano, no tiene nada que buscar con nadie. Para participar en un diálogo debes ser honesto y considerar por sus méritos las intervenciones de los otros. En sus reflexiones sobre la marihuana, por ejemplo, no le visto nunca considerar seriamente ni los argumentos ni las investigaciones que desmienten sus creencias. Una persona que participa en un diálogo debe estar dispuesta a abandonar un punto de vista si este carece de solidez. Si, por ejemplo, has creído siempre que la marihuana es mala y que transforma al usuario en un enfermo mental, e investigaciones serias concluyen que no hay relación alguna autónoma entre enfermedad mental y marihuana y que, al contrario, la marihuana tiene propiedades medicinales que ejercen su influjo tanto si eres un paciente como si eres un usuario recreativo, tendrás que buscar otros argumentos y aceptar lo que los otros consideran conocimiento. Igualmente, no puedes pretender que la marihuana sólo tiene efectos positivos si investigaciones serias demuestran que hay una relación entre, por ejemplo, uso reiterado con alcohol y paranoia. Se dialoga para llegar a la verdad, no para convencer a otros de tu verdad porque, en teoría, para poder dialogar tienes que abandonar la creencia de que ya la posees. Así que si crees que tu punto de vista es bueno y sano y que tu opinión se ajusta a los “los valores y principios fundamentales que determinan el progreso y el desarrollo de la humanidad”, no puedes pretender al mismo tiempo que eres partidario del diálogo.
Igualmente, no puedes pretender que eres tolerante si de la descripción de los que crees tus rivales se deriva que estos en realidad son seres infrahumanos o demonios que predican el sexo desenfrenado y que se oponen a la comunicación con Dios. Este es un punto inquietante. El cura Vial describe a sus opositores como personas que rechazan la oración, vale decir, la comunicación con los dioses –simplemente, enemigos de Dios. En otras palabras, el cura se las ingenia para que los liberales y los católicos liberales y otros de otras confesiones o sin ninguna pero partidarios de la tolerancia y el diálogo quedemos como herejes y blasfemos. Y este punto de vista delata a Vial como un pensador profundamente reaccionario. Si los que defienden la marihuana y el sexo y las libertades personales y la autonomía del individuo, y rechazan a Dios y promueven drogas y prácticas que destruyen a las personas, ¿no sería conveniente que fueran prohibidos, encarcelados o asesinados? Como explica Chloe Breyer, las leyes contra la blasfemia, y otros fanáticos que pretenden defender a Dios, han provocado más crímenes intolerantes que las personas a menudo falsamente descritas como blasfemos. La Reverenda Breyer cita al difunto ex presidente de Indonesia,
Abdurrahman Wahid: “Nada podría posiblemente amenazar a Dios, que es Omnipotente y que existe como una verdad absoluta y eterna… Aquellos que dicen que defienden a Dios, al islam, o al profeta están pues o engañándose a sí mismos o manipulando la religión para sus propios propósitos mundanos y políticos”. Esto es exactamente lo que hace el cura Vial: está utilizando su posición en la iglesia y al catolicismo para promover su propio y autoritario programa político, en todo ajeno a la filosofía católica, que fomenta la tolerancia y el diálogo verdaderos.
Pero el cura Vial me ha irritado también por otra cosa. Se lo dije: “Yo creo que usted es un reaccionario. No solamente las ha emprendido contra la marihuana, que es una hierba medicinal que además tiene un uso recreativo casi completamente inofensivo (más aun si se la compara con drogas como el alcohol, el tabaco y la cocaína y otras drogas duras, y materias que no son drogas en absoluto y que algunas personas utilizan igualmente, como la bencina o el neoprén), sino además ha unido su lucha con temas valóricos de otro orden. Y hablando de eso, no sólo ignora completamente los daños que causan las drogas de verdad entre los chilenos, como el alcohol tan celebrado, sino que pasa por un alto una de las peores aberraciones que caracterizan a nuestra cultura y sobre las que calla: no le ha llamado la atención que crecimos y vivimos en un mundo intrínsicamente cruel en el que se encarcela, esclaviza, tortura, mata y desuella” y mutila a los animales, y en el que se exhiben los productos de esas torturas en escaparates de tiendas llamadas carnicerías “a la vista de todo el mundo, incluyendo niños, sin que escritores como usted diga nada, haciéndose con ello cómplice no sólo de un modo de vida bruto y virtualmente demoníaco, sino además de una adulteración espantosa de la doctrina cristiana. No sé si usted pertenece al bando de los von Wernick, pero se le acerca demasiado”.
Quizá se me fue la mano al asociarlo con von Wernick, el cura integrista argentino que colaboró con la dictadura de ese país y llegó a participar en torturas y asesinatos de detenidos políticos. Pese a la atrocidad de sus crímenes, “el Cura Demoníaco” no ha sido excomulgado por la iglesia argentina, que aún le permite decir misa en la cárcel donde cumple una cadena a presidio perpetuo. Es una de las razones por las que se ha formado el movimiento de la indignación católica, que reúne a los católicos hartos de situaciones como estas y hartos de que la jerarquía comulgue con el mal.
Para mí es simplemente incomprensible, y repugnante, que sacerdotes como Vial, con su silencio, avalen prácticas sociales como la esclavitud y explotación de los animales, que es probablemente el rasgo más característico de nuestra sociedad, y que demonicen cosas como la marihuana, que es una hierba que abre tu mente y expande tu conciencia, o el sexo, que no tiene porqué ser rodeado de especulaciones enfermizas y odiosas.
lísperguer